Foro dedicado al proyecto literario colectivo de Saint Christine: Zombie Attack |
| | Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. | |
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Autor | Mensaje |
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yuske Admin
Mensajes : 13 Fecha de inscripción : 06/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Dom Mayo 14, 2017 8:48 am | |
| Bueno, toca hacer doble post. Si recuerdan bien la versión anterior notarán algunos cambios, a partir de ahora estos comenzarán a darse en mi hilo, básicamente porque re enfocare la idea original, es decir, seguirá siendo la misma, pero las circunstancias y el camino para llegar a ella tendrá algunas añadiduras y nuevos trayectos. Espero que les guste, aun no pasa mucho pero es aqui donde empieza. - Pensamientos:
Desde que lo recordaba tenía la tendencia a sobre pensar, en especial cuando las cosas no parecían tener sentido o se contradecían entre sí, o simplemente cuando los hechos le hacían sospechar que algo iba mal. Fue quizá esa costumbre que le llevó a ganarse su posición como líder de escuadrón, y el descontento de algunos superiores por sus interminables cuestionamientos. “Cállate y obedece” parecía el requisito principal para ser un soldado y sin duda se traban las cosas más difíciles de hacer para él, más de una vez se preguntó si hizo bien en elegir esa vida.
Tomó una bocanada de aire, era fresco, casi frio. Miró hacia la calle alumbrando con su linterna, iluminando los cuerpos de los no vivos que aun rondaban por ahí, entretenidos consumiendo los cuerpos inmóviles de los levantados abatidos. Si hubiera puesto atención a ello una sensación de asco se hubiera apoderado de él. Pero no, ese no era el caso. Las palabras de Belmondo rodeaban su cabeza, como lo hacía la oscuridad de la noche a la ciudad y no dejaba de pensar en ellas una y otra vez, tratando de encontrar una perspectiva adecuada a todo lo que pasa, de encontrarle sentido a todo esto.
“Nuestra misión era evacuar a un solo científico. A uno solo”. “El ejército tiene sitiada la ciudad, nadie puede entrar o salir sin permiso.” “Debemos reparar la planta hidroeléctrica para reactivar el suministro eléctrico.” “¿Quiénes eran las personas que venían en el helicóptero?” “Solo un científico.” “Nadie entra o sale sin permiso” “Restaurar el suministro de la ciudad” “Mi capitán asesino a los civiles” “Es de vital importancia restaurar el suministro eléctrico” “¿Por qué?” “¿Por qué?...”
Un último “¿Por qué?” escapó de los labios de Cesc en forma de susurro completamente confundido. Por un instante desvió su mirada de la calle que vigilaba para observar al grupo de personas que se encontraba con él en aquel techo. El niño parecía sufrir demasiado, apoyaba la cabeza sobre el regazo de la anciana, Agatha, creía haber escuchado que se llamaba, quien hacía lo posible por confortarle con la ayuda de Rubén. Un poco más allá las personas que habían llegado con Belmondo se mantenían juntas, no muy cerca del grupo pero tampoco tan alejados, a diferencia de la chica punk quien se había apartada a un rincón del edificio para ella sola. Busco con la mirada al resto de su equipo. Thiago vigilaba otro lado del edificio, premeditadamente al otro extremo de donde Belmondo se encontraba. Los mellizos Isis y Osiris descansaban juntos cerca de los otros tres chicos, Dos de los cuales dormían abrazados mientras que el otro no parecía poder conciliar el sueño. Por ultimo posó su mirada en Belmondo, que no apartaba la mirada del niño en el regazo de la anciana… ni su mano de la pistola. No obstante la expresión que había en su mirada la conocía, era muy parecida a la que él tenía en ese momento.
Miguel se dio cuenta de que Cesc le observaba, y reconoció la expresión en su mirada, por lo que por primera vez en un par de horas dejo su vigilancia sobre el niño enfermo y se acercó a Cesc.
-¿Tú también has pensado lo mismo que yo, Capitán?- Inquirió Miguel.
-Todo esto es una mierda- Sentenció Francesc por lo bajo, de manera que solo Miguel pudiese oírle- Pero hay más mierda aun debajo. Si la ciudad está en cuarentena, ¿Por qué arriesgarse a evacuar a científicos? Más importante aún, ¿Por qué nos arriesgamos a recuperar el suministro eléctrico si no piensan hacer nada para salvar la situación? Algo está mal Migue. Muy mal.
-Quizá estas formulando mal la pregunta, cap – Dijo llamando la atención de Cesc. –Si queremos entender esto tal vez no debamos preguntarnos el “por qué” de lo que nos piden hacer, sino el “para qué” necesitan que lo hagamos.
Cesc guardó silencio un momento sopesando la sugerencia de Belmondo y reconoció que desde esa perspectiva encontrar una explicación a lo que sucedía podría ser mucho más sencillo.
-Siendo así- Retomó la palabra el líder de los lobos negros - ¿Para qué querían salvar a ese científico?
-Bueno, eso es un poco obvio ¿no? Esperan que él pueda ayudar a encontrar una solución a esto. – Respondió Belmondo.
-Pero de ser asi, significa que el gobierno sabe que él tiene como mínimo conocimiento del tema y eso da pie a una nueva pregunta, ese tipo ¿Está involucrado en todo esto?
-Solo podemos especular que si, Cesc, y hacerlo de tal manera también implica acusarlo sin fundamento. Lo mejor que podemos esperar es que ese científico simplemente sea un experto en su área que pueda ayudar a descifrar lo que pasa.
-Y lo peor es que él sea uno de los responsables de lo que pasa. – Apuntó – Cesc.
– Por otro lado, la misión de tu equipo, ¿Para qué necesitan que la energía eléctrica se restablezca? El ejército no tiene la intención de entrar, solo de contener.
-Puede ser eso en este momento, Miguel, pero piensa, ¿Realmente tiene sentido en enviar brigadas médicas y de evacuación sin energía eléctrica en la ciudad? Quiero decir ¿No sería más fácil si hay energía con la cual apoyarse?
- Si lo sería se podrían usar recursos civiles que se encuentren en la ciudad, ¿Te crees que ese es el porqué de tu misión?
Francesc soltó una risotada atrayendo a atención hacia él – Demonios, no. Eso es pura paja, hay algo más estoy seguro. Necesitan la energía eléctrica para otra cosa, hay cosas que no nos dicen y la única forma de descubrir que es llegando a esa planta. – dijo a Belmondo por lo bajo. -Somos soldados Cesc, nos entrenan para acatar órdenes sin preguntar ni darnos detalles. Pero no pueden ocultar que el ejército siempre ha tenido secretos.
La mirada de Miguel se desvió hacia la calle nuevamente, posándose en las oscuras siluetas de unos cuantos de esos seres que caminaban de un lado a otro dando tumbos. El soldado dejo su vista clavada en ellos mientras se preguntaba con pesar quienes habían sido, que había pasado con sus familias y como es que terminaron así. Pronto sus recuerdos se trasladaron a su intervención en la ciudad, sin percatarse comenzó a apretar sus puños al tiempo que los ecos de los gritos y suplicas por ayuda de los habitantes de St. Christine retumbaban nuevamente en sus oídos y peor fue el recuerdo de aquel grito despiadado, cruel e inhumano que ordeno abrir fuego contra los civiles… contra los ciudadanos que había jurado proteger.
El sorpresivo toque de la mano de Cesc en su hombro lo sobresalto trayéndolo de vuelta a su lado.-Sé que ha sido una experiencia difícil- Comentó Francesc al percatarse de lo que estaba pensando su colega - Yo también me habría rehusado.
-Siempre has sido un líder con buen juicio, capitán. – Le comentó.
-Deja eso. No he sido tu capitán por mucho tiempo, y aun así solo lo fuí por un par de semanas y por un ejercicio.
Belmondo negó con la cabeza – un ejercicio con el que lograste tu promoción permanente, así que si me disculpa, señor, le seguiré llamando capitán, señor. – Declaró en un extraño tono tanto marcial como burlesco.
-Una cosa más Miguel. Ese científico al que le enviaron a rescatar, ¿Cuál es su nombre?
-Si alguna vez me llego a topar con ese doctor Schauffman, te juro que lo golpearé – Respondió volviendo a poner la mirada tensa en las criaturas.
En el otro lado de la azotea Mark les miraba con interés, de alguna forma sabía que discutían sobre lo que estaba sucediendo y él quería oírlo, sin embargo no se atrevía a acercarse a ellos por temor a que callaran o que los demás militares le impidieran acercarse. Giro su vista hacia estos últimos y los miro con atención, aquel chico moreno y la chica que se encontraban a su lado se parecían mucho, por lo que no podría evitar preguntarse si eran hermanos. Un poco más allá se encontraba el hombre de más edad (se había apartado del pequeño por un momento para revisar a los demás) junto con la chica que se habían encontrado dentro de aquella tienda, hablando en susurros. Jasón y Lisa se encontraban dormidos, hacia tan solo un par de horas que habían caído en los brazos de Morfeo pero de alguna presentía que su sueño era tan intranquilo como el que él había tenido. No obstante quien más le llamaba la atención, dejando de lado al hombre que los había salvado junto Miguel, era el ojiazul llamado Thiago. Él había estado guardando la parte posterior del edificio en silencio. Pero lo que capturo su atención no eran sus ojeras, ni el cansancio que se reflejaba en su cuerpo, sino, su expresión seria y fría al mirar de reojo hacia donde estaba su líder charlando con Miguel. Con cuidado de no despertar a su hermana ni a su mejor amigo, Mark se levantó y camino hasta donde se encontraban Isis y Osiris, quienes bromeaban en voz baja.
-Disculpen que los moleste- Dijo mientras se sentaba al lado de Osiris- Pero saben que le pasa a ese sujeto- Señalo a Thiago con la mirada- Pareciera que se lanzaría sobre Miguel en cualquier momento. -No te preocupes, no pasara eso- Le aseguró Osiris.
-Claro que no, Miguel le pondría una bala entre ceja y ceja a Thiago antes de que pudiera dar un paso- Declaró Isis.
-No estés tan segura hermanita, Thiago podría meterle una bala en cada orificio nasal a Miguel antes de que él apriete el gatillo.
Mark los miro preocupado, poco después volteo a mirar a Thiago, esperando que no tomara su arma. Los hermanos rompieron en una divertida risa ante su rostro consternado y Mark les regreso la mirada, abochornado al darse cuenta que había bromeado con él. O al menos eso pensó.
-Ya hablando en serio- Dijo Osiris serenándose- El punto es que esos dos son muy parecidos, ya sabes, polos iguales se repelan.
-¿Lo conocen desde hace mucho?- Preguntó el civil.
-Fue hace mucho tiempo. Unos ejercicios de entrenamiento. Fue antes de integrarnos al escuadrón. En ese entonces nos tocó estar en equipo separados, pero a ellos dos, los pudieron juntos con Cesc – Dijo Isis
-Dos tiradores habilidosos de un mismo pelotón con destrezas parecidas era difícil que no hubiera una rivalidad- Comentó Osiris
-Entonces… ¿Ellos se oída?-Inquirió Mark.
-No, que va- Volvió a responder Isis- Bueno, quizás sí. Al principio lo hacían, pero eso fue ya hace mucho tiempo. La verdad es que se estiman.
-¿Si eso es verdad entonces por que ambos se miran con rencor?- Comentó Mark al notar como las miradas de Miguel y Thiago se topaban formando una expresión de disgusto.
-¡Porque son unos niños!- Proclamó Isis en voz baja- Tú deberías saberlo, son demasiado orgullosos para mostrar que se respetan y se llevan bien. Los dos están conscientes que si no hubiera sido por el otro nunca hubieran llegado tan lejos en esa práctica.
-Eso no es del todo cierto- Intervino Osiris- Vale, que es verdad que están conscientes de eso, se tienen aprecio, sí. Pero con quien realmente se siente unidos y el que les hizo trabajar juntos es con él -Señalo a su lider con la mirada- Cesc. Fue él quien dirigió su rivalidad por buen camino, quizás ellos jamás admitan la estima que se tienen por el otro, pero nunca negaran el aprecio que le tienen a Cesc.
-En resumen, eso tres se deben mucho. Miguel y Thiago lograron lo que son gracias al otro y a Cesc. Y Cesc llego a su posición gracias a la experiencia que obtuvo al liderar a Miguel y a Thiago. Mark observo a los tres inseguro, pero al hacerlo de alguna manera se dio cuenta que era tal y como los hermanos le decían.
El alba comenzó a despuntar en el horizonte y el comando de Cesc ya estaba listo para partir. Mark, Jasón y Lisa se encontraban de pie a espaldas de Miguel, sin saber exactamente como sentirse, por una parte les alegraba saber que un militar les acompañaría, no obstante tenían dudas sobre si únicamente con su ayuda podrían sobrevivir. Si la decisión dependiera de ellos, hubieran elegido permanecer todos juntos, sin embargo no parecía que Cesc fuera a detenerse con su misión.
-Te dejo esta mochila- Dijo Francesc- Tiene víveres, una linterna, material de primeros auxilios, una cuerda y un radio. También tantas municiones como nos es posible dejarte, lo que no es mucho. Nuestras reservas ya están bastante limitadas.
-Descuida. Te entiendo, aún les queda camino por delante, pero con esto es más que suficiente, podremos resistir. Estaré al pendiente de la radio, por cualquier novedad, yo también reportare si tengo que hacerlo, señor. – Dijo Belmondo lo más normal posible, pero Cesc captó inmediatamente lo que quiso decir: “Avísame que descubres”.
Ambos se dieron la mano a manera de despedida para poco después tomar azoteas diferentes. No obstante y ante la mirada poco confundida de Mark, Thiago se retrasó un poco, lo suficiente como para acercarse con Miguel y chocar los puños.
Había pasado casi una hora ya desde que dejaron a Miguel y a aquellos chicos atrás, y a su vez fue el tiempo que tardaron en encontrar un lugar seguro por el cual bajar. Los lobos negros reanudaron su camino por las calles del centro, esta vez más cautelosos hasta que se encontraron con un vehículo que les resultaba bastante familiar: Una Humvee. Emocionados corrieron hacia él encontrándole con las llaves puestas y combustible en su tanque. Sin siquiera dudarlo lo abordaron y salieron del centro en él. No tardaron más de diez minutos en dejar el centro atrás y retomar la autopista que subía por una colina hacia la hidroeléctrica. No obstante, un estruendoso sonido surgió de la nada quebrando el silencio y alarmando a los militares.
-¿Qué rayos es eso?-Inquirió Rubén desconcertado al ver una enorme criatura deformada con huesos expuestos, ampollas y una especie de tentáculos con aguijones que brotaban de su espalda, salía de la curva delante de ellos atraída por el sonido del motor del vehículo.
-Creo que eso fue un elefante- Dijo Thiago igual de anonadado ante la presencia putrefacta de aquel ser. Mientras que un recuerdo desvelaba en la cabeza de Cesc más interrogantes.
La criatura extendió lo que parecía ser una desollada trompa emitiendo nuevamente aquel sonido demoniaco y corrió hacia ellos.
-¡Oh, mierda!- Exclamó Rubén y se apresuró a dar marcha en reversa, no obstante la velocidad de aquella criatura era aun mayor a lo imaginable y en cuestión de segundos los alcanzo, golpeado con la cabeza un lado del vehículo.
La humvee salió del control de Rubén y comenzó a rodar hacia un lado, mientras que sus ocupantes se golpeaban con las puertas y el techo del vehículo, un nuevo berrido se escuchó y fue precedido por un segundo golpe que saco a la humvee completamente de la autopista, haciéndole caer colina abajo hacia una zona residencial.
Espero que hay sido de su agrado, como siempre... criticas, consejos, comentarios chanclas voladoras, restos de la tarta de cumpleaños de mato son bien recibidos. | |
| | | Izanagi
Mensajes : 11 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Dom Mayo 14, 2017 1:25 pm | |
| Me encantó, no recordaba mucho de esto (aunque dijiste que hubo cambios así que es lógico que no recuerde) pero me gustó muchísimo. Ampliaste los conflictos secretos que trae el brote de zombis y al mismo tiempo planteaste más dudas sobre los diferentes grupos que hay en el ejército y sus intenciones.
Mis felicitaciones!!
Ahora va Manto, no? | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Lun Mayo 15, 2017 10:19 am | |
| Creo que lo digo cada vez que hay una entrega tranquila, así que en este punto ya me estoy repitiendo, pero cómo adoro esos momentos donde los personajes pueden descansar y relacionarse entre ellos. Creo que es lo que más me gusta de St. Christine.
Tampoco estoy del todo seguro, pero creo que antes no se planteaban tantas cosas como ahora, en esta entrega; puede que me esté confundiendo.
Y pues ese trío de Cesc, Miguel y Thiago... necesitamos que se vuelvan a cruzar en algún momento, jaja
P.D: en efecto, sigue Manto. | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Miér Mayo 24, 2017 3:49 am | |
| Doble post pero no me importa, no es como si tuviéramos reglas muy estrictas siendo sólo tres xD Aquí llega mi parte, si mal no recuerdo, una vez abrió la quinta ronda, hoy le toca cerrarla. (¿estoy terminando la ronda cinco? No sé, ya estoy completamente perdido con el orden, jaja) Hay varios cambios, como ya esperarán de antemano. Pero dentro de todo se mantiene como era. - Ronda 5 - Manto:
Habían pasado ya varias horas desde el amanecer y desde el momento en el que su camino se separara del de la unidad militar del capitán Francesc en aquella lejana azotea. A pesar de que la mayor parte del tiempo lo habían pasado escondidos y avanzando de manera sigilosa tratando de evitar a tantos cuerpos ambulantes como les fuera posible, el grupo sentía como si llevaran kilómetros y kilómetros caminado esa mañana.
Mark seguía a Miguel a unos cuantos pasos, de alguna manera la charla que había tenido con los miembros del grupo de Cesc, Osiris e Isis, le había hecho respetar al actual líder de su grupo, según ellos era un hombre muy capaz y buscaría la forma de salvarlos en tanto quedara un hálito de vida en su cuerpo. Aunque aún le costaba asociar la imagen de esa persona con la del hombre que tenía presente, más que nada por su reacción y forma de actuar con el niño que acompañaba a Agatha. Había dejado bien en claro su opinión al respecto: era cuestión de tiempo a que el niño se convirtiera en uno de esos monstruos y él no lo quería cerca cuando eso ocurriese. El hombre de oficina, que decía llamarse Javier de Escalada, apoyaba la visión del militar. Se les oponían Agatha y Lisa que llevaban al pequeño, mientras que Jasón y la muchacha de negro, cuyo nombre no había confiado a nadie, no habían expresado una opinión concisa. ¿En cuanto a él? Mark no estaba seguro de qué pensar, obviamente mantenía los principios que dieran forma a la sociedad, sentía que tenía que cuidar al chico pero... la sociedad se había ido al caño y las palabras de Miguel Belmondo cobraban cada vez más fuerza en su mente.
Se dispuso a observar a sus acompañantes, en un intento de despejar su mente. Miguel iba por delante y Javier lo seguía de cerca. Jasón y Lisa caminaban juntos, cruzando palabras por lo bajo. Agatha llevaba al niño de la mano, que cada tanto las fuerzas le flaqueaban y debían detenerse, para descontento del militar. Y la joven de ropas oscuras marchaba algo distante. Él giró su cabeza y la observó, tal vez por más tiempo del que debía, llamando la atención de la muchacha que le devolvió una mirada con el ceño fruncido. Mark rompió el contacto visual en el acto, bajando su rostro en dirección a sus pisadas y sintiéndose súbitamente abochornado, no pudo entender a qué se debía esa repentina sensación.
—Cuidado, chico —exclamó Miguel cuando al detenerse el más joven chocó contra su espalda. Se encontraban en el extremo de una calle, frente a ellos los edificios se abrían para dejar lugar a una plaza rectangular —Este parece un buen lugar —indicó el líder al resto antes de dirigirse hacia el monumento que se erguía en el centro del sitio.
Era una estatua de considerable tamaño, un hombre de bronce sostenía un libro en alto y cuatro niños, de un color tan oscuro como el de él, lo acompañaban sentados a su alrededor. Esto hacía que la base sobre la que se hallaban tuviera bastante lugar como para albergar a varias personas y, dado que estaba todo montado sobre una base de piedra algo elevada, sería un buen punto desde el cual observar todo el perímetro y una natural defensa contra los muertos, por lo menos esa fue la explicación que Miguel le dio al grupo antes de añadir —Descansaremos aquí para el mediodía. Asegúrense de reponer energías que será un día muy largo.
Jasón y Lisa volvieron a apartarse del resto, tomando para sí una de las esquinas de la plataforma. Mark podía entender que todo lo que habían vivido esos últimos días fuera una experiencia que cambiara sus vidas, que la conmoción y el impacto eran muy fuertes y les exigía estar unidos, pero aún así se sintió algo abandonado. Su hermana y su mejor amigo eran una pareja y como tal debían apoyarse el uno al otro, lo cual hacían perfectamente, ¿pero qué había de él?
Se acercó a Miguel que discutía algo con Javier a los pies de la estatua del libro, aunque más que una discusión era un monólogo de un hombre curioso que preguntaba una y mil cosas al militar, quien sólo respondía con gruñidos y monosílabos. No demasiado entusiasmado por pasar su almuerzo junto a esos hombres pasó la mirada por la anciana que estaba abajo, haciéndose cargo del infante. No le apetecía acercarse a ellos, por horrible que sonara en su cabeza. Por último reparó en la opción restante: la muchacha de negro. Ella se había vuelto a distanciar del resto, sentándose al otro lado de la plataforma, dando la espalda a la escultura.
Mark se aproximó a ella con lentitud, más que nada por dudar de si debía hacerlo o qué debía decirle. Finalmente se sentó a su lado —Nunca dijiste tu nombre... —fue la frase de entrada que escogió, no obstante la chica no contestó, sino que se limitó a dedicarle una fría mirada que luego corrió. El chico de cabellos castaños comenzó a sentirse nervioso, ¿qué había hecho mal? Su experiencia con mujeres era casi nula, siempre había sido demasiado tímido para acercarse a ninguna. Sacudió su cabeza mentalmente: no era eso por lo que quería conversar con ella, no sentía ninguna atracción por esa chica tan ruda y fría, ni siquiera era el estilo de persona que hubiera imaginado como su pareja ideal; sólo necesitaba conversar con alguien. Con cualquiera. Por lo menos eso era lo que seguía repitiéndose en una y otra vez.
La joven se levantó sin procurar palabra y se dirigió hasta Miguel, enfrascándose en la planificación que allí se llevaba a cabo. Mark sintió cierta opresión en su pecho, no pudo hacer nada más que quedarse sentado, solo y mudo, mientras comía una ensalada enlatada.
—¡Estamos relativamente cerca del centro! —Se lo escuchó gritar a Javier. No había sido mucho el tiempo que pasaran juntos, pero en esas horas había mostrado una tendencia a la disconformidad a la idea de que Miguel Belmondo fuera el único portador de armas, se sentía inseguro y desde su punto de vista necesitaban más potencia de fuego si querían sobrevivir.
—No necesitamos librar una campaña por limpiar las calles —lo sermoneó Belmondo. La discusión empezaba a tomar forma cuando un lejano retumbar los interrumpió.
—Gente... —llamó Mark con la voz algo quebrada y señalando en la dirección que encaraba. El resto del grupo se giró para observar qué ocurría.
Por una de las calles venía caminando una figura de gran tamaño, superaba los cuatro metros con facilidad y mostraba una contextura de lo más robusta. Llevaba el torso al descubierto, enseñando su fornida musculatura. A diferencia del resto de los caminantes no parecía estar tan degradado, salvo por el color pálido y verdoso.
—¿Qué mierdas es eso? —Preguntó por todos la muchacha de cabellos negros y violetas. Belmondo ordenó a todos acuclillarse para no revelar su posición, sin embargo aquella monstruosidad seguía avanzando dispuesta a cruzar la plaza en la que se encontraban y Agatha no había conseguido subir al chico a tiempo, por lo que seguían abajo, pegados a la base de la estatua.
—Sea lo que sea que está reviviendo e infectando a la gente, está cambiando demasiado rápido... —se expresó Miguel, a lo que Jasón buscó sacarle alguna otra explicación— Algo más está ocurriendo aquí —fue todo lo que alcanzó a decir.
El inmenso hombre seguía su trayectoria firme y constante, sostenía un cuerpo en la mano derecha, zarandeándolo de un lado a otro como si de un trapo se tratara. Así siguió hasta detenerse a unos cuantos metros del monumento en el que todos se ocultaban.
—Creo que nos ha notado —habló Javier sin preocuparse por ocultar el miedo en su voz.
Miguel llamó la atención de todos con un susurro —No podemos quedarnos más aquí, tendremos que movernos antes de que acorte la distancia— nadie espetó nada—. Me ocuparé de llamar su atención, entonces aprovechen para huir: corran hacia la calle opuesta y busquen donde esconderse, me reuniré con ustedes luego.
Mark no pudo evitar pensar que estaban escuchando al militar por última vez. Sabía que la propuesta del mayor era un suicidio, pero también sabía que no había otra opción. Debían huir, y tal y como la unidad de Francesc le había dicho, ese hombre pelearía por ellos hasta el último aliento. Quiso decir algo, proponerle una alternativa, pero nada brotó.
El Heracles que los amenazaba estiró su cuello para escudriñar mejor el lugar donde se escondían —¡Ahora! —Gritó Miguel al percatarse de que habían sido descubiertos. Saltó hacia abajo y corrió unos pasos al frente mientras que los civiles a los que protegía huían por el otro lado. El gigante soltó un aterrador aullido y se lanzó en carrera hacia Belmondo, sorprendiéndolo con una agilidad que no esperaba encontrar en un cadáver ambulante.
Miguel correspondió al monstruo soltando otro fuerte grito y disparó una ráfaga con la metralla que Cesc le había brindado, mas no surtió efecto alguno en la criatura. El terrible ser se abalanzó sobre el militar con zancadas dignas de un animal cazando y, con el dorso de la mano izquierda, le propinó un golpe que lo aventó a unos siete metros de distancia, hasta chocar con un banco.
—¡Miguel! —Gritó Mark, desesperado, dejando su carrera.
—¡¿A qué esperas, estúpido?! —Lo llamó la chica de negro, captando la atención del monstruo que emprendió una furiosa caminata hacia los civiles detenidos. La muchacha, presa del pánico, comenzó a correr tan rápido como le fuera posible, separándose del resto del grupo. El pequeño tropezó al tiempo en que sufría un ataque de tos, Agatha intentando contenerlo. El gigante se detuvo, girando la cabeza y alternando la vista entre los distintos y diminutos humanos que se movían a sus lados.
Javier tomó la delantera y se esfumó dirigiéndose hacia la calle predispuesta por el militar. —Jasón —llamó el castaño a su amigo. Lisa tiraba del brazo de su novio, buscando llevárselo de aquel lugar; pero él miraba a Mark decidido, quien volvió a dirigirle la palabra —, toma a Miguel y llévatelo —. El morocho asintió sin chistar y, en contra de lo que su novia deseaba, acompañó a su amigo hasta donde estaba el derribado militar.
—¿Qué están haciendo, idiotas? —Protestó el hombre cuando vio llegar a Jasón. Oyeron el aullido de la monstruosidad de fondo: había decidido ir a por el blanco en movimiento más próximo.
La muchacha de negro brincó entre los juegos de los niños, aprovechando su agilidad para escurrirse entre los caños y fierros del “fuerte” infantil mientras que el enorme monstruo golpeaba con furia cada cosa que encontraba en su camino, acortando la distancia que lo separara de su objetivo. Estaba a pocos metros de ella cuando una serie de proyectiles impactaron en su espalda.
Dejó de buscar a la chica y se dio la vuelta para concentrar toda la atención que su estado pudiera otorgarle en el joven que lo había atacado. Mark sostenía la metralleta que Miguel había dejado caer al ser golpeado —¡Huye! —Le ordenó a la muchacha. Ésta no lo pensó dos veces y aprovechó la oportunidad para escapar.
Sabía que quien hiciera de cebo para dejar escapar a los demás estaría muerto desde que oyó el plan de la boca de Miguel. Y aún así ahí estaba, había corrido a auxiliar al hombre dispuesto a sacrificarse y se hallaba en frente de aquel ser que los mataría a todos de lo contrario. ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué no había escapado como Javier? ¿Acaso no le importaba su vida? No era tiempo de plantearse nada de eso
El gigante le arrojó el cuerpo que cargaba, aunque éste cayó a un metro de distancia. Fue entonces que Mark lo notó: el cuerpo se movía, poco, pero se movía.
—Es uno de los suyos...
El monstruoso cadáver aulló una vez más, no obstante Mark no le permitió actuar. Quien sabe si por miedo, prudencia o ingenio, el joven disparó sin cuartel contra el monstruo, dispuesto a descargarle todas las balas. Su perseguidor se propulsó en una nueva carrera cuando el arma del chico se trabó de repente.
El joven desesperó, golpeó la metralla con fuerza y la sacudió, como si eso fuera a resolver el asunto. Y para su propia sorpresa lo hizo: volvió a disparar una última ráfaga. El arma le dio una patada demasiado fuerte, saliéndosele de control y empujándolo hacia atrás. Uno de esos perdidos tiros impactó en la cara del monstruo, obligándolo a detenerse mientras se aferraba el rostro con las manos.
Mark no podía creerlo, era demasiada su fortuna. Esa sucesión de milagros le habían abierto la posibilidad de escapar también. Fue entonces que los notó: Agatha y el pequeño seguían allí, paralizados.
La criatura bajó sus brazos revelando un ojo completamente ensangrentado. Chilló con un grito gutural que resonó por toda el área. Estaba agitado y desorientado, buscando con el ojo sano de un lado a otro hasta que finalmente se detuvo en el mismo dúo que observaba Mark perplejo.
El castaño lo notó: la mole avanzaba una vez más, pero no era él su objetivo. ¿Qué debía hacer? ¡Iba a machacarlos! Era la oportunidad para escapar, ahora que el gigante no le prestaba atención pero... ¿quería salvarse a costa de la vida de otras personas? Fue en un arrebato que superó su ingenio que corrió detrás del monstruo, gritando y disparando las últimas balas que quedaban en el arma: ya lo había hecho una vez, convertirse en el objetivo de esa cosa; no tenía motivos para no volver a intentarlo.
El Hércules se paró antes de aplastar a la anciana y al niño, completamente enardecido por aquella minúscula criatura que le había causado tantas molestias. Soltó otro grito y fue tras el chico castaño. Miguel y los demás vieron a Mark ser perseguido hacia una de las calles que discurrían hacia el oeste, de la cual empezaban a emerger una peligrosa cantidad de caminantes atraídos por los fuertes ruidos producidos en la plaza. Jasón por su parte fue al encuentro de Agatha que se había puesto en marcha de nuevo.
El castaño maldijo al ver la ola de zombies delante de él, pero no tenía muchas alternativas. Nunca había sido demasiado deportista, por lo que su condición física pronto llegaría al límite. Esquivó al primero de los muertos que vino a su encuentro mientras escuchaba el acelerado retumbar de los pasos del gigante.
Se vio envuelto por un grupo de más de diez zombis, mas no titubeó, siguió y valiéndose de toda la adrenalina que no había usado en su vida salió airoso de la pandilla de cadáveres y dobló en un callejón. Se percató de que las pisadas detrás de él cesaban y el potente aullido volvía a suspenderse en el aire. Se aventuró a asomarse, sorprendiéndose por ser tan osado en lugar de continuar escapando. El Hércules que lo había perseguido desataba su furia contra los otros caminantes, ciertamente no discriminaba entre vivos y muertos. Si tenía que matar, mataba... o remataba.
Jasón lo vio salir por una callejuela y lo llamó, dándole un fuerte abrazo cuando llegó hasta él —Pensé que te habíamos perdido— le dijo y lo soltó —Vamos, los demás esperan.
Entraron en una tienda abandonada tras soltarse el caos en la ciudad. Era un bonito local de artículos para la pesca.
Lisa brincó sobre su hermano al verlo, estrujándolo como nunca lo había hecho en su vida y rompiendo en llanto, aunque esta vez de pura alegría.
—¿Cómo te encuentras? —Preguntó Mark al militar cuando éste se le acercó.
—No fue nada demasiado grave, me quedé sin aire por el golpe pero el chaleco me protegió de quebrarme varios huesos. De todos modos, no creo que sea yo de quien debamos preocuparnos, chico, lo que has hecho fue una locura —dijo el militar en forma de regaño, el castaño bajó la mirada. Ciertamente no esperaba que le hicieran un desfile por su hazaña, pero tampoco era esa la actitud que había imaginado.
Salió de sus cavilaciones al recibir unas palmadas en el hombro —Buen trabajo— dijo el militar antes de regresar al fondo de la tienda junto con Javier, donde tenían un mapa desplegado.
Agatha había estado esperando, se acercó después de Miguel, con los ojos empañados en lágrimas y le dio un abrazo. No encontraba palabras suficientes para agradecerle. Cuando se separaron, notó que esta vez era la muchacha quien lo observaba a él. Ella desvió la mirada.
Siguió charlando con Jasón y Lisa mientras que el líder dilucidaba el siguiente paso. Luego de un momento extrañamente normal para la situación en que se encontraban, la pareja se distanció del resto, como habían tomado el hábito de hacer.
Fue entonces que la muchacha de negro se acercó a Mark —Vanessa— el chico la miró sin entender —. Mi nombre— él iba a contestar cuando una voz se impuso a todo el grupo:
—Está decidido —habló Miguel desde la parte trasera del local, golpeando con su palma sobre el mapa—, iremos a la armería del centro —Javier se mostraba de lo más feliz por la noticia, parecía haber logrado imponer su argumento.
—Nos hemos quedado sin nada con lo que protegernos, y si hay más de esas cosas sueltas por la ciudad no tendremos ninguna oportunidad de sobrevivir.
El resto del grupo asintió en silencio. El siguiente movimiento a hacer estaba escrito.
El legado de Templar vive a través de ese Hércules (?) Bueno, pero sí, esa bestia nos la dejó él para lidiar xD Así que me queda esperar que lo hayan disfrutado y que cualquier nota, crítica, tartas que no le dieron a Yuske, chanclas voladoras que esquivó, me lo envíen sin dudarlo! | |
| | | Izanagi
Mensajes : 11 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Lun Jun 12, 2017 8:26 pm | |
| Disculpen la demora, me re olvidé!! Pongo mi entrega, me estoy por ir a dormir pero si mañana me acuerdo comento lo tuyo Manto!! - Spoiler:
Día 4, 00:01
En un rincón de la azotea la joven temblaba sin cesar, a pocos metros el rifle que Elton le había encargado cuidar descansaba en el piso, tirado sin cuidado por Carena.
Sus manos apretaban con fuerza sus rodillas mientras se mojaban por la interminable catarata de lágrimas que caía de su rostro.
Había matado a una persona por primera vez, ya nada sería lo mismo para ella.
Día 3, 17:33 Reynald empezó a correr, el ruido de un disparo proveniente de dentro del local de seguridad significaba dos cosas, primero que Carena estaba en problemas y segundo que si él había logrado escuchar el disparo no dudaba de que los zombis también lo harían, dejándole poco tiempo para el escape.
Con una patada abrió la puerta frontal, al mismo tiempo que en su mano llevaba el revolver que le quedaba listo para disparar. Su cabeza revoloteó por la sala aumentando su impaciencia al no ver a la joven. Descartó el frente del local ya que no creía que Carena estuviera allí así que sin titubear entró al local donde los guardias privados guardaban sus armas.
A pesar de la adrenalina pudo detenerse al abrir la puerta y ver como la joven estaba aparentemente bien. Esta miraba absorta al radio de onda larga que utilizaban de central para comunicarse con sus Walkie Talkie.
- ¿Qué mierda pasó que disparaste?- preguntó Reynald recuperando la compostura, la joven se sobresalto un poco al ver a su compañero al igual que al ver la reacción que tenía.
- Lo siento es que estaba dada vuelta y esta cosa empezó a funcionar y me asusté- contestó Carena con sinceridad mientras se colgaba la mochila llena de las armas que allí había.
- Mierda, tenemos que irnos ya o pronto este lugar estará lleno de zombis- refunfuñó Reynald sin escuchar realmente lo que la joven había dicho- ¡¡Vamos apresúrate!!- le insistió.
- Acaba de hablar un hombre- repitió la joven señalando a la radio- ¡Necesita ayuda!- agregó.
-¿No te llegó el mail?, El mundo se vino abajo todo el mundo necesita ayuda, y si no nos vamos ya nosotros también la necesitaremos- le contestó Reynald con agresividad, no era de su agrado abandonar a una persona pero no podían darse el lujo de perder el tiempo intentando descifrar si lo que la joven había escuchado era real.
- No voy a abandonarlo- agregó con firmeza la joven- Dime como puedo usar esta radio y luego puedes irte, volveré con esta persona a tu casa lo más rápido posible- decidió Carena.
Reynald se sorprendió ante las palabras de la chica, no por la intención bienintencionada de ayudar al desconocido sola sino por la firmeza que demostraba al decir esas palabras, Reynald podía notar que no bromeaba y eso un poco lo asustaba.
- Está bien- aceptó luego de lanzar un insulto al aire al mismo tiempo que buscaba por los costados de la radio, al pasar unos segundos su manos volvieron a él con tres walkie talkies en ella- Usaremos estas cosas para comunicarnos con este tipo, pero lo haremos en mi casa y pensaremos bien en un plan para ayudarlo, ¿te parece bien?- preguntó.
- Si- afirmó la chica volviendo a sonreír- muchísimas gracias Reynald- agradeció la joven mientras se acomodaba todo lista para irse, luego pareció recordar algo y llevó su mano a la cintura tomando el machete que antes le había entregado- Será mejor que lo lleves tú. - No te acostumbres a este trato- le contestó Reynald mientras tomaba el arma en cuestión- Ahora si, vayámonos de acá, ¡¡Ya!!- ordenó saliendo de la habitación, Carena lo siguió cerca, ahora sólo tenían que volver sin que ningún levantado los viera.
Día 2, 22:27
- La han mordido, mordido y tu no hiciste nada más que arrojársela a los muertos- le acusó Gladis mientras entraban al callejón, allí los cuatros supervivientes del grupo pensaban reagruparse e intentar escapar de la situación que se enfrentaban.
Desde que habían salido de su escondite habían estado peleando contra los muertos vivientes sin tregua, casi dos horas completas de corridas, disparos, golpes y gritos. Esas dos horas habían bastado para que el otro miembro femenino del grupo, Susana, cayera en dominio de los zombis.
- ¡¡Cerrá la boca!!- le gritó Richard a la enérgica joven, que no paraba de reprocharle la reciente baja del grupo- Si te muerden se acabó, ya estaba muerta… deberías agradecerme que hice lo que hice o sino tu también serias parte de ellos- le contestó.
- ¿Agradecerte?- preguntó Gladis consternada- ¿De verdad tienes tanta mierda en el cerebro como para pensar que voy a agradecerte algo?- la joven se veía realmente afectada y la adrenalina de la situación no ayudaba a calmarla- Quiero que sepas que si esas cosas no te matan yo lo haré- le amenazó antes de darse vuelta y dirigir su mirada a quien hacía guardia- ¿Abraham cuantas cosas de esas quedarán vivas en la calle?- preguntó.
- Hey chiquita tú no me amenazas así y después sigues como si no fuera nada- con un brusco movimiento, Richard desenfundó su revolver apuntando a la joven que quedó estática al sentir la amenaza del hombre- ¡¡Ahhhh, así me gustas más!!, calladita, calladita… eres un pedazo de mierda bastante molesto, no importa lo buena que estes- le dijo, luego posó una perversa sonrisa en su cara- No te pienses que no te voy a cojer, te voy a hacer que quieras haber sido comida por esas cosas y después sí te voy a matar.
- ¿Richard que mierda tenés en la cabeza?- preguntó Abraham entre sorprendido y asustado al ver como el supuesto líder de su grupo apuntaba a Gladis, al escuchar esas palabras movió el cañón un poco para la izquierda apuntando al hombre.
- Mejor te callas tú también- le indicó, el hombre asintió con su rostro con un pánico fácilmente remarcable en su rostro- Sí estamos en esta situación de mierda, es por ustedes, ¿y donde está este ti…- la voz de Richard se detuvo al sentir el frío metal en su espalda- Hijo de puta- murmuró enojado.
- Te dijimos que era una mala idea lo de salir, no nos escuchaste y perdimos a Susana- la voz de Abdou provocó un gran alivio en Gladis y Abrahán, quienes ya temían ante Richard- Ahora cuando te das cuenta que estabas equivocado no se te ocurre nada mejor que intentar matar a todos y violarte a la chica, ¿Qué tan enfermo eres?- preguntó sorprendido- Gladis, sácale el arma- sin dudarlo ni un segundo y con poca delicadeza la joven le quitó la pistola que tenía- No te vamos a matar- le aclaró- pero sino vas a seguir con nosotros y te vas a quedar acá metido hasta que nos vayamos- indicó.
- Mejor sea que me mates porque te llego a encontrar y los muertos serán tu menor preocupación- le amenazó Richard a pesar de la pésima situación en la que se encontraba.
- Vete a la mierda- Gladis antes de escupirle la cara y superarlo, luego se reunión con Abdou. Abraham sólo lo miró, negó con su rostro y lo dejó.
- Hay una puerta trasera- Adbou disparó dos veces contra la chapa delantera del edificio llamando la atención de todos los zombis a esa zona- Nos vamos.
Día 3, 18:00
- Entiendo lo que dices, pero en este momento mi prioridad está en la vida de este grupo, no en los que estén afuera- se quejó Lemacks ante la propuesta de Carena de ir a salvar a los desconocidos- La última vez que estuvimos afuera casi morimos, es más Elton lo hizo- le recordó- Dime una razón porque que tengamos que salvarlos.
- Mira la idea me pareció tan mala como a ti desde el principio, pero no podemos negar que necesitamos más gente- habló Reynald, hasta para él era una sorpresa estar a favor de la idea- Si hay un momento para hacerlo es después de tomar las armas del almacén.
- ¿Tenemos alguna forma de saber si esas personas son buenas?- preguntó Selena, no quería dejar a nadie afuera sin embargo el miedo que le producía el exterior era grande e influyente para ella.
- No podemos dudar, esa gente necesita nuestra ayuda si se las negamos es lo mismo que matarlos nosotros- se expresó convencida Carena, los tres adultos miraron a la más joven con culpa, todos sabían que ella tenía razón sin embargo la realidad había cambiado tanto que ya no sabían como actuar.
Como por arte de magia en el momento más álgido de la discusión una nueva voz se hizo presente, asustándolos al principio aunque luego llamando poderosamente su atención.
- ¡¡Mi nombre es Adbou!!, yo y dos personas más estamos en el exterior rodeados por los muertos- partiendo desde el walkie-talkie la voz del misterioso era escuchada por todo el grupo- ¿Alguien me copia?- apurada Carena se lanzó hacia el comunicador, sin embargo Reynald lo alcanzó primero, al mismo tiempo que con un adusto gesto le indicó a Carena que tuviera paciencia.
- No atiendas- le recomendó Samuel, aunque su tono de voz parecía una orden en realidad el esposo Lemacks tenía tantas dudas como los demás sobre que forma de proceder para solucionar el problema.
- Sí ustedes no quieren ayudarlo lo haré sola, pero no me pongan la sangre de esas personas en mis manos- agregó Carena- Dios lo puso en nuestro camino para algo, esta puede ser nuestra cruz como puede ser algo más en nuestras vidas, una esperanza.
- ¿Alguien puede escucharme?-
La posibilidad de que se encontraran con malas personas era grande, no podían confiar en cualquiera sólo porque estén a punto de morir. La situación a la que habían llegado convertía a cualquier en un posible enemigo.
- Por favor si hay alguien, necesitamos su ayuda-
Además estaban los “levantados”, hordas de muertos vivos que amenazan con matarlos en cada esquina. En poco tiempo había destruido una de las grandes metrópolis mundiales, ¿Cuánto durarían si se preocupaba por cada persona que esté en la calle?
- ¿Cuánta comida tenemos?- preguntó Reynald a Selena quien se había auto designado como la responsable de las provisiones del equipo.
- Eso no será un problema- le contestó Carena anticipando a la respuesta de la mujer- Hay decenas de casas abandonadas de camino a tu comisaría, tendremos comida por un tiempo- le recordó la chica antes de agregar- Tarde o temprano necesitaremos más comida y para conseguirla necesitaremos más gente, sino quieres salvarlos porque es lo correcto sálvalos porque los necesitas- Reynald miró a la joven que tenía enfrente, y pensó cuanto había cambiado desde que la había encontrado yendo a la boca del lobo cuatro días antes.
- ¿Hay alguien?- preguntó nuevamente la voz.
- Escúchame bien y no hables a menos que yo te lo diga- de un momento a otro Reynald tocó el botón necesario y se dispuso a hablar por el aparato- ¿Quién eres?- preguntó.
Por unos segundos hubo silencio desde la otra línea, cosa que sorprendió levemente a Reynald quien creía que el tipo contestaría desesperadamente, en cambio recibió una respuesta calmada y pensada previamente.
- Mi nombre es Adbou- respondió- Estoy con otras dos personas, íbamos en un grupo más grande pero hubo- la voz del hombre se detuvo por un segundo, haciendo pensar a Reynald lo que había ocurrido- problemas- “detalló”- necesitamos ayuda.
- ¿Ayuda para qué?- preguntó Reynald- ¿Por qué piensan que los demás tienen una mejor situación que la tuya?- re preguntó el retirado militar, sabía que no debía haberles contestado, y aunque tuviera la posibilidad de cortar la comunicación entendía que ya no podía desligarse de esas personas, por eso necesitaba toda la información necesaria antes de proseguir.
- ¿Está todo el mundo metido dentro de un helicóptero destruido en medio de una calle repleta de muertos?- respondió el tal Adbou con otro pregunta.
- Dime donde estás e intentaremos sacarlos, te advierto una cosa somos muchos y tenemos armas, si esto es una trampa se van a arrepentir- le explicó Reynald, Samuel lo miró con aprobación ante la amenaza, Carena no agregó nada, le bastaba con que los ayudaran.
- ¿Cómo puedo confiar en ti?-
- Porque no tienes otra opción- respondió con voz seca Reynald.
Día 3, 23:02
El filo del cuchillo de Reynald se clavó en los sesos de uno de los muertos vivientes terminando con su segunda vida, detrás de él Carena aún se sobresaltaba cada vez que mataban a uno de ellos. Samuel se encargaba de otro con un fuerte golpe de su bate, la última camada había sido de seis levantados pero los dos hombres habían sido suficientes para acabar con ellos.
Carena, Reynald y Samuel habían salido de la seguridad de su hogar para dos cosas: Rescatar a los extraños y asaltar la armería del centro.
- ¿Entonces tomamos las armas y vamos a salvar a Abdou?- preguntó Carena curiosa del plan que llevarían a cabo, al mismo tiempo que intentaba cambiar el tema de conversación y sacarse la imagen del cráneo aplastado por Samuel.
- No- negó Reynald- Los lugares están cerca uno del otro, más bien a pocas cuadras de distancia, opino que hagamos las dos cosas al mismo tiempo- propuso.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Samuel confuso ante las palabras de Reynald- No podemos estar en dos lugares a la vez, ¿como podemos hacer las dos cosas al mismo tiempo? - Tú entrarás a la armería al mismo tiempo que yo me encargo de salvar a esas personas- respondió el ex-militar- Sí esto es una trampa será mejor no llevar las armas pesadas o se las quedarán ellos, además es mejor que vaya uno de nosotros porque necesitará ayuda de afuera- agregó- Si algo sale mal te necesitaré a ti y a la chica con las armas de allí- explicó.
- Entiendo, no es mala idea- accedió Samuel aunque se notaba que no estaba totalmente convencido, una extraña idea cruzó su mente sin embargo pronto la desechó de su mente- pero si estamos solos nadie cuidará nuestras espaldas- le recordó.
Carena miraba a los hombres discutir el accionar del grupo, realmente estaba demasiado nerviosa allí fuera como para dar su opinión. El pensar del grupo de personas indefensas sumado a la cantidad de muertos vivientes que había allí le parecía escalofriante, ¿Cuántos humanos quedarían vivos?, ¿qué había pasado con su familia y amigos?, pensamientos como esos cruzaban la mente de la chica en los peores momentos.
- Ahí entra la chica- con la voz de Reynald la atención de Carena volvió a la conversación entre él y Samuel. El hombre levantó su brazo y señaló un gran edificio que estaba a su derecha- Apuesto hasta a mi madre que desde allí puede verse todo, desde el camino hasta la armería como el camino hasta el supuesto helicóptero- explicó Reynald- ella se encargará de vigilar todo y nos avisará cualquier cosa extraña, ¿puedes hacerlo verdad?- le preguntó directamente.
- Sí- dijo Carena decidida, a pesar de que no estaba arrepentida de su decisión si se sentía un poco responsable de que Reynald hubiera decidido ayudar, él le había salvado la vida en la iglesia y junto con Elton se habían asegurado de que salieran de allí, le debía demasiado y necesitaba pagar esa deuda.
- Bien- afirmó Reynald antes de sacar dos walkie-talkies más y dárselo a cada uno- la línea 1 es la que está alineada con la gente del helicóptero, por eso nos comunicaremos con la línea 2- dijo mostrando el interruptor del costado que servía para cambiar de canal- Carena si tienes que comunicarte conmigo usa la línea 3 y para usarla con Lemacks utiliza la línea 4, tenemos que estar concentrados así que la línea 2 sólo utilícenla cuando sea algo que le importe a las dos personas, sino utilicen las personales, ¿está claro?- Carena y Samuel asintieron- Bien, sube por allí apenas estés arriba comenzaremos a trabajar- le dijo a Carena, esta empezó a moverse hacia la escalera de emergencia sin embargo el brazo de Reynald la detuvo- y recuerda, sin disparos- le indicó tendiéndole el cuchillo.
La joven la tomó con dudas, luego después de la ayuda de Samuel sirviendo de apoyo llegó a alcanzar la escalera de emergencia, la cual lentamente empezó a subir.
Día 3, 23:33
- No vendrán, nadie se jugaría a salir a esta locura por unos desconocidos- afirmó Gladis desde el fondo del helicóptero que poco tiempo atrás había sido el culpable de todos sus problemas.
Los tres sobrevivientes se habían refugiado en los restos del vehículo luego de separarse de Richard y enfrentarse a una nueva horda de zombis, aunque en su momento había sido buena idea esconder allí dentro una vez que los muertos vivientes habían decidido quedarse por los alrededores el helicóptero de guarida se había convertido en su tumba.
- Dijiste que nadie contestaría el mensaje y lo hicieron, ten fe- le recordó Abrahán a su lado, Abdou era el que más cercano al exterior se encontraba vigilando todo el tiempo la milagrosa aparición de sus supuestos salvadores.
- Aunque vengan tienen que tener un ejército para salvarnos, ¿no viste cuantos de esas cosas hay?- le respondió la mujer- No pasaremos de esta noche- agregó desanimada- estamos condenados.
- Algo raro está ocurriendo- la voz de Adbou llamó la atención de sus dos compañeros obligándolos mirarlo.
- ¿qué quieres decir?- preguntó Gladis acercándose al moreno- Yo no veo nada raro- declaró la chica.
- Hay menos de ellos- le respondió- algo está ocurriendo- repitió.
Día 3, 23:25
La pequeña piedra voló desde el callejón impactando con el muerto y obligándole a ponerle atención, la criatura no tardó en abandonar la calle principal guiada por la dirección donde acaba de ser golpeada.
El frío metal del cuchillo de Reynald se incrustó en su cráneo ampliando ya la lista a diez los cadáveres que allí acaban de morir.
El hombre buscó algo más que pudiera lanzar para llamar la atención de uno de ellos sin embargo ya la piedras se le habían acabado y cualquier otra cosa que utilizara sería percibida por la veintena de zombis que ocupaban la calle.
- Necesito alejarlos de alguna manera- pensó para si mientras con infinita cautela entraba a calle, escabulléndose detrás de los autos que estaba allí aparcados.
La amplia calle contaba con algo así de diez autos estacionados y dos más en la mitad de la calle. Seguramente sus conductores habrían decidido que cuando los muertos se levantan no eran demasiado importantes las normas viales. Las veredas estaban ocupadas por pequeñas tiendas, algunas había tenido el tiempo suficiente a ser cerradas, otras sin embargo permanecían abiertas, como si la rutina mundana siguiera su curso.
El estrellado helicóptero rodeado de levantados era el sello macabro de la situación, más a sabiendas de que dentro de él tres personas permanecían escondidas, rezando por sus vidas.
- Estoy a pocos metros del helicóptero- se comunicó Reynald por primera vez desde que habían abandonado su hogar con Adbou y su pequeño grupo-¿Cuál es su situación?- preguntó.
- ¿Has sido tú quien alejó a los muertos?- la respuesta del extraño venía cargada con una pregunta que incomodó a Reynald, ¿cómo entre tantos muertos había logrado vislumbras que desaparecieran unos cuantos?
- Sí, ya te dije que somos bastantes- mintió- Ya puede empezar a entender que pasará si…
- No es un trampa- le cortó el hombre- y a menos que hayamos contactado con un grupo de elite del ejército no creo que hubiera sido posible que con todos los zombis que hayan aquí no hubiera encontrado a una persona al menos de un grupo grande- contestó el hombre- No tienes nada que preocuparte de nosotros- aseguró.
- Este tipo es más listo de lo que pensé- murmuró para si previo a contestarle- Tengo una visor por los techos pero después estoy sólo- le explicó obviando apropósito que Samuel estaba consiguiendo las armas- Conseguiré una manera de alejar a los levantados sin embargo ustedes tendrás que escapar rápidamente, cuando escuchen la señal, esperen veinte segundos y corran derecho, hasta alcanzar el callejón que encuentren a su derecha, pase lo que pase espérenme ahí.
- ¿Cuál es la señal?- preguntó Adbou.
- Aún no lo se- respondió para si Reynald mientras con precaución pasaba de un auto a otro, ingresando a uno de los que estaba estacionado en la mitad de la calle. Desde allí tenía una vista privilegiada de lo que ocurría y al estar los vidrios polarizados desde afuera era imposible que tanto zombis como humanos pudieran verlo a simple vista.
Sacando unos binoculares que había tomado de su casa apuntó su vista hacia el helicóptero logrando ver a una persona negra espiar desde allí.
- Así que tú eres Adbou- murmuró complacido de poder ver por fin a uno de los extraños- Mierda, no puedo ver a sus compañeros- agregó al verse imposibilitada la vista debido los destrozos que había producido el choque del vehículo volador con el suelo.
Al intentarlo vanamente de nuevo Reynald decidió enfocarse con los zombis, intentando descubrir una manera de obligarlos a alejarse del helicóptero. Con la experiencia de las campanas de la iglesia se había asegurado que si algo los movilizaba era el sonido.
Su primera idea fue activar alguna de las alarmas de los locales que había en la calle para dirigir la atención de los zombis hacia un lugar más alejado que el helicóptero, sin embargo al darse cuenta que la energía había desaparecido en esa parte de la ciudad tuvo que descartar esa posibilidad.
Luego se le ocurrió que el ruido de romper una ventana podría llamar su atención, sin embargo desechó la idea al darse cuenta que ese ínfimo ruido no lograría acaparar la atención de veinte de ellos.
Cuando ya estaba a punto de rendirse con la idea del sonido una última opción cruzó por su mente. Su mirada se posó en uno de los autos que estaban en la otra punta de la calle, superando el helicóptero, no cualquier auto sino que se trataba de un Audi.
Reynald sabía que un auto de alta gama como ese debía tener una alarma de seguridad y al tener los coches batería propia, y no depender de la electricidad de la ciudad, tendría que estar aún en funcionamiento.
Con cautela tomó una roca y se acercó unos metros más al helicóptero logrando de esa manera acercarse también a su nuevo objetivo. Luego de asegurarse que ninguno de los muertos había notado su movimiento empezó a calcular la distancia como también la fuerza necesaria para romper el vidrio del auto, y de esa manera activar la alarma.
Luego de unos momentos previos lanzó la roca, la cual impactó con el vidrio destruyéndolo por completo y, de esa manera permitiendo el ingreso de la piedra al interior del auto.
1, 2, 3, 4, tuvieron que pasar cinco segundos antes de que la alarma del auto empezara a sonar, logrando calmar los nervios del retirado militar. Tras el sonido la mayoría de los zombis empezaron a acercarse al auto, alejándose del helicóptero y dejando a sólo dos de ellos en el medio del camino.
Reynald sonrió mientras se levantaba dispuesto a acabar con los dos zombis restantes, ya pronto Adbou tendría el camino libre para el escape.
Sin embargo mientras se levantaba, Reynald no notó que bajo su pie había una mano humana…
- ¿Estás adentro?- la voz de Carena sonó cerca del micrófono del comunicador, dirigida exclusivamente al canal donde se encontraba Samuel.
La chica había actuado de vigía mientras Samuel sorteaba a los zombis que estaban fuera de la armería, sin embargo sus capacidades de visión dejaron de ser útiles al entrar el hombre al local, impidiendo a la chica poder seguirlo con su mirada.
- Si, estoy en la puerta- contestó el hombre- Esperaré un poco antes de avanzar, quisiera saber cual es la situación de Reynald antes de emprenderme en la exploración de este lugar, no me gustaría encontrarme a un grupo de zombis yo sólo aquí dentro- le explicó.
- Perfecto, entonces iré a ver que tal Reynald- le comunicó la joven, mientras se alejaba de un lado del techo y se dirigía al opuesto, el cual tenía a la vista a Reynald- Parece que no puede seguir eliminándolos uno por uno- murmuró al ver como su compañero se escabullía hacia el auto que estaba en la mitad de la calle y empezaba a ver la situación con cuidado.
Pasaron unos minutos cuando Reynald tomó la roca y se acercó aún más al helicóptero, y un minuto más cuando lanzó la roca accionando la alarma del auto, provocando de esa manera la distracción para los levantados.
- Reynald es el mejor- murmuró para si contenta al ver como su plan había dados sus frutos y sólo dos zombis habían quedado frente al helicóptero. Con velocidad Reynald se encargó de los dos y miró al helicóptero.
Una sonrisa cruzó el rostro de Carena al notar que todo parecía estar saliendo bien y que pronto la gente de Adbou estaría salvada, sin embargo la sonrisa desapareció pronto al ver como un zombi se levantaba desde donde segundos antes Reynald se había escondido y, por su espalda se acercaba a atacar al militar, quien no notaba nada de lo que pasaba.
- ¡¡Reynald cuidado tienes uno en tu espalda!!- gritó Carena accionando el walkie-talkie sin embargo un sudor frío invadió todo su cuerpo.
- ¿De qué estas hablando Carena?, sigues en mi línea- la voz de Samuel fue lo peor que ella pudo oír debido a eso significaba que Reynald no había oído su advertencia y que seguía a merced del zombi. Tenía que hacer algo y ya.
Tanto Gladis, como Abraham y Adbou saltaron sorprendidos al escuchar el ruido de la alarma del auto, como también los pasos de los zombis que se alejaba del lugar. Envalentado por la situación, Adbou salió del vehículo disfrutando de la grata imagen de Reynald acabando con el último zombi que estaba delante de ellos.
- ¡Vamos tenemos que salir, esa fue la señal!- les dijo con un susurro, pero al mismo tiempo enérgicamente, a sus compañeros quien sin dudarlo siguieron al hombre- ¡Tú debes ser… oye cuidado!- gritó al ver como un muerte viviente se lanzaba hacia el cuello de Reynald con la intención de clavar su mandíbula en la carne.
Con esfuerzo sacó el cuchillo del cráneo del levantado, antes de clavárselo en el del otro zombi y de esa manera liberar a los supervivientes del helicóptero. No pudo evitar sonreír satisfecho al ver como aparecía Adbou fuera del destrozado vehículo y como tras de él aparecían dos personas más. Tal cual como les habían dicho. Tal vez era verdad y todo terminaría bien entre ellos.
Sin embargo esa optimista idea desapareció al ver el rostro desencajado de Adbou mirando hacia detrás de él, alerta Reynald giró encontrándose con el ya inevitable destino. El zombi le mordería, no tenía tiempo para reaccionar.
El potente y seco ruido de un disparo llamó la atención de todos, incluyendo a los muertos. Sorpresivamente tanto para Reynald como para Adbou y compañía el cráneo del zombi había volado en pedazos debido a que una bala se había incrustado en su cerebro.
Ninguno atinó a reaccionar de ninguna manera, ni siquiera cuando los zombis los vieron por primera vez y se lanzaron contra ellos. Claro que debido al sonoro ruido de la alarma de autos la veintena había aumentado de número y que el disparo sólo habría ayudado a que más de ellos vinieran a ver que pasaba allí.
El mismísimo Reynald estaba temblando aún por la experiencia y su cerebro aún no recapitulaba que había pasado allí. Sin embargo la voz de Adbou lo sacó de su ensueño y lo obligó volver a la realidad.
- ¡¡Tenemos que irnos!!- le gritó el moreno que ya estaba delante de él- ¡¡No podemos quedarnos o nos mataran!!- dijo refiriéndose a la horda de muertos que ya iba en su búsqueda. Reynald lo miró y asintió con su rostro, dispuesto a tomar el mando del grupo.
- ¡¡A la armería!!- indicó antes de empezar a correr justo donde Samuel lo esperaba, Adbou y compañía le siguieron rápidamente sin detenerse ni un segundo. No fue difícil esquivar a los zombis que se interponían en su camino, sin embargo el verdadero problema era los que tenían detrás.
Más de cien zombis se agolparon contra la armería al ver como el grupo había ingresado a ese lugar. Con velocidad bloquearon las puertas sin embargo habían salido de una trampa para entrar en otra.
- Samuel, ¿dónde estás?, estoy con la gente nueva dentro de la armería, estamos rodeados por zombis- le dijo Reynald por el comunicador. Gladis, Abraham y Adbou permanecieron callados ante el hombre, no sabía que ocurriría a continuación pero no quería parecer peligrosos de ninguna manera.
- Estoy en el almacén del local- la voz de Samuel sonó irritada y preocupada, generando una mala espina aún mayor para Adbou- No fuimos los únicos que se les ocurrió la idea de venir aquí- agregó- Tenemos compañía…
Día 4, 00:01
En un rincón de la azotea la joven temblaba sin cesar, a pocos metros el rifle que Elton le había encargado cuidar descansaba en el piso, tirado sin cuidado por Carena.
Sus manos apretaban con fuerza sus rodillas mientras se mojaban por la interminable catarata de lágrimas que caía de su rostro.
Había matado a una persona por primera vez, ya nada sería lo mismo para ella.
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| | | yuske Admin
Mensajes : 13 Fecha de inscripción : 06/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Miér Jun 14, 2017 11:21 pm | |
| Ufff sorprendentes las entrega. La tensión que se siente en la entrega de iza es tan grande... y lo que se viene... Sin mencionar la aparición del heracles, sabia que aparecería en el hilo de manto pero no me acordaba en que parte y pues me ha ganado la aparición. Quiero considerar que la entrega que les presento a continuación es igual de intenso a lo ya visto. Ademas os aviso que en este hilo ya se ve material nuevo y comienzo a los arcos de mis hilos... tambien tiene una sorpresa, la cual leerán y de la que hablaré al final de la entrega. sin mas preambulo mi entrega numero nosecual. - Un soldado:
Fecha desconocida
Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos, trataba de tranquilizarse de alguna manera de pero ello parecía ser imposible. Se tiró al piso gateando, paso a través del hueco que alguien había hecho en una reja de malla. No era la primera vez que lo hacía y seguramente no será la última, por lo que jamás estuvo tan contenta con la pequeña y delgada constitución de su cuerpo como lo ha estado desde que inicio todo ese infierno. Se levantó con dificultad, el barro bajo sus pies casi le hace caer de cara al suelo, más consiguió guardar el equilibrio. Rápido, corrió hacia la parte trasera de la casa a cuyo jardín se acababa de colar, deseando que estuviese abandonada. Pasó junto a la voluminosa figura de un estante de herramientas y algunos cachivaches más hasta llegar a la puerta trasera, la cual como era de esperarse, estaba cerrada. Miró hacia a un lado, encontrándose con una ventana, trato de ver al interior de la casa a través de ellas, más la cortina que le cubría se lo impedía. Sin embargo, no parecía estar tapeada, por un instante se sintió atrapada pero pronto recordó la navaja en su bolsillo.
Con ella trató por unos segundos forzar la cerradura de la ventana, tal como Edgar le había enseñado antes de que esos seres demoniacos le asesinaran. La hoja de la navaja entro en el espacio entre la venta, no sin dificultad tras unos segundos consiguió quitar el seguro y abrirlas. Rauda se apoyó en ella y se metió de cabeza apresurándose a poner a salvo. Cerró la ventana nuevamente y se alejó de ella despacio. Fue en ese momento en que afuera escuchó sus pasos. Sin pensarlo entro a una de las habitaciones y se arrojó al piso, cerca de la pared, sentía su cabeza estallar y su respiración agitada. Se llevó una de sus manos a la boca tratando de mitigar el ruido que hacia su respiración. A fuera se escucharon más pasos, así como el ruido de la reja de malla agitarse. Sollozó por un momento temerosa, más se regañó mentalmente por ello instantes después. Estaba atrapada y solo ella podía salvarse a sí misma.
-
La oscuridad rodeaba a su visión, más que poco a poco se fue volviendo una nublada claridad, el dolor que recorría su cuerpo le había impidió caer inconsciente. Se encontraba aturdido por lo que comenzó a tantear a su alrededor comprobando que se encontraba tumbado sobre el techo de la humvee.
-¿Estáis todos bien?- Preguntó el hombre al mando.
-Acabamos de volcarnos Cesc, ¿Crees que estamos bien?- Contestó Isis- ¡Hey! Más cuidado donde pones la mano, idiota – Añadió para Thiago al sentir su mano apoyarse en su trasero.
-Lo siento- Se disculpó el moreno notablemente aturdido.
-Yo podría decirte lo mismo a ti hermanita- Puntualizó Osiris con un hilo de voz – Te estás apoyando en el “Legado”.
-Ni que fuera la gran cosa, solíamos ducharnos juntos –Dijo moviéndose.
-Tengo la impresión de que has dicho algo perverso a lo que pudiera sacar provecho para una buen chiste, pero no lo he entendido- Comentó Thiago desconcertado.
-¿Rubén cómo te encuentras?- Pregunto Cesc al percatarse que el susodicho era el único que no había hablado- ¿Rubén? – Insistió.
Preocupado, y no sin dificultad alguna, Francesc giró la cabeza hacia donde creía que estaría el conductor, encontrando al hombre atrapado entre el asiento y el volante en una mala postura y sangrante.
-¡Dioses! Rápido tenemos que ayudarlo- Declaró el líder y se apresuró a salir a rastras del vehículo para hacer algo de espacio.
La rapidez con la que se había movido para salir de la humvee la había mareado tanto que le costó ponerse en pie. Despacio y con mucho cuidado, Cesc se incorporó y al alzar su vista se llevó la gran sorpresa de ver a aquella criatura tumbada apenas escasos metros de ellos.
Cesc le observó con detenimiento, al parecer había caído por la colina al tratar de seguirles mientras ellos rodaban por ella, de forma que terminó por estrellarse contra un muro que limitaba una privada residencial, el cual atravesó causándose algún daño en el proceso. La criatura soltó un berrido al ver a Cesc, quien reaccionó disparando una ráfaga de metralla hacia ella, no obstante las balas parecían apenas hacerle rasguños. El mutante trató de extender los tentáculos que surgían de su lomo hacia el militar, más una ráfaga de balas adicional se lo impidió.
Cesc detuvo sus disparos por un instante descubriendo así que Isis disparaba desde el otro lado del vehículo mientras que Thiago y Osiris trataban de liberar a Rubén. La bestia trató de incorporarse, más al apoyarse en una de sus patas dejó escapar un nuevo berrido, esta vez de dolor, el cual derribó de nuevo a la criatura al suelo. Cesc se sintió ligeramente aliviado en ese momento y tomó conciencia de lo afortunados que eran, si había alguna oportunidad de neutralizar a aquella bestia, esa era.
-¡Granada!- Gritó el Líder alertando a sus compañeros y lanzó el explosivo justo debajo de la cabeza de la criatura.
El artefacto explotó golpeando con fuerza la cabeza esquelética de aquella criatura más solo pareció embravecerla más. Una segunda explosión, está provocada por la granada de Isis, le golpeó de nuevo casi al instante aturdiéndolo al punto en el que aquellos tentáculos no parecían responderles.
Ante aquella oportunidad, Isis avanzó sin dudarlo hacia la criatura. Cesc incapaz de impedírselo abrió fuego de cobertura para impedir que aquellos tentáculos se desplegaran. La deformada trompa de lo que había sido un elefante se estiro hacia la chica tratando tomarla por una de sus piernas, mas esta logro evadirla saltando hacia la enorme cabeza de la bestia sobre la cual cayó, e inmediatamente disparó a quema ropa sobre la nuca de la criatura hasta que esta dejó de chillar y moverse.
La joven dejó escapar un suspiro de alivio por unos segundos al igual que su capitán, no obstante aquella sensación se desvaneció al recordar la situación de Rubén. Ambos corrieron de vuelta a la humvee donde Thiago y Osiris había conseguido liberar a Rubén, más este no parecía estar en condiciones de continuar.
-¿Qué tal está?- Pregunto Isis.
-Mal- Declaró su hermano- Se ha roto una pierna y creo que algunas costillas.
-Además tiene fragmentos de vidrio incrustados en el rostro.- Agregó Thiago.
-No podemos continuar así, debemos refugiarnos y recuperarnos.- Habló Cesc.
-No quiero parecer pesimista, pero dudo que Rubén pueda recuperarse. –Se sinceró Osiris.
-No lo digo solo por él- Habló Cesc y se retiró el casco sorprendiendo a todos al dejar al descubierto una herida abierta en la sien, causada por el propio casco- Yo también lo necesito. – Terminó y pareció desplomarse más Isis le sostuvo.
-Será mejor que vayamos dentro de la privada y busquemos donde curar nuestras heridas antes de continuar. – Dijo Isis.
-Yo no lo creo- Resonó una voz grave y gruesa detrás de ellos.
Los lobos negros giraron su vista hacia sus espaldas encontrándose con un hombre maduro y regordete, de cabellos grises y un bigote poblado que sostenía un revolver hacia Cesc y era respaldado por un numeroso grupo de personas igualmente armados.
-Será mejor que nos entreguen sus armas o le volaré la cabeza a este. No bromeo.
La unidad permaneció inmóvil ante la duda, sin embargo, estaban en clara desventaja y la mirada de aquel sujeto indicaba que iba enserio. Lentamente comenzarón a despojarse de sus armas dejándolas en el suelo, sabiendo que, con Rubén y Cesc herido cualquier movimiento en falso podría ser el malo.
-Muy bien – Dijo el hombre regordete- Ahora vendrán con nosotros y nos responderán algunas cosas. ¡Muévanse!
-Tendrán que ayudarnos- Dijo Isis- Él no puede moverse, tiene una pierna rota y quizás unas costillas. Necesita una camilla.
El hombre volteo a ver a Rubén y una expresión de fastidio se dibujó en su rostro. De pronto y sin vacilación alguna alzo su arma contra el militar mal herido y la acción tres veces acertándole en la cabeza.
Thiago, Osiris e Isis se quedaron pasmados ante aquel suceso inesperado. Tanta fue la impresión que demoraron un instante en reaccionar.
-¡Eres un maldito hijo de puta! – Bramó Osiris y trató de abalanzarse contra el hombre, más uno de sus acompañantes lo intercepto con un golpe en el rostro. Thiago intento intervenir sin embargo él también fue golpeado antes de que pudiera dar siquiera un paso.
-¡Osiris! ¡Thiago!- Gritó la chica.
-Suficiente- Intervino de pronto Cesc con un hilo de voz.
-Pero Cesc…- Trató de protestar Thiago más cayó al ver las lágrimas contenidas en la severa expresión de su capitán.
-He dicho suficiente- Reafirmo el líder del escuadrón.- No podíamos hacer nada por él. Rubén era un buen soldado y ha muerto como tal. Él sabía que podía pasar, así que será mejor que ustedes lo comprendan por que pudo habernos pasado a cualquiera de nosotros. Y en cuanto a ti - Se dirigió a quien parecía liderar al otro grupo de civiles- Puede que en este momento seamos tus prisioneros, pero te aseguro que no olvidaré esto que has hecho.
-
Una fuerte exclamación surgió entre el ruido de los pasos seguida de una risotada y un golpe. Aquella risa, corrupta y despiadada, hizo que Azihara se encogiera de temor y sollozara en silencio. Su cuerpo comenzó a temblar impotente al tiempo que su mente se cuestionaba que tan cruel debía ser con ella el destino como para evadir tantas veces una las más terribles muertes, y en su lugar terminar apresada por los más terribles seres.
Otro golpe se escuchó afuera y a una voz vanagloriarse, mas no era la única pues pronto una más rompió el silencio preguntando por ella. Una respuesta negativa fue sucedida por el estrepitoso sondo metálico de unas herramientas al caer. Alguien en su enfado había derribado el cajón de herramientas por junto al que había pasado. Ello asusto más a Azihara, pues entendió que estaban más cerca de lo se imaginaba.
Perturbada ante su destino su puño se aferró con fuerza alrededor de su navaja, sopesando la idea de terminar con todo eso y aceptar el regalo de la muerte. Tal vez, con suerte cuando se levantase de nuevo, si es que lo hacía, aun quede algo de sí misma. Más la hoja de su navaja jamás atravesó su piel. Aunque su mano la sujetaba con fuerza, esta le temblaba. Simplemente no tenía el valor de arrancarse la vida. No podía. Y la resignación ante el miedo y el horror le inundo cuando escuchó la ventana tratando de ser forzada. Pronto la espantosas imágenes de su destino llegaron a su cabeza, más aun así permanecía inmóvil, incapaz de clavarse aquel filo.
Los gritos despectivos de aquel hombre pidiéndole salir llegaron hasta sus oídos. Y sin más dejo caer su navaja y se encogió tomándose las piernas con los brazos hacia su pecho, lagrimas le empaparon las rodillas y el recuerdo de la cabeza rota y ensangrentada de Edgar a los pies de esos salvajes le llego a la mente, junto con la promesa de todo lo que le harían pues ahora ella era de su pertenencia. Escuchó la ventana abrirse y con ello maldijo entonces a los dioses, maldijo a la vida, maldijo al destino y a su crueldad, pero sobre todo maldijo a los hombres.
-¡Con un coño!- Exclamó aquella perversa voz tras la que se escuchó un lamentoso quejido- ¿Y ese de donde ha salido? ¡Ven a acá muchacho, necesitaremos otro par de manos!
Azihara escuchó como la persona que estaba frente a la ventana se apartaba de ella, y salía corriendo hacia sus diabólicos compañeros. Aquella era su oportunidad, aun podía huir. Tan rápido como pudo, recogió su navaja y se apresuró a ir hacia otra se las ventanas y salir por ella. Mientras que lo hacía escuchaba los rugidos de una bestia y el llamado de un monstruo.
-¡Apresúrate acá, Logan!
Espero que les haya gustado y si seguramente es impacto y se estén preguntando algo como ¿Yuske que carajo estas haciendo? bueno, les explico - spoiler:
es enserio, solo leanlo si ya vieron la entrega - spoiler:
estan advertidos - Spoiler:
La inclusión/mención de Logan en el hilo se debe a dos razones:
Quería hacer una mención a la parte de templar forma de homenaje/recuerdo.
Tengo una idea de como incluir de forma resumida los aportes que hizo templar a la historia, seria mediante flashback y no solo un vil copypaste.
En su tiempo hable mucho con templar de lo que sería su hilo (y lo que seria del mio) si bien no me dio detalles explícitos si me comento muy bien la linea que quería seguir y e punto al que queria llegar con su trama.
Conozco las aguas de esa trama, por lo que si estan de acuerdo puedo proceder a llevarla de la manera que les comenté. Si no es asi, no hay ningun problema en que quede como una referencia.
Por ultimo quiero agregar que ademas de eso que comente en el spoilers ya tengo en mente otros dos arcos para despues del de la hidroelectrica. en todo caso, espero sus respuestas. Saludos. | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Jue Jun 15, 2017 3:40 pm | |
| Ayayayayayayayay tantas cosas quiero decir que no sé ni por dónde empezar... Rubén :'( Cuando comenzó la entrega de Yuske, admito que no entendí muy bien lo que estaba pasando, el nombre de Edgar me sonaba y me sigue sonando (no recuerdo si salía en el hilo de Templar), pero ya para el final cuando menciona a los hombres despiadados y horribles que la perseguían, empecé a emocionarme, más cuando llaman a un tercero y estallé con la revelación. Sí. Sí y mil veces sí. No me quedó claro si lo manejarás al paralelo o si lo integrarás a tu hilo, Yus, pero dale adelante. Y ahora entiendo a qué te referías con el legado de Templar En cuanto a Cesc, creo que recuerdo un poco de la siguiente parte y luego ya no tengo recolección de qué sucedía en tu hilo. Como siga leyendo probablemente recuerde algunas cosas, pero de momento es como que será todo nuevo para mí. De la entrega de Iza recordaba casi todo a la perfección, y me acuerdo además un poco de la siguiente entrega... ¿por qué será? jaja Ese momento del día 4 a las 00:01 creo que es donde finalmente se rompe algo dentro de Carena y comienza su transformación. Jojo, tanto por venir! Como quedé cebado ya mismo me voy a poner a trabajar en mi próxima entrega, si todo va bien, este mismo finde la cuelgo. Ya quiero llegar a donde nos habíamos quedado que tengo serios planes para mi hilo! | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Sáb Jun 17, 2017 11:39 am | |
| Bueno, da inicio la ronda 6. Y no sólo la ronda seis, sino también el segundo cruce de hilos! Montones de personajes se encuentran por primera vez y el infierno se les desata encima! Por otro lado, hay varios cambios y novedades que estoy seguro notarán. Espero que les agrade. Unas cuatro páginas, más o menos, fueron agregadas en esta entrega. Así que búsquense un cafecito, o un té con galletas, porque tienen un montón para disfrutar! - Ronda 6:
Después del peligroso episodio vivido con el gigante que los hubo encontrado en la plaza, descubrieron que los lugares abiertos ya no eran seguros ni ventajosos para adelantarse y anticipar el movimiento de los muertos ambulantes. Por lo que en su camino al próximo destino, la armería, avanzarían con sumo cuidado y evitando tantas avenidas como les fuera posible. Sólo debían recorrer dos kilómetros hasta el centro, pero dado el sigilo con el que actuarían y las vueltas que darían por diversas callejuelas, tardarían poco más de una hora. O por lo menos así lo habían previsto.
Antes de salir en su misión se aseguraron de descansar y reponer energías en la tienda de pesca. Asombrosamente ese resultó un lugar más tranquilo del que esperaran. Motivados por el obrar heroico de Mark, y la buena disposición mostrada por los dos muchachos trabajando en equipo, los ánimos y la unión en el grupo, aunque casi innotable, se habían afianzado. Incluso se permitieron entablar conversaciones triviales y despreocupadas de la actual situación mientras continuaban su interrumpido almuerzo.
—Entonces, chico, ¿qué hacían ustedes antes de que este maldito infierno se desatara? —Preguntó Miguel al muchacho de cabellos castaños mientras extraía con un tenedorcillo de plástico los restos de atún que quedaban en la lata. Los acompañó con un trozo de pan no demasiado duro.
Mark rio, sin expresar si era por humor u otra cosa —Íbamos de vacaciones con nuestros padres, pero nosotros decidimos quedarnos aquí unos días —señaló a su hermana para incluirla—. En realidad estábamos de paso cuando todo esto sucedió.
Jasón notó cómo su amigo evitó mencionar que se habían quedado allí porque él los había invitado a hacerlo, y de pronto reparó en que de haber un culpable del horrible cambio sufrido en sus vidas, ese era él. Aunque nunca hubiera podido prever lo que iba a suceder, no podía evitar sentirse responsable.
Miguel soltó una risa, comprendiendo que la del chico había sido puramente irónica —Menuda suerte les ha tocado—. El resto del grupo, Javier y Vanessa, atendían en silencio. Agatha se había apartado para cuidar del niño.
—¿Qué hay de ti?— Preguntó Jasón al militar. Ninguno de ellos sabía exactamente por qué estaba él allí, aparte del hecho de que los protegía y guiaba. La realidad de su misión era un misterio que sólo a Francesc le había confiado.
Belmondo suspiró, como temiendo que le hicieran esa pregunta pero resignado a que en algún momento sucedería. El gesto no pasó desapercibido para Mark, quien lo hubo visto, desde el silencio y oscuridad de aquella azotea, conversar con rostro serio y hasta desencajado con el capitán de la unidad encontrada. Notó que la muchacha de negro observaba a Miguel con un gesto similar al suyo, tal vez se hubiera dado cuenta también de algo.
—Digamos que la que era mi misión ya no importa... perdí al resto de mi unidad al poco tiempo de entrar en la ciudad.
El grupo se quedó en silencio, quizá esperando a que Belmondo les contara algo más, entonces el pequeño sufrió un ataque de tos y a Mark no se le escapó la mirada seria y sombría que Miguel le dedicó. Una vez Agatha pudo contenerlo, el silencio regresó; sólo que estaba vez cargado de incomodidad.
Acabada la comida se dispusieron a salir de nuevo a las calles. No era una idea que les entusiasmara demasiado, pero era lo que debían hacer. Extrañarían la comodidad del local de pesca y los pocos momentos tranquilos que hubieron pasado en él.
Las calles resultaron más silenciosas de lo que esperaban, quizá el gigante se había ocupado de ahuyentar a los caminantes de la zona. De cualquier forma, agradecieron su suerte, aunque no sin sentir que algo no encajaba.
El camino les resultó, al menos hasta la mitad, tranquilo y sencillo. No tuvieron demasiados encuentros con cuerpos ambulantes ni se cruzaron con ningún terrible monstruo. La confianza del grupo parecía elevarse.
Sin intención alguna, o muy a propósito en su subconsciente, Mark disminuyó el paso para quedar próximo a la joven de mechones violetas. Ella no escapó como lo hubiera hecho en el pasado, sino que los dos continuaron avanzando en un pulcro silencio. Eso, de alguna manera, alivió al muchacho. Tal vez la fría chica empezaba a tener un poco de respeto por él, después de todo le había salvado la vida.
Aún titubeó un poco antes de hablar —Durante la comida no has dicho nada... Me preguntaba, ¿cuál es tu historia, qué hacías antes de... todo esto?
Ella no respondió de inmediato, no obstante tampoco mostró signos de hastío o rechazo, de hecho no expresó nada más que silencio. Su mente era indescifrable para Mark.
Al cabo de unos momentos se dignó a contestarle —Te estoy agradecida por lo que hiciste allí en la plaza. De verdad. Pero eso no nos convierte en amigos ni nada, así que por favor deja de molestarte— e incrementó el paso para alejarse del impactado muchacho que no supo cómo reaccionar siquiera. Y antes de que pudiera pensar nada, el pequeño al cuidado de Agatha se desplomó en otro ataque de tos.
—¡Necesita medicinas! —Chilló la anciana, que había estado administrándole las que el amable Rubén le dejara, pero ya no le quedaban más. La tos continuó y a ella se sumaron como en coro los gemidos de dos cadáveres que salieron de un kiosco.
—¡Muévanse, muévanse! —ordenó el militar, mientras tomaba un letrero del local y lo usaba para golpear al más cercano de los cuerpos. El grupo entero consiguió escapar sin mayores problemas. Se refugiaron en una joyería que exhibía piedras preciosas tras vidrios blindados. El establecimiento contaba con un segundo piso tal vez reservado para empleados, en algún otro tiempo había sido una casa, ahora remodelada. Subieron y se encontraron con una pequeña terraza desde la que podían observar toda la calle. Por fortuna para ellos, ningún zombi los había seguido.
Por tercera vez en la misma hora, un ataque de tos azotó al pequeño que presentaba un rostro pálido y una frente ardiente.
—Es suficiente —sentenció Miguel Belmondo, a la par en que sacaba el arma de su funda y apuntaba directo a la cabeza del niño—. No podemos seguir así.
Tanto Agatha como Lisa gritaron, Mark se sobresaltó al igual que Javier y Jasón intentó aproximarse a los dos, interviniendo.
—¿Qué estás haciendo? —medió el morocho con las manos.
—En este momento es una carga. Si hubiera habido más muertos allá atrás, nuestras vidas podrían haber terminado ahí —expuso el militar, nadie podía objetar nada contra eso—. Y es sólo cuestión de tiempo hasta que se convierta en una de esas cosas. Al menos yo no lo quiero cerca cuando eso ocurra.
—¡Eso no lo sabes! —reprochó Lisa, a lo que Agatha añadió:
—Está enfermo, ¡necesita remedios! Si vamos a una farmacia o a un hospital...
—No tenemos elementos para ir recorriendo toda la ciudad —contestó Miguel, haciendo referencia a las municiones.
—¡Pero sí para matar a un niño inocente! —Estalló Lisa. Miguel se mordió el labio inferior y bajó el arma.
—Va a convertirse en uno de los monstruos, ya no es un niño —volvió a exponer.
—No tenemos pruebas de eso, ¿o sí? —Se aventuró Mark. Jasón estaba inusualmente callado, luego de su primera reacción. Por el otro lado, ni Javier ni Vanessa se habían atrevido a intervenir.
—Les dije que uno de los civiles que rescaté antes de ustedes se convirtió en uno ante nuestros propios ojos, y se cargó al amigo de este —señaló a Javier, que no tuvo más opción que asentir. El silencio se apoderó de todos, quebrado únicamente por la respiración ronca del pequeño en cuestión.
—Dejémoslo.
Todos se voltearon a verlo. Javier había hablado casi para sí mismo, pero la palabra no había pasado desapercibida para nadie. Comenzó a ponerse nervioso bajo el escrutinio de todos los presentes. No supo muy bien qué hacer de las miradas de los hombres, o de la muchacha rebelde, pero en los ojos de Lisa encontró una mezcla de asco y enfado; y en los ojos de Agatha vio temor.
—Yo sólo decía... no me hagan...
—No. Tienes razón —habló el líder del grupo. El rostro de Lisa se transfiguró.
—¿Vas a abandonarlo? ¿Abandonar a un niño enfermo? ¡Es lo mismo que matarlo! ¿Eres un asesino? ¿¡Eh!? ¿¡Eres un asesino!? —Explotó la joven.
—Hermana... —intentó calmarla el castaño, pero ella no lo escuchó. Agatha abrazaba al pequeño.
—¿¡Y qué quieres que haga!? —Respondió el militar, alzando la voz— ¡Puede que sea dentro de una hora, o mañana, o en cualquier momento, pero ese chico se convertirá en un monstruo y cuando lo haga, matará a alguno de nosotros, si no nos cuesta la vida a todos! ¿¡Quieres tú arriesgarte a ser la primera!?
Lisa no contestó.
El silencio se volvió a apoderar de aquella terraza.
—Voy a seguir adelante —habló por fin el rubio que portaba la única arma en el grupo—. Mi prioridad es sobrevivir y salir de aquí. Si quieren venir: partimos en media hora. —acabó por decir y bajó las escaleras hacia el negocio. Javier lo siguió sin demasiada reflexión, y lo mismo hizo la muchacha de negro.
Agatha, Jasón y los dos hermanos se quedaron allí parados, acompañados por un silencio ominoso. El morocho miró a su novia que ardía en cólera, luego cruzó miradas con Mark. Desde el principio había intuido la línea de pensamiento del militar.
—Lis... —llamó a la chica, que le devolvió una mirada empañada. Estaba completamente enfadada con Miguel, como líder que era, esperaba que solucionara ese problema, que cuidara a todos como lo había prometido, pero le había fallado. A la hora de tomar la decisión difícil, ¡había optado por escapar y abandonar a un niño indefenso! Al menos eso era lo que se repetía en la cabeza.
Mark por su parte no había vuelto a hablar. Veía los dos lados de la discusión y le carcomía las entrañas. No podía culpar a Miguel. Tampoco quería abandonar la moral que hacía al mundo, pero una vez más el mundo había probado ya no tener moral. Las cosas se habían tornado de blanco y negro: ¿sobrevivir o no sobrevivir? Si colocaba todo en la balanza, la respuesta estaba clara, pero no podía dar el paso.
—Lis, vamos —habló Jasón, sacando a la chica del mundo de su cabeza. Lisa lo miró con los ojos como platos. ¿Había escuchado bien? ¿Su novio le estaba exhortando abandonar al chico? Apretó los dientes. No quería. Si lo hacía, si lo dejaba ahí, era lo mismo que desechar su humanidad. Era matarlo ella misma... Apretó los puños. ¿Quedarse a cuidar de un niño enfermo al que apenas había conocido hacía un par de días y cuyo nombre ni siquiera sabía, o seguir al militar para salir de la ciudad y salvar la vida? Su novio no había dicho nada más, pero estaba claro que ya había arribado a una respuesta.
—No podemos dejarlo aquí solo —dijo Agatha, que era la que más afecto había cobrado con el pequeño—. No se va a convertir en nada, sólo esta enfermito —continuó, tratando de ganar la simpatía de los presentes. Jasón se puso más serio:
—No lo sabemos. Ninguno sabe qué está pasando, o por qué, pero sí sabemos que en cualquier momento podemos morir... y yo no quiero tentar a mi suerte.
Las palabras de Jasón eran convincentes, Mark no pudo negarlo. Quizá era lo mejor... no, era lo mejor. Era lo único que podían hacer.
Lisa se sentía completamente impotente. No podía tomar una decisión. Quería salvar a ese chico, pero también quería vivir.
—Vamos —volvió a hablar el morocho, y la tomó gentilmente por la muñeca.
—Hagamos una votación —propuso de pronto Agatha, viendo ya que los demás estaban cediendo y se marcharían. Pero no había nada que votar, eso no era una democracia, sólo eran un puñado de personas.
Lisa volvió a ponerse rígida cuando Jasón tiró de ella. Lo miró con lágrimas en los ojos. Era imposible que abandonara a un chico. No, ella no haría eso. Pero Jasón había decidido marcharse, y no dejaría que ella se quede ahí. Sí, Jasón la estaba forzando a dejar al niño. Él había tomado la decisión por ella, sin dejarle ninguna opción... No sabía si podría perdonarlo alguna vez.
Los muchachos estaban prontos a bajar las escaleras cuando oyeron un llamado desde atrás:
—No podemos dejarlo —dijo Agatha con un hilo de voz. Se sentó en la esquina de aquella terraza y envolvió al pequeño con sus brazos.
—Agatha —la llamó Jasón—. Hay que seguir, hay que sobrevivir...
—No. No lo voy a dejar —respondió la anciana con las lágrimas brotando de sus ojos pálidos y cansados.
Javier se paseaba nervioso por el negocio, mientras Miguel y Vanessa miraban por las vitrinas, asegurándose de que ningún cadáver ambulante rondara por los al rededores, cuando unos pasos descendieron por las escaleras. Jasón apareció guiando a una devastada Lisa. Mark apareció pocos segundos después y se paró junto a una de las mochilas con raciones. La tomó y regresó arriba. Nadie objetó nada.
Agatha se recogía sobre el niño, sollozando. Alzó la vista cuando el muchacho se le acercó. Lo miró con ojos suplicantes, pero él evitó la mirada. Se agachó cerca y apoyó una mochila con suministros. Sin decir más, dio la vuelta y regresó por donde había venido. Una vez abajo, el grupo abandonó el local.
Mientras se alejaban por una calle perpendicular, Mark no pudo evitar pensar que quizá Agatha fuera el último ser humano en Saint Christine.
Continuaron sin siquiera intercambiar palabras. No parecía que hubiera nada que pudieran decir. ¿Tenía siquiera sentido hablar de lo ocurrido? El castaño apuró un poco el paso. Iba a dirigirse a Miguel, necesitaba descargarse; estaba a punto de recriminarle cómo le había resultado tan fácil dejar atrás al pequeño... entonces se percató de los ojos vidriosos del militar. La mandíbula apretada y el gesto concentrado y comprendió la idiotez que estuviera a punto de cometer. Volvió a la retaguardia justo para notar a su hermana soltarse de Jasón y marchar distanciada de él.
Transitaban un callejón cuando el líder del grupo los hizo detenerse a todos. Quietos en el angosto pasaje donde se encontraban, se limitaron a atender a sus alrededores: al cabo de unos segundos se percataron de un ruido tras unos tablones que dividía con el patio de una casa incrustada entre dos altos edificios de ladrillos grises.
Miguel asió su mágnum, de la cual contaba con pocas municiones ya, y, luego de hacer una seña con su mano para que el resto del grupo se quedara en el lugar, lentamente se introdujo por la puerta que los separaba de aquel terreno. Algo en el sonido que los llamó le decía que no se trataba de simples cadáveres caminantes.
Grande fue su sorpresa cuando se encontró con tres personas: dos hombres y una muchachita de no más de quince años. Se hallaban protegidos detrás de una barandilla, uno de ellos, un muchacho con el cabello teñido de rojo y parado en forma de llama, sostenía un fierro con el que hubiera amenazado a Miguel si éste no tuviera consigo un arma de fuego.
—¡No nos haga daño! ¡Le daremos todo lo que nos queda!
Belmondo dudó, el grupo parecía bastante asustado, a pesar de la mirada desafiante del sujeto pelirrojo. La adolescente lo observaba con sus ojos bien abiertos, y el mayor de los tres comenzaba a salir de su escondite, en un esfuerzo por dialogar con él.
Comprendió que el trío encontrado no habría pasado por ningún agradable momento por lo que, intentando disminuir la tensión, soltó el arma dejándola colgar del dedo y llevó las manos a los lados —¿Por qué iba a hacerles daño? —Preguntó, atento al tipo de respuesta que obtendría y cómo sería dada.
—Un maldito hijo de puta nos asaltó hace unas horas. La gente está loca y los que quedan se cagan en los demás —El muchacho, quien no tendría más de veintiún años, habló con su sucia boca y empuñando todavía el fierro que apuntaba a Miguel, sin tener la más remota idea de lo mucho que esas palabras acababan de golpear al hombre.
El militar suspiró. Tenía dos opciones: dejar a esa gente a su suerte, o tomarla y sacarla de la ciudad. Tal vez fuera obra del destino, o un dios macabro jugando con él, pero después de la decisión más difícil en su vida le llegaba esta segunda oportunidad. Había aceptado que no podía salvarlos a todos, ¡pero por los mil demonios que lo intentaría! Su resolución se había vuelto más fuerte.
—He de asumir que su condición no es muy buena.
El mayor del trío pareció percatarse de la dirección que había decidido tomar el militar —¿Hay más con usted? ¿Son el grupo de rescate?
Miguel sintió una punzada al oír las palabras “grupo de rescate”, pero lo guardó para sí —No hay grupo de rescate. Pero sí estoy aquí para sacarlos de la ciudad.
El resto del grupo aguardaba a su líder al otro lado de la pared de madera, escuchaban un murmullo al otro lado, por lo que asumían que se trataba de otros sobrevivientes. ¿Se unirían a ellos? No fue demasiada la sorpresa al ver a Miguel regresar por la puerta acompañado por tres individuos. Una chica joven escrutaba los rostros de todos. Otro hombre, de edad similar o mayor a la del propio Miguel, saludó con un gesto de la cabeza. Y por último un muchacho de cabellos rojos que ni siquiera se molestó en reparar en los demás.
—Estas personas nos acompañarán de ahora en más— el tono empleado por Belmondo no dejaba lugar a réplicas. Lisa le dedicó una mirada sombría, llena de veneno. ¿Se atrevía a hacerse pasar por un salvador, después de lo que había hecho? Poco le importó a Miguel lo que la chica estuviera pensando. Se había auto-impuesto una misión y la llevaría a cabo.
El mayor de los tres se presentó como Arthur y la flaca chica, que llevaba el cabello rubio recogido en una coleta de caballo, respondía al nombre de Michelle. El tercero no se molestó en hablar con nadie. Su similitud con Vanessa era algo perturbadora, y poco tiempo pasó desde que reanudaran su camino para que el nuevo muchacho se acercara a la chica de negro.
Algo pesó en el interior de Mark. Le molestaba que así fuera, no tenía ningún motivo para sentir nada por lo que a ella se refiriera, pero no podía evitarlo. Ese joven, aunque recién llegado al grupo, daba la impresión de tener más en común con la muchacha que él.
No obstante el acercamiento del pelirrojo fue de lo más inútil. Vanessa lo ignoró por completo y lo abandonó para marcharse junto con Miguel.
—¿Qué mierda le pasa a esa? —Le preguntó el pelirrojo a Mark cuando éste pasó a su lado. Él se encogió de hombros y se mostró indignado, aunque en su interior sólo sentía alivio y una nueva tranquilidad: ella era fría y distante con todo el mundo, no era así especialmente con él, como lo hubo creído.
Al dejar atrás al bravo pelirrojo, esbozó una estúpida sonrisa que ocultó al instante cuando Jasón se volteó a cruzar palabras con él.
—¿Qué opinas de esta gente? —Le preguntó. Mark no supo responder, la idea de tener nuevos integrantes lo chocaba un poco, de cierta forma ya se habían acostumbrado los unos a los otros, aunque el ánimo se había tornado de lo más tenso e incómodo desde que dejaran atrás la joyería y todo lo ese lugar implicaba. Mas la llegada de estos individuos había diluido en cierta medida el ambiente de pesadez. Eran como una bocanada de aire fresco. Se le ocurrió que no había mejor momento en el que podrían haber llegado.
—No lo sé —respondió.
Disminuyeron un poco el paso al percatarse de un grupo de zombis cruzando la calle delante de ellos, entonces se ocultaron en una galería y aprovecharon la ocasión para explicar bien la situación a los recién llegados.
Michelle, que parecía bastante pegada a Arthur, probablemente siendo éste la única persona en la que confiara, observó a Miguel mientras él explicaba cada cosa. Su gesto indicaba que quería preguntarle algo, pero no se atrevió a hacerlo y el militar, por su parte, agradeció no tener que contestar alguna tontería, él no preguntaría qué deseaba en su lugar.
Arthur asintió, era un hombre positivo, no hacía muchas preguntas y se mostraba dispuesto a seguir las órdenes del líder, entendiendo que la supervivencia dependía de ello. Era casi un antónimo de Javier, quien llegó acompañado por Jasón desde la puerta de la galería.
—Esas malditas cosas no se van— habló irritado—, de hecho llegan más.
Jasón recapacitó un poco, recordando la distribución de las calles —¿Si atravesamos la galería? No nos alejaríamos demasiado de la armería.
Miguel asintió, cuantos más caminantes evitaran, mejor. Y a juzgar por el no muy rancio olor en la profunda galería que atravesaba la manzana de edificios, no deberían encontrar demasiados muertos adentro.
Estando todos de acuerdo, decidieron partir hacia el otro lado del túnel. Las vidrieras de los distintos negocios a los lados del pasaje lucían desiertas, algunas rotas por prematuros saqueos y varias otras manchadas con sangre. No obstante, la presencia de cuerpos ambulantes era nula.
Llegaron al otro lado sin percances, y todos, inclusive el pelirrojo y Vanessa, dieron gracias por ello en silencio.
La calle a la salida de la galería lucía vacía, a lo lejos, aproximadamente a doscientos metros, caminaban unos cuantos zombis. Pero no eran peligro alguno puesto que no los notarían. Los nueve integrantes del grupo abandonaron las puertas de cristal y continuaron por la acera. Los pocos obstáculos y la facilidad con que los habían sorteado asombraba a Miguel. Incluso en ese momento, caminando por una avenida que anteriormente hubieron acordado evitar, veía esperanzado que su llegada al destino predispuesto sería sin contratiempos.
No pudo estar más equivocado.
A tan solo una cuadra, transitando por una avenida perpendicular a por la que ellos mismos iban, apareció un grupo de cinco hombres, vestidos con atuendos similares a los de Belmondo y Francesc.
Miguel se detuvo en seco, el resto del grupo se alegró de encontrarse con más militares dispuestos a ayudarlos y Arthur y Jasón los llamaron a gritos.
Los hombres se detuvieron en el lugar y observaron en su dirección. Uno de ellos agitó un brazo, señalando que los habían notado.
—¡Vamos! —Llamó Jasón con entusiasmo. No obstante Miguel se apresuró y lo tomó del hombro, deteniéndolo en el acto —¿Qué haces?
—Rápido, todos, ¡escóndanse! —Ordenó y obligó al resto a tomar refugio tras una pared.
—¿¡Miguel!? —El llamado sonó claro, aquellos hombres conocían al militar.
—¿Qué sucede? —Preguntó Javier— Por fin encontramos...
—Silencio —lo cortó su líder.
Miguel se asomó por el muro para observar al grupo encontrado, ya solo había tres hombres en mitad de la calle —Maldición.
—¿¡Por qué nos ocultamos aquí!? —Se atrevió a reprochar la muchacha rubia y se abrió paso entre todos para salir del sitio en donde se agrupaban.
—¡Detente! —La llamó Miguel, pero Michelle, movida por el temor del mundo que la rodeaba y la alegría de poder al fin escapar de él, hizo caso omiso a sus palabras.
La adolescente corría por el medio de la calle, moviendo sus brazos y con ojos llenos de emocionadas lágrimas —¡Estamos aquí! —Cuando su cabeza estalló quebrada en trozos. Un poderoso proyectil, de calibre .308, atravesó su cráneo limpiamente y se incrustó en el pavimento, acompañado por un fuerte estruendo que se elevó por los cielos.
Aquellos detrás de Miguel soltaron gritos, tornándose en una marea ininteligible.
—¿¡Por qué!? ¿¡Por qué la mataron así!? ¡Era solo una niña! —Chilló Arthur.
Belmondo mantuvo su fría expresión, aunque se hallaba luchando por contener una cólera asesina que lo inundaba cada vez más y más —Les dije que no hay grupo de rescate.
En la distancia volvió a sonar la voz del mismo hombre que hubo llamado antes —¡Belmondo! ¡No queremos comenzar otra cacería, salgan!
El militar apretó sus dientes —¿¡Para que puedas matarnos a todos!? ¡Ni lo sueñes, Charles!
—¿Qué demonios está ocurriendo? —Demandó saber el pelirrojo. Sin embargo Miguel no contestó.
—Miguel... —el acercamiento de Mark fue mucho más pasivo de lo que cualquiera hubiera esperado en una situación similar.
—Les contaré todo, lo prometo, pero este no es el momento.
Charles, capitán de la unidad encontrada, indicó a los dos hombres que se ubicaban en los tejados de los negocios en frente de la calle que avanzaran. Cercarían y cazarían a Belmondo y los suyos.
—¿Por qué quieren matarnos? —Desesperó Lisa, pero fue interrumpida por la otra mujer del grupo— ¿Qué hacemos ahora? Aquellos dos nos tendrán a tiro muy pronto.
—Maldición, de habernos quedado en esa casa estaríamos a salvo, y Michelle seguiría viva —protesto el joven de cabellos de llama, Jasón lo tomó por el cuello de la musculosa que vestía.
—¡Escucha bien, desgraciado, métete tus estúpidas palabras en el culo si vas a comenzar a lloriquear y echar culpas! ¡Ninguno de nosotros podría haberse imaginado que los militares atacarían a civiles, y de más está decir que quitando eso tampoco hay ningún lugar seguro en esta jodida ciudad! —lo sacudió de un modo más agresivo del que hubiera esperado. La verdad era que se sentía frustrado. Frustrado por lo que habían hecho, y frustrado por Lisa, que no lo ayudaba en lo más mínimo cuando más necesitaba su apoyo.
Los dos se sostuvieron las miradas. La tensión iba en aumento. Los hombres en las azoteas pronto darían con ellos y todo acabaría.
No tenían muchas opciones. Tal vez fuera producto de la buena fortuna que hubo corrido con el zombi gigante, el heroísmo sentido y el gusto que le dio ser reconocido, o tal vez una forma de redención, pero sin siquiera preguntar o proponer nada, Mark se disparó en una carrera que atrajo la atención de los dos soldados.
—¡Mark! —Gritó su hermana, pero el joven no escuchó.
El pelirrojo chistó —El muy cobarde ya está escapando, sabía que era un llorón desde la primera vez que lo vi.
Jasón, en su furia, iba a golpearlo, pero grande fue su sorpresa cuando un puño se le adelantó. Vanessa le dio con toda su fuerza en el rostro y, sin acotar palabra, giró a mirar a Miguel.
El mayor comprendió: —Está imitando la estrategia de la plaza, pero esta vez son hombres pensantes, ¡y uno de ellos es francotirador!
—Deberíamos aprovechar la oportunidad que nos dio —opinó Arthur, recibiendo la aceptación del militar.
—Vamos de regreso a la galería.
Una bala impactó detrás de él y comprendió que no tendría oportunidad. Por un impulso casi ajeno a su ser, un reflejo o un soplo divino, Mark cambió la dirección en que corría de forma muy abrupta, evitando un disparo certero que hubiera acabado con su vida. Saltó y se escondió al resguardo de una cerca de cemento que servía de gran macetero para una serie de árboles plantados hacía no mucho tiempo. Otro disparo voló parte del borde del mismo. Oyó detrás de él que los hombres que quedaban abrían fuego contra el grupo restante.
Arthur, el mayor de todos ellos, quedó rezagado al último y recibió uno de los tiros en el hombro, cayendo a un metro de la entrada de la galería.
Los sujetos dispuestos en plano elevado pasaron su atención al grupo más grande, dando a Mark la oportunidad de abandonar su refugio. Salió despedido y corrió hacia la entrada más lejana de la galería (ésta tendría forma de H). En la calle las balas acribillaron al hombre caído.
Los estruendos cesaron a sus espaldas. Se reunieron con Mark en la unión de los dos pasillos de la galería. El alboroto causado de seguro llamaría la atención de un buen número de caminantes, por lo que ya ningún lugar era seguro.
—Tenemos que llegar a la armería cuanto antes, pronto no se podrá caminar por las calles. ¡Necesitamos armas ahora mismo! —Reiteró Javier luego de recuperar el aliento. Y aunque su actitud comenzaba a exasperar a Miguel, tuvo que admitir que tenía razón. Pronto se verían rodeados por una nueva horda de zombis y, sumándose a eso, una unidad militar pisaba sus talones con el objeto de aniquilarlos a todos.
En las calles Charles guió a los dos hombres que lo acompañaban a reagruparse en la azotea más cercana. Allí, una vez reunidos los cinco, dispusieron su siguiente movimiento.
—Capitán, aún siguen escondidos en el pasaje debajo de los edificios —informó un sujeto de cabello castaño claro. Su piel era pálida y tenía los ojos de un pálido celeste.
Charles se aproximó al borde de la terraza y posó su pie en él, observando la calle debajo: la gran masa de zombis atraída por los fuertes ruidos no estaba muy lejos, y continuaba avanzando sin miramientos.
—Los insectos se encargarán de ellos por nosotros —sentenció—. En este momento tenemos una tarea más importante que cumplir: aún no encontramos a nuestro objetivo. Y la otra estúpida unidad de peleles que enviaron no debería tardar en restaurar la energía en la ciudad. ¡Vamos!
Al grito de su líder, los hombres reanudaron su búsqueda, dejando a Miguel y los civiles que llevaba consigo a su suerte.
Las puertas del otro lado de la galería comenzaban a ser cercadas por zombis, el grupo se veía atrapado una vez más. Sin embargo y por fortuna, Lisa encontró una puerta que comunicaba uno de los negocios con el edificio de arriba de ellos. Faltos de opciones, los siete tomaron el camino que les quedaba y se introdujeron por una serie de oscuras escaleras de cemento.
Llegaron a un amplio recinto, el cual contaba con dos elevadores fuera de servicio y varios sillones con mesitas y revistas: el lobby del edificio. Los recibió un único muerto andante que soportó tres golpes en la cabeza del fierro del pelirrojo antes de caer. Era un muchacho problemático, pero Miguel convino en que podría serle útil alguien como él.
Subieron otro par de escaleras hasta dar con un balconcillo desde el cual tuvieron una mejor vista del panorama. Charles y sus hombres ya no se encontraban en las azoteas del otro lado, pero no podían descartar la posibilidad de que todavía los estuvieran buscando. Y abajo, más y más zombis llegaban con cada minuto que pasaba.
—Lisa y Vanessa, quiero que se queden aquí. Estarán más seguras que corriendo por las calles. El resto —señaló a los hombres—, iremos a inspeccionar la armería y sacar tanto como podamos antes de que sea imposible salir de allí— la noche empezaba a cerrarse sobre ellos.
Los cuatro asintieron, Javier con más energía. Tenía mucho miedo de correr entre una manada de esas cosas, pero el premio lo valía. Al fin podría poner sus manos en un buen par de pistolas, tal vez incluso una metralla y alguna escopeta. Se sentiría seguro luego de todos esos días indefenso.
La chica de negro no parecía muy conforme, en sus ojos dejaba notar que prefería estar en la acción; no le gustaba ser tratada como una mujer incapaz e inútil. En su interior despreciaba la dependencia que mostraba Lisa, era todo lo contrario a ella, no se valía por sí misma ni aunque su vida dependiera de ello, y en vista de la situación actual, lo hacía.
Iba a reprochar cuando el morocho se le acercó —Cuida de Lis, por favor —le dijo en un susurro.
Las palabras de Jasón eran claras y ocultaban un sentido que ella comprendió muy bien. Entendían que era más que capaz y que no titubearía ante nada, también daban por sentado que Lisa no estaba a la altura de los eventos desatados y que necesitaban a alguien que pudiera mantenerla viva. Vanessa asintió con la cabeza. Seguía reacia a la idea de quedarse y dejar que fueran los demás, pero en su interior le agradó el hecho de que contaran con ella, de que le dieran cierta confianza, aunque nunca lo admitiría.
Por su parte la chica de la cabellera lacia no profirió palabra alguna. Usualmente se mostraba preocupada por el resto, les deseaba suerte o espetaba que no hicieran tal o cual cosa, pero en ese momento su cabeza martillaba otras ideas. Seguía enfadada con Miguel por abandonar a Agatha y al niño. Enfadada con Jasón que se la llevara por la fuerza, sin dejarle opción alguna. Pensándolo bien... Mark también había estado de acuerdo con dejar a todos atrás. ¡Su propio hermano! Así de fácil, ¡cómplice en el asesinato de un niño indefenso y una anciana con los que hubieron pasado tantas cosas!
Así fue como las dos muchachas se quedaron atrás, solas en aquel edificio abandonado por sus residentes convertidos en monstruos. Los cinco hombres descendieron cuidadosamente y sortearon una pequeña comitiva de recién llegados caminantes, la cual precedía a una gigantesca masa de carne andante que los seguía.
Con una rápida carrera llegaron al local, al cual forzaron la puerta para entrar. Una vez allí se apresuraron a inspeccionar el lugar. Habían llegado tarde: todo había sido saqueado. Jasón juró por lo bajo y el pelirrojo pateo la cabeza de un muerto al que alguien ya había liquidado.
—¡No hay nada! —Chilló Javier, nervioso y exasperando.
Mark por su parte se limitó a observar la serenidad que mantenía Miguel. Si su líder no perdía la calma, tampoco él lo haría.
El militar avanzó hasta una puerta al fondo. Era metálica y tenía un lector por el cual pasar un carnet. Examinó la entrada, no parecía forzada —El depósito sigue intacto. Tenemos que encontrar una forma de entrar a la otra parte del local.
Mark asintió en silencio y comenzó a buscar, antes incluso de que el mayor lo ordenara, un cuerpo que tuviera un carnet guardado con él. El cuerpo de alguien que trabajara allí. Miguel se percató de la pronta y efectiva reacción del muchacho y se sintió a gusto de tenerlo cerca; el joven de cabellos castaños estaba probando ser mucho más útil de lo que daba a parecer a simple vista, el caos que debían atravesar afloraba sus virtudes.
—¡Muy bien, busquen ya mismo una tarjeta con la que podamos abrir esta puerta! Algún cuerpo tal vez la tenga, o algún gabinete. ¡Vamos, vamos, vamos!
Javier lo miró escéptico desde la entrada —No hay electricidad, ¡genio!
La mirada que Belmondo le obsequió fue una asesina —Si te molestaras en prestar un poco de atención notarías que este lugar cuenta con un generador propio, el cual todavía tiene energía.
Las dos chicas se introdujeron en el edificio con el plan de buscar un mejor resguardo que aquel balcón, tal vez algún departamento en los pisos superiores o un almacén de limpieza. A decir verdad era Lisa quien necesitaba sentirse más segura, Vanessa hubiera aguardado paciente en cualquier sitio.
La castaña observó la espalda de la chica que guiaba el camino. En aquella azotea, ella había seguido a Miguel sin dudarlo. Le dio un poco de asco.
—No tuviste que pensarlo mucho —dijo de pronto, sorprendiéndose a sí misma. ¿Sorprendiéndose? No, ya había soportado suficiente rodeada de toda esa gente horrible, era hora de hacerles frente... aunque sólo estuviera Vanessa presente, esa chica ruda y desagradable que poco le importaba.
—¿Disculpa? —la muchacha volteó a verla.
—Nada. Eso. Dejaron a ese pobre niño atrás sin dudarlo —Vanessa la miró casi incrédula. Esa estúpida mujer, que nunca hacía nada más que ser un lastre, ¿tenía el descaro de colocarse en un pedestal moral? —Yo quería salvarlo, pero no me dejaron. En lo que a mi respecta: ustedes los mataron, todos. —Apretó los labios. Vanessa se le acercó.
—¿Qué crees que está pasando en el mundo? Todo se fue a la mierda, es avanzar o morir. Nadie te obligó a dejar al chico y a la vieja, estás acá porque quieres vivir tanto como el resto. En lo que a ti respecta... no eres ninguna santa. Así que cállate.
Lisa volvió a contrariarse, abrió los ojos y agitó la cabeza con el rostro enrojecido. De pronto se sentía sucia. No, ella no. Ella no podía estar sucia. No había abandonado a nadie, no la habían dejado decidir...
Iba a contestar cuando el sonido de algo arrastrándose las alertó. La muchacha de cabellos bicolores detuvo a Lisa con un gesto de la mano y se paralizó con los oídos bien atentos. Allí estaba otra vez ese ruido, una respiración agitada lo acompañaba y, de repente, el tic tac de varios palos golpeando el piso y las paredes. ¿Dónde había escuchado algo similar? Con gran disgusto lo recordó: aquella cosa en la tienda donde se hubo encontrado con los dos hombres. El ser pálido que gateaba por el piso, aquel que olía y seguía el rastro. Un sudor frío recorrió su sien, ¿quería estar en la acción acaso? Ya no veía las cosas de la misma forma ahora que el peligro la asechaba. Empujó ligeramente a Lisa y dio unos pasos hacia atrás. El agitado respirar se detuvo, oculto tras la oscuridad del angosto pasillo, y el sonido de arcadas lo sucedieron.
Apareció de entre las sombras, retorciendo su cuerpo que corría en dos patas hacia ellas. Era como el anterior, sus extremidades destrozadas para dar lugar a puntiagudos huesos que sobresalían, pero este había sufrido el mismo efecto también en las piernas, llevándolo a caminar sobre dos púas blancas y huesudas que resonaban secamente por los corredores haciendo un agudo eco. Se aferraba a las paredes para evitar caer y su rostro carecía de ojos. Gritaba desaforado, tosiendo y escupiendo un líquido aguachento que en el pasado podría haber sido sangre.
Las dos muchachas estallaron en pánico, incluso la ruda Vanessa, y emprendieron una carrera desesperada hacia las escaleras. Los gritos de la criatura despertaron y atrajeron a los zombis de los pisos de abajo, que empezaron a subir hacia el corredor donde se encontraban. No tenían otro lugar a dónde ir, así que subieron a zancadas los escalones que las guiarían hacia los pisos superiores.
Fue Jasón quien halló una tarjeta en el abrigo de uno de los cuerpos que tenía una bala en la cabeza. Casi acostumbrado ya a los cadáveres masacrados y al horror de las lagunas de sangre, no tuvo problema en extraerla de entre las ropas. Con alivio se la tendió a Miguel para encontrarse con que la cerradura en la puerta metálica la reconoció sin más problemas.
No obstante la pesada barrera no se movió más de un pie. Algo al otro lado obstruía el camino —¡Maldición! ¿Ahora qué? —Bramó el pelirrojo.
—Ayúdenme —convocó Miguel al arrojarse a empujar la puerta. Quizá consiguieran moverla lo suficiente como para que el más pequeño de todos ellos pudiera pasar a desbloquear del otro lado, y así fue.
Mark se introdujo con cuidado, al otro lado de la puerta una tenue luz eléctrica brillaba con un lúgubre tono azulado. La puerta estaba atrancada por varias cajas, las cuales una a una fue corriendo hasta que los demás pudieron entrar.
Habían tardado bastante en encontrar la tarjeta, por lo que la zona ya estaría infestada, además de que la noche ya había extendido su oscuridad. Caminaron con discreción por el pasillo de la luz azul, varias habitaciones se disponían a los lados y una puerta más los esperaba al final.
Entraron en ella con la esperanza de que fuera el depósito: su locación se prestaba para ello. El olor que salió desde adentro los golpeó aún luego de haberse visto entre muertos andantes: un joven, seguramente empleado del lugar, se había volado la tapa de los sesos luego de atrincherarse allí y perder las esperanzas de cualquier solución. La habitación, hermética, había mantenido concentrado el aroma de la muerte. Javier se fue a un lado y vomitó en arcadas. Mark casi lo acompaña pero contuvo el impulso.
Inspeccionaron el cuarto: contaba con varias cajas llenas de municiones aunque las armas debían estar en otra habitación. Tomaron todo aquello que Miguel les indicó y cerraron la puerta tras ellos, reteniendo la peste que de allí provenía. Entonces partieron a explorar el resto de los cuartos pendientes.
Estaban en uno de ellos cuando el sonido de unos pasos los sorprendió. Belmondo cargó uno de los revólveres encontrados y apuntó a una silueta que se dirigía hacia donde estaban. El individuo se reveló en forma de hombre común: no demasiado alto y de contextura más bien regordeta, calvo y con un serio bigote.
Lisa ya no podía moverse más, la corrida por las escaleras la había agotado. Vanessa a su lado, gracias a su condición un tanto más atlética, aún podía seguir, pero convino en que habiendo dejado a los zombis atrás no le haría mal tomar un respiro. Los gritos en los pisos de abajo crispaban sus nervios, pero aún sonaban lejos. Con lo que habían subido no podían estar muy lejos de la azotea. Tal vez allí estarían seguras, de todos modos cualquier cosa se antojaba mejor que quedarse en aquel oscuro y amenazador corredor, coreado por guturales gritos de cuerpos muertos que todavía se movían con un hambre y ansias atroces por devorarlas.
El ruido de un nuevo disparo quebró el ambiente y las dos jóvenes temieron que la unidad militar asesina hubiera dado con el resto del grupo. Necesitaban asegurarse de que no fuera así, sumando que el resonar había motivado nuevamente a los zombis a trepar las escaleras, por lo que continuaron subiendo hasta llegar a una puerta de chapa que abrieron tras un golpe.
Los caminantes, incluyendo al monstruo pálido, estaban cada vez más cerca. Llegarían a la azotea en cuestión de minutos. Lisa llamó a la muchacha de negro, los edificios de la zona contaban con un puente de fierro que conectaba las terrazas. Corrieron hacia allí y se toparon con algo que no esperaban. Para nada.
Una joven de largos cabellos castaños se hallaba agazapada en el piso, en la esquina de la segunda terraza a la que habían llegado. A su lado reposaba descuidado un rifle. Lisa se acercó a ella lentamente, a pesar de las advertencias de su acompañante.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó con un tono que intentó hacer sonar dulce, ya olvidado en los días que corrían. La muchacha, de diecisiete años de edad, levantó la cabeza con sorpresa, topándose con las dos mujeres, ambas algunos años mayores, observándola expectantes.
No supo qué decir, la conmoción de haber acabado con una persona aún la corroía.
Después de responder al intercomunicador, Miguel preguntó al bajito hombre, que respondía al nombre de Samuel Lemacks, cuántos compañeros tenía. El sujeto se mostraba reacio a cooperar en cualquier forma y no temía enseñar su disgusto respecto al súbito encuentro entre las dos partes.
Otro hombre, este de entrada edad, acompañado por tres personas no tardó en llegar. Inmediatamente apuntó a Miguel, no podía permitirse ser tomado por sorpresa, ya tenía a su espalda a tres individuos desconocidos, y ahora un total de cinco más lo escudriñaban con sus miradas.
Pasados unos momentos bajó el arma, a lo que el señor Lemacks casi protesta, sin embargo el mayor lo serenó con la mirada. Había reconocido el uniforme del individuo de cabello rubio: se trataba de un militar. Eso lo sabía él muy bien.
—No tenemos tiempo para presentaciones. Un contingente de caminantes está rodeando el área —explicó sin darle vueltas al asunto.
Miguel sintió un aura familiar al escuchar al sujeto recién llegado, algo en él le cayó inmediatamente bien —Entonces o cooperamos para salir todos de aquí o morimos por nuestra cuenta, ¿verdad?
Reynald sonrió satisfecho, aquel hombre rubio aparentaba ser un rápido entendedor, y uno sensato además. Cualidades que encontró formidables en un militar envuelto en el infierno de muertos vivientes que acontecía.
—¿Con qué contamos? —Preguntó aquel que fungía de líder del otro grupo. Miguel lo guió y mostró todo aquello que habían asegurado, otorgándole varias municiones y explicando que en el depósito al fondo podrían conseguir más. No habían pasado ni cinco minutos desde su encuentro, pero entre ambos hombres ya se había entablado un código de confianza que ninguno de los dos discutió ni puso en tela de juicio.
Javier se mostraba reluctante a la conducta de su líder, no le gustaba para nada el trato que había decidido mostrar a aquellos extraños. Y secretamente el señor Lemacks pensaba lo mismo de su guía.
Mark acompañó al sujeto calvo y moreno que se encomendó buscar más municiones del fondo, no sin advertirle del espanto que encontrarían dentro. Abdou tapó su nariz al abrir la puerta, ciertamente las palabras del joven no habían llegado a alcanzar el grado real que aquella pestilencia desplegaba.
—Escuchen bien. Ahora tenemos municiones y armamento como para salir de esta ciudad, pero eso no significa que vayamos a abrirnos paso a los tiros para salir de aquí. Gasten sólo lo necesario y sólo si se ven arrinconados.
Varios rostros llevaban colocada una máscara de temor para nada sutil, sobre todo la muchacha que respondía al nombre de Gladis. Sí, ya había visto su buena ración de infierno en Saint Christine, pero tras haberse permitido soñar con que una vez rescatados por aquel hombre tras la radio estarían a salvo, hallarse rodeada de hombres y portando una pistola automática le había resultado un golpe más duro de lo que pudiera anticipar.
—¿Listos? —Preguntó Reynald, más para hacer sentir a todos que participaban de una operación que para corroborar si realmente lo estaban o no. No había tiempo para dudas, los zombis se congregaban en aquella encrucijada de avenidas y su número no parecía tener la intención de disminuir —¡Vamos!
El grupo completo, diez sobrevivientes en total, salió uno atrás de otro a la calle. El anterior ruido había reunido a suficientes caminantes como para preocuparse por armar o no más escándalo, por lo que la estrategia era valerse de ello para controlar el movimiento. Reynald arrojó una granada de estruendo directamente a la masa de zombis, ésta estalló desplegando una luz que cegó a varios de ellos y los dejó aturdidos moviéndose sin rumbo, no que hubiera causado un gran cambio, pero al menos había concentrado su atención en un nuevo punto en la dirección opuesta a la que el grupo se dirigía. Miguel hizo la misma maniobra, guiando a más de los cuerpos ambulantes en otra dirección. El plan marchaba a la perfección... hasta que escucharon un disparo a un lado de ellos.
Javier había trastabillado y Abdou y Jasón, los dos más próximos a él, se vieron regresando por él y rodeados por cadáveres andantes que los seguían. No tuvieron otra alternativa más que abrir fuego para evitar que los primeros se les abalanzaran, pero una vez más el potente ruido de los disparos les jugaba en contra: varios otros del montón distraído comenzaban a acercarse nuevamente.
Mark dejó caer una bomba de humo que elevó una cortina con la esperanza de que aquello desorientara a los caminantes, entonces disparó una ráfaga con la metralla que había decidido cargar y llamó a su amigo y al resto. Jasón y Abdou, ambos atléticos y fuertes, se abrieron paso llevando a Javier a rastras, el último se levantó y corrió a su lado.
Abraham se distrajo atendiendo al movimiento del resto del grupo y permitiéndose ser sorprendido por un zombi que lo tomó de los brazos. Gritó desesperado y los dos cayeron al piso.
El plan de escape se había ido al demonio.
Reynald corrió hacia allí, guiado por los chillidos de Gladis que no se atrevía a disparar por temor de darle a su compañero. Apuntó con suma precisión y voló la cabeza de la criatura que amenazaba al flaco muchacho.
Lo levantó de un tirón —¿¡Te mordió!?
—¿Qué? ¡No! No, no —Repitió Abraham mientras chequeaba sus brazos y cuerpo.
—¡Apúrense! —Ordenó Miguel desde la delantera. Se encontraba limpiando el camino de los zombis curiosos que regresaban en su dirección. Valiéndose de la potencia de su preciada mágnum atravesó el cuerpo de tres de ellos con un tiro.
El resto del grupo pronto se reunió con él —¿Dónde está el muchacho pelirrojo?
—No lo sé, lo perdí de vista cuando fuimos a ayudar a este tipo —explicó Abdou, señalando a Javier, quien no le había revelado su nombre —¿Y dónde está el otro sujeto, Lemacks?
—¡Rayos!
La radio que traía Reynald sonó con una voz que él no reconoció —¿Me escuchan? Dos se separaron, están al otro lado de la calle, no pudieron atravesar.
—¿Vanessa? —Preguntó Miguel, algo sorprendido.
—¿Es de los suyos? —Inquirió el otro líder.
—Estamos en la azotea del edificio en frente de ustedes, Lisa y Carena están conmigo —aclaró tanto para un grupo como para el otro —. Y hay algo más...
Las palabras de la joven incomodaron súbitamente al militar activo.
—Él... él está de regreso.
Desde la altura de la terraza en que se hallaban, y haciendo uso del teleobjetivo del rifle que Carena guardaba, Vanessa observaba una colosal figura acercándose: la figura de un poderoso ser al que le faltaba un ojo.
En el edificio de junto la puerta de chapa se soltó a un lado cuando un numeroso grupo de cuerpos, liderados por un monstruo pálido y huesudo, irrumpió en el área.
—¡Están aquí! —Chilló Lisa.
Vanessa se volteó a ver a Carena —¿Cómo subiste aquí?
—No encontré muchos caminantes en este edificio...
La muchacha de negro devolvió el rifle a la afligida chica castaña y las tres se dispusieron a abandonar su posición, no sin antes avisar de ello a los hombres abajo. Se reagruparían en la galería debajo de los edificios, así lo explicó Mark que, cuando hubo cruzado por ella de un camino a otro, había visto la entrada a un subterráneo en el medio.
Los pesados pasos del fornido ser que se acercaba retumbaban cada vez más próximos. El señor Lemacks, que luego de reprochar insistente había conseguido sacarle su nombre al joven pelirrojo: Eugene (aunque prefería simplemente Gene), vislumbró la poderosa silueta acercándose —¿Qué es esa cosa?
Gene no aparentó ninguna conducta temeraria, pues en ese momento estaba tan asustado como el hombre a su lado —No lo sé, pero no querremos encontrárnoslo de frente en este lugar.
El furioso semblante del Heracles estaba cada vez más cerca.
El intercomunicador de Samuel se activó con la voz de Reynald saliendo por él—Escúchenme bien, una criatura desconocida se acerca por su lado, nos dirigiremos a la galería de la siguiente manzana, el pelirrojo sabe dónde. Miguel y yo los esperaremos de este lado, pero deberán cruzar sin llamar la atención de esa cosa.
—De acuerdo —Sorprendentemente, Gene acató sin chistar. A pesar del aspecto y conducta rebelde, comprendía a la perfección que el orgullo no valía de nada en más de una situación. Cooperaría sin provocar problemas.
Cuando la radio se apagó se dirigió al calvo —Si no es capaz de seguirme el ritmo lo dejaré atrás. No tenga dudas de ello.
El señor Lemacks tragó saliva, estaba solo en esto.
El pelirrojo abandonó el escondite de la entrada de un almacén y corrió hasta detrás de un auto, los zombis plagaban la calle pero por la acera pocos caminaban. Su compañero lo imitó. Ambos estaban impacientes, ansiosos, querían salir de allí cuanto antes.
Previo de separarse, Mark explicó a Miguel y Reynald cómo se había librado del gigante cuando éste se empecinó con los caminantes, llamando la atención del segundo, quien no se había imaginado siquiera la valía de aquel joven.
Una vez se hubieron separado, el militar retirado rio por lo bajo —Tienes suerte de contar con un muchacho como él en tu grupo —Miguel asintió en silencio—. Había un chico parecido con nosotros, pero... olvídalo.
Gene y Samuel aparecieron corriendo entre la masa de zombis, el muchacho de cabellos de llama portaba su confiable fierro, ensangrentado, y aporreaba las cabezas de todos los que se acercaran a él, limpiando medianamente el camino. Miguel levantó un segundo revolver, al cual había agregado un silenciador, y acabó con varios de los zombis que se dirigían a los dos hombres.
Los cuatro se reunieron en la esquina, sólo debían seguir media cuadra hacia atrás para alcanzar la entrada de la galería. Pero el titán estaba ya a pocos pasos y no tardó en pasar su atención por la zona. De alguna manera, cuando no estaba cegado por un arranque de furia, discriminaba entre vivos y muertos. Y si podía elegir, prefería ayudar a los primeros a convertirse en los segundos.
—¿Qué hacemos ahora? —El señor Lemacks respiraba dificultoso.
Reynald se percató del gesto con que el otro militar observaba al gigante —¿Quieres bajarlo?
—O por lo menos pagarle la deuda que le debo.
Ya dentro de la galería, Mark y los demás acabaron con un par de zombis que se habían introducido, a pesar de que afuera todavía había muchos de ellos. Habían conseguido escabullirse hasta allí sin problemas.
—Iré a buscar a mi hermana —Jasón lo detuvo —Ya has hecho suficiente por hoy, descansa un poco. Yo iré —sentía un ligero enojo con Lisa, por la forma en que había estado evitándolo. Pero no dejaría que eso se interpusiera entre ellos. No en el momento cuando más se necesitaban.
Carena estaba con las dos mujeres del otro grupo, esa chica era compañera del hombre que los había salvado del helicóptero y Abdou sentía una deuda con él —Te acompañaré —se aseguraría de que la muchacha llegara a salvo al punto de encuentro, era lo menos que podía hacer.
Gladis intentó detenerlo, no se sentía a gusto quedándose a solas con aquel muchacho castaño al cual no conocía y ese tipo llamado Javier, y Abraham no le inspiraba la misma confianza que el moreno. Mas no pudo hacerlo cambiar de parecer. Los dos hombres abandonaron la galería por la misma puerta que hubieron entrado y se dirigieron al edificio de al lado, indicado por las muchachas.
Los que quedaron en el resguardo de los túneles debajo de los edificios caminaron hasta la entrada del subterráneo, estaba terriblemente oscuro pero esta vez contaban con linternas y baterías para sumergirse en él —Esperemos aquí —indicó Mark a los tres acompañantes que tenía. Soltó el equipaje que cargaba y se sentó en el piso de frías baldosas.
Belmondo dejó de lado la pistola con silenciador y tomó un rifle de alta potencia que traía enganchado a su espalda —Esto sí te hará daño.
El simple concepto de una confrontación con aquel férreo ser no atraía a ninguno de ellos en lo absoluto, pero dada su presencia, sabían que no podrían abandonar su refugio sin ser notados. Mejor sería realizar un ataque preventivo que pudiera tomarlo por sorpresa.
Apuntó a la cabeza del gigante: lo derribaría de un solo tiro. No obstante tuvo una mejor idea... no podía estar seguro de que la bala atravesara el macizo cráneo, ya había visto cómo una metralleta no le hacía ni cosquillas. Sin embargo le faltaba un ojo. El muchacho había conseguido infligirle daño; si apuntaba al otro ojo, sería similar a acabar con él, y sería más seguro. Así que cambió de objetivo. Contuvo el aire y realizó el disparo.
Fue una milésima de segundo, pero el monstruo pareció percatarse del ataque y giró su rostro en la dirección de donde provenía la bala, recibiéndola no en el ojo sino con su entrecejo. El proyectil quedó incrustado en su rostro, pero él no cayó. Tensó sus músculos y soltó un poderoso grito al aire.
—¿Pero qué rayos? ¿¡Cómo es posible!? —Soltó Reynald que no concebía que un ser viviente fuera capaz de soportar un disparo así. Pero claro, ese no era un ser viviente, por lo menos no como los conocían.
Carena iba al medio, con Vanessa por delante y Lisa detrás. Las tres descendían por las escaleras tan rápido como les era posible, entonces un golpe sacudió el edificio. Lisa trastabilló doblándose el tobillo y cayeron, quedando al pie de las escaleras. Detrás, en los pisos de arriba, empezaba a alzarse la sinfonía de muertos que las perseguían.
—¿Qué ha pasado? —Cuestionó la chica castaña —¿Un terremoto?
El temblor hubo despertado a varios cadáveres perezosos que habían optado por mantenerse ocultos en las habitaciones de la edificación, porque sus murmullos pronto inundaron los corredores —¡Estamos rodeadas!
Y así era: un gran número de caminantes se acercaba tras ellas, y ahora en cada piso.
Otra sacudida resquebrajó al edificio y oyeron disparos por debajo, alguien había entrado. En menos de un minuto dos individuos llegaron a ellas —¡Jasón! —Se emocionó su novia, olvidando el enojo por un momento. Carena se quedó mirando a los recién llegados. No conocía a ninguno de los dos y no tenían tiempo para introducirse siquiera, pero se alegró al descubrir que el moreno era el propietario de la voz que escuchara tras el walkie-talkie. Los dos hombres sirvieron de soporte para Lisa, quien a duras penas podía caminar.
—¿Qué está pasando afuera? —Preguntó Vanessa, haciendo alusión a los temblores.
Jasón respondió mientras le tendía un arma a la chica —La cosa del parque, lo vimos cuando veníamos hacia aquí. Parecía furioso y saltó contra el edificio.
—¿Este edificio? —Se asustó la mayor de las jóvenes, su novio confirmó su temor con un gesto de la cabeza. Y como si lo hubieran invocado, un poderoso brazo atravesó la escalera, derrumbando gran parte de la misma y causando una lluvia de escombros que golpeó a Jasón.
El Heracles se había colgado del edificio sobre ellos y gritaba completamente encolerizado, Miguel y Reynald se separaron, corriendo cada uno hacia un lado y disparándole con todo lo que tuvieran. Nada parecía afectarlo. El monstruo fue tras el militar retirado e intentó tomarlo con su gigantesca mano pero, de un salto y por los pelos, Reynald consiguió evitarlo. Aunque eso no lo salvaba de ningún peligro. El monstruo levantó su pie, dispuesto a aplastarlo con él.
A su espalda recibió una explosión bastante próxima que le impidió pisar donde quería y brindó a Reynals el tiempo necesario para levantarse y correr. Miguel había calculado el tiempo a la perfección, la granada impactó tal y como lo esperaba y el daño recibido esta vez era substancial, al menos tenía la carne expuesta. Podía soportar balas, pero el poder explosivo de una granada era otra historia.
Despidió un nuevo aullido y emprendió carrera hacia el militar, así como lo había hecho en la plaza con Mark. Miguel tomó otra granada, pero el monstruoso ser estaba ya sobre él. Lo tomó con su brazo y comenzó a apretarlo. Miguel comprendió que aquel ser debía tener cierto grado de conciencia, pues de usar toda su fuerza lo hubiera aplastado como a una mosca, sin embargo estaba observándolo, como conociendo a la presa que tenía en sus manos.
De pronto algo pareció molestarle, soltó un gruñido y se dio la vuelta, Gene cayó de espalda al suelo, se había acercado demasiado. El pelirrojo giró sobre sí mismo y gateó por el piso, se incorporó y echó a correr. Cuando el Hércules se disponía a ir tras él, una fiera explosión lo asaltó por detrás, a la altura de la pantorrilla, levantando su pierna y haciéndole perder el equilibrio. Cayó de costado, soltando a Miguel. Éste se reincorporó como pudo y corrió detrás de los otros, mientras Reynald hacía uso de un rifle para mantener a raya, u ocupado, al titán que quería levantarse.
Belmondo entendió: Gene había tomado la granada que se le hubo caído a él y, clavando su preciado fierro en la pierna del gigante, había conseguido hacerla detonar a una cortísima distancia. No se había equivocado con ese hombre, en el infierno que tenían que cruzar, probaría ser de suma utilidad.
Una vez Miguel lo alcanzó, Reynald lo acompañó en su marcha hacia la galería. Mientras oían tras de ellos un doloroso alarido, mezclado con una cólera indescriptible. El gigante y monstruoso ser intentó levantarse para ir tras ellos, pero el daño había sido demasiado incluso para él, su pierna se dobló y volvió a caer. No lo habían acabado, pero al menos lo habían detenido lo suficiente como para asegurarse el escape.
Una marea de zombis se mostró apareciendo por la esquina de la que ellos hubieron partido, la batalla y las explosiones los habían convocado a un nuevo punto. Así que el titán caído, arrastrándose por la calle, se vio descargando su furia y frustración con los cuerpos que lo envolvían alrededor. Algunos incluso se tomaron la molestia de atacarlo, como un conjunto de hormigas luchando contra un insecto más grande.
Abdou levantó a Jasón, que estaba inconsciente por el golpe, y Lisa se hallaba a un lado. Los tres en el descanso superior de la escalera. Carena y Vanessa habían caído abajo, y una brecha de por lo menos dos metros los separaban.
Él se encontraba con dos heridos y una bandada de zombis a su espalda. Ellas con un revolver y un rifle, rodeadas de caminantes que abandonaban sus cuartos para darles la bienvenida.
Y eso fue esta épica parte. Ya saben, cualquier cosa, crítica, corrección o idea, me dicen. Por otro lado, ahora estamos seguros de que el Hércules sí erael mismo que habíamos visto antes, así que no sé si hay más o es una criatura única (En ese caso sería el mismo que apareció en el hilo de Templar. Pero si hay planes de que hiciera algo más por allá y su aparición de este lado lo impide, entonces puedo ver que haya más de esas cosas por Saint Christine) Y por el tercer lado (este post es triangular como la Triforce (?)), actualicé la tabla de información. Así que no dejen de chequearla! | |
| | | Izanagi
Mensajes : 11 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Dom Jun 18, 2017 2:29 pm | |
| TRE - MEN - DOS Voy paso a paso, primero recordaba que estaba por venir una muerte en el hilo de Yuske sin embargo al igual que la primera vez que lo leí me pareció TAN repentina que volvió a sorprenderme y eso es algo que me obliga a elogiar. Quería que apareciera la gente del Último Hogar y temía que los sacaras así que me alegro que volvieran... Lo de Logan también me sorprendió (obviamente gratamente), no lo esperaba para nada y me alegra también que volviera a la historia general. Sobre el hilo de Manto, creo que vi muchos de los cambios, espero no haberme faltado ninguno. Creo que ayudaron mucho a la calidad del capítulo que sino es el mejor de todos hasta ahora pega en el palo. Me fascinó. Realmente ya había leído ambos capítulos ayer pero pensé que iba a ser mejor responder al mismo tiempo que cerraba este segundo cruce de hilos!! Y cómo no quería ser menos agregué un pequeño fragmento original (muy breve e introductorio) por primera vez en este reinicio (además de cambiar alguna que otra línea para adecuarme un poco más a los cambios que había hecho Manto). - Spoiler:
Día 4, 14:13
El ruido del motor atraía a los muertos vivientes como si de una presa se tratara, sin embargo cada vez que uno se acercaba de más, volaban despedazado por el impulso de la 4X4 que él conducía.
Las calles desiertas de personas eran un lujo para una persona como él quien no tenía culpa alguna por pisar a los muertos, la sensación de velocidad sumado al ruido de los huesos destruyéndose le daban un éxtasis tan grande que no le importaba lo riesgoso que esas choques podían resultar.
De repente otro auto apareció en el camino de manera improvista sorprendiéndolo completamente y obligándolo a tener que recurrir al volantazo. La camioneta impactó con la cerca de una casa, sin embargo él no lo supo.
Mientras más de una veintena de zombis se acercaba al lugar del choque, aprovechando la destrucción del impacto para ganar terreno, él permanecía inconsciente dentro del recién accidentado vehículo.
La muerte ya había hecho su cita.
Día 4, 01:03
La cosa se había puesto seria, muy seria. En esos cuatro días de destrucción había visto mucho, desde muertos levantarse con hambre de vivos hasta militares matando civiles como si fueran soldados enemigos. Había penado que ya nada podía sorprenderla después de ver a un elefante mutante luchar contra un grupo de asalto, sin embargo el escenario que acaba de vislumbrar estaba a la altura de sus peores pesadillas.
Por eso se sorprendía aún más como ese grupo de extraños había logrado herir de tal manera a semejante monstruo.
Tenía que irse ya, sabía que no era prudente quedarse quieta. Sabía que tenía que moverse a otra zona o sino podían encontrarla.
- Lark… esperame un poco – murmuró antes de empezar a saltar de balcón en balcón, con una increíble agilidad y gracia, intentando llegar a un terreno donde pudiera ver con mejor detalle el edificio derrumbarse.
Día 4, 01:12
- ¡¡Jasón!! ¿Qué te pasa?- le preguntó frenética al ver como su novio había quedado inconciente- ¿por qué no se levanta?- recurrió rápidamente a Adbou quien con todas sus fuerzas mantenía el cuerpo del hombre mientras intentaba pensar que hacer para salir de ese predicamento.
- Está inconciente- contestó con sequedad Adbou antes de con esfuerzo alzarlo y cargarlo con su espalda- Tenemos que ir a la galería- agregó antes de calcular para si la distancia del salto para agruparse con Carena y Vanessa.
- ¿Pero está bien?- preguntó aun preocupada por el bienestar de su novio, Adbou la miró con seriedad, sin decir una palabra pero con la clara intención de hacerla pensar en la situación que estaban- Ok, tenemos que bajar- aceptó para luego buscar con su vista a ambas jóvenes.
- ¿Disparaste alguna vez?- Vanessa miró con preocupación a Carena, sí le hubieran dejado elegir a alguien para acompañarla a estar rodeado por muertos vivientes con ansias de comer sólo hubiera elegido a Carena sí la única otra opción era Lisa. La imagen de la niña sollozando sobre haber matado le había bastado para darse cuenta que no volvería a dispararle a nadie más en su vida, aunque eso le costara la muerte.
- No voy a matar a nadie más- le contestó Carena con pánico mientras veía acercarse lentamente a casi una decena de muertos a su alrededor- Lo siento pero no puedo hacerlo- agregó con lágrimas en sus ojos. Vanessa correspondió la mirada y más que otra cosa sintió lástima por la chica y la situación en la que había quedado metida.
Como si ella no estuviera en el mismo lugar…
Carena se aferró al rifle de Elton, como si este fuera una clase de amuleto protector, sin saber bien que hacer, al mismo tiempo Vanessa esperaba que Adbou y Lisa llegaran hasta donde ellas estaban mientras planeaba una manera de escapar.
- No tienes que matarlos- le dijo mientras apretaba su pistola y le apuntaba en la cabeza al primer muerto que llegaba- Sólo retrásalos un poco- le pidió antes de disparar y clavar una bala en el cuello. Aunque en un principio le costó continuar el “levantado” reanudó su marcha dando otra demostración de que no necesitaban respirar para vivir.
Un nuevo disparo salió golpeando esta vez el cráneo del zombi y de esa manera impidiéndole continuar con su patética segunda vida, sin embargo había nueve zombis más que no tenían otra intención mas que comerse a esas chicas.
- Tenemos que escapar- dijo Vanessa antes de disparar nuevamente, volvió a mirar hacia atrás para ver si Adbou y los demás las alcanzarían rápido, sin embargo al ver nuevamente la altura entre ambos lugares sabía que no sería un salto fácil- Tenemos que ganar tiempo para que ellos puedan escapar- dijo valientemente antes de que con otro disparo bajar a un nuevo zombi- ¡¡Lisa nos encontraremos en la galería, les limpiaremos el camino!!- gritó antes de largarse a correr a la habitación que acaba de liberar la entrada, Carena no dudó y la siguió cerrando la puerta tras de si.
- Mantén la puerta cerrada, revisaré si no hay ninguno de ellos dentro- le dijo Vanessa a Carena refiriéndose a los levantados que estaban en el pasillo del que habían escapado. Carena asintió mientras ponía el rifle entre el picaporte y la pared, utilizándolo para mediar como cerradura mientras buscaba algo más pesado para trabar la puerta.
Con rapidez estudió el apartamento, tres ambientes: una cocina comedor (donde ellas estaban), una habitación y un baño. Decidió inspeccionar primero el baño debido a que era más pequeño y por ende más fácil de verificar por si se daba el caso de que tuvieran que esconderse rápidamente.
Abrió la puerta con la pistola en su mano, lista para gatillar sin embargo para su alivio nada había allí.
Cuando volvió a la sala anterior vio con gusto que Carena había movido un sillón tras la puerta, e incluso había encontrado una llave de la cerradura. A pesar de que los zombis seguían intentando forzar la entrada podían sentirse tranquilas que no lo harían fácilmente.
- ¿No hay ninguno de ellos?- preguntó Carena nerviosa, Vanessa la miró preocupada, no creía capaz a la joven de poder sobrevivir al viaje a la galería, no dudaba que si seguía con vida no había sido por mérito propio sino más bien gracias a Reynald.
- Déjame revisar la habitación- le respondió con una sonrisa, en otro situación le hubiera molestado una niña de esa manera más aún cuando la veía rezar cada cinco minutos, sin embargo la hostilidad del ambiente lograba sacar la mayor empatía por parte de jóvenes como Carena.
- Voy contigo- le respondió nuevamente con el rifle en su mano, Vanessa se preguntó a si misma porque alguien que no quería matar llevaba esa arma tan pegada a ella; desde que la había encontrado llorando en la azotea no la había visto despegada de ese rifle.
Con brusquedad Carena abrió la puerta mientras se corría permitiendo que Vanessa tuviera un disparo limpio sí algún zombi permanecía allí.
- ¡¡Por dios!!- musitó casi en un susurro Carena al ver la demoniaca escena que trascurría allí dentro.
Día 4, 01:17
Adbou miró a su espalda, los caminantes se acercaban cada vez más, no había tiempo para la duda debían saltar en ese mismo momento.
- Tú primero- le dijo a Lisa mientras se sacaba su cinturón y lo ataba entre su brazo y el de Jason- Salta- su voz era tranquila y seca pero no daba lugar a discusiones, Lisa lo miró con desconfianza sin embargo que él llevara a Jason le hacía ganar unos cuantos puntos de confianza.
- Ok- aceptó antes de por última vez calcular la distancia a saltar, teniendo como última imagen los cadáveres andantes acercándosele en la espalda tomó impulso y saltó.
Con lo justo alcanzó el pasillo sin embargo más milagroso fue que logró contener silencio a pesar de ver como a pocos metros de ella varios zombis intentaban forzar una puerta.
- Ahí dentro debe estar Vanessa- pensó para sí con culpa, minutos antes de que el caos apareciera ella había acusado a la joven de no importarle la vida ajena algo que había demostrado incorrecto al haber llamado la atención de los muertos para permitirle escapar a ella.
Adbou apareció detrás de ella pocos segundos después, aunque había tenido que cargar a Jason en el salto su gran estado físico le había posibilitado hacerlo con relativa facilidad.
Con un gesto de su mano le indicó a Lisa que, cuidadosamente, empezaran a rodear a los levantados aprovechando que todos se habían concentrado en donde Vanessa y Carena se habían escondido.
Su objetivo era llegar al otro extremo del pasillo donde se encontraban las escaleras principales que se comunicaban con la galería.
Con suma lentitud y cautela Adbou inició la marcha indicando el camino que tenían que tomar, bien pegados a la pared contraria a la habitación de Vanessa y por ende la más lejana a los zombis. Cuando estaban a mitad de camino, es decir a la misma altura que los muertos, la puerta por fin cedió dejando el paso de estos al interior de refugio de Vanessa y Carena.
- ¡Vanessa está allí!- murmuró con pánico Lisa, Adbou agradeció a todas las deidades existentes que los levantados estuvieran demasiado ocupados invadiendo la casa como para escucharla.
- Tenemos que movernos ya, ellas ya habrán escapado- le dijo mientras con esfuerzo aún cargaba a Jason tomó el brazo de la joven y la empezó a empujar a la escalera logrando salir del pasillo sin mayores inconvenientes.
Día 4, 01:29
- ¿Qué hacemos ahora?- preguntó Belmondo a sus dos acompañantes, Reynald y Gene permanecían sentados uno frente a otro como si cada uno estuviera midiendo o evaluando al otro.
- Mark está abajo junto con los otros dos de mi grupo, ellos están a salvo - le respondió Reynald- Lo que esa mierda hizo tuvo que haber repercutido en los que fueron a buscar a Carena, yo creo que tenemos que ir a ver si siguen vivos-.
- ¿Reynald verdad?- Gene fue el que habló llamando la atención de los dos militares- Sí quieres salir allí con todas esas cosas bien por ti, pero yo creo que después de hacer enojar a ese monstruo lo mejor que podemos hacer es irnos lo más lejos de aquí por los túneles de la ciudad.
- No quiero abandonar a Carena, pero no creo que haya sobrevivido- agregó Samuel aun recuperándose del enfrentamiento contra el hércules- Primero deberíamos ver cuantas armas tenemos- propuso.
- Está bien- aceptó Belmondo mientras dejaba el rifle que portaba y la pistola con silenciador, además claro de una granada. Reynald mostró su fusil, el cual estaba cargado al completo con posibilidad de recargarlo en más de una ocasión, sumado a eso llevaba una pistola y su infaltable cuchillo.
Gene no tenía nada más que un palo de metal que había sustituido por el fierro que había perdido en la pelea con el zombi, en cambio Samuel llevaba una escopeta de la cual Reynald dudaba que pudiera usar con demasiada precisión.
- No podemos ir todos- agregó Reynald antes de mirar a Belmondo- Tú y yo iremos a buscarlos, probablemente necesitar…- su voz fue cortada al activarse el intercomunicador, todos (inclusive Gene) miraron esperanzados al comunicador esperando escuchar una voz conocida sin embargo algo totalmente contrario sucedió.
- Liberen la salida de emergencias del edificio contiguo o sus amigas no podrán bajar- una voz femenina totalmente desconocida sonó por el comunicador obligando a los líderes de cada grupo mirarse entre ellos intentando descubrir si se trataba de un conocido de alguno de ellos, al negar tanto Miguel como Reynald entendieron que se trataba de alguien más- Y abran la puerta ya o sino esos tres serán comidos- luego sin más la transmisión se cortó.
- ¿Qué mierda fue eso?- preguntó Samuel colérico- ¿Alguien está jugando con nosotros?- el enfado del hombre era claro, igual no era algo demasiado difícil teniendo en cuenta su personalidad- No vamos a abrir la puerta- aclaró por las dudas algo que para él era un obviedad.
Miguel miró a Reynald, ambos se respetaban lo suficiente como para pedir la opinión del otro antes de actuar, sabían que la supervivencia de cada uno de los grupos dependía de una buena o mala decisión que ellos tuvieran y por eso les alegraba tener a alguien con la misma responsabilidad a su lado.
- Tu mueves chico- le confió Reynald ignorando las palabras de Samuel, Belmondo se paró apurándose hacia la puerta; horas antes hubiera duda de que hacer pero ahora estaba decidido a salvar a cuantos pudiera, no había otro camino.
Gene al darse cuenta que pensaba abrirla tomó su vara listo para atacar por si algo pasaba. En cambio Reynald se acercó a Samuel impidiéndole moverse.
- ¿Qué haces idiota?- preguntó de manera agresiva- No podemos confiar en esta gente- agregó en un susurro, del cual sólo llegaba a los oídos de Reynald- Se quedaran con todas nuestras armas, nos mataran cuando solucionen todo, tú mismo lo dijiste la gente en este tipo de circunstancias hace cualquier cosa por sobrevivir.
- Tengo todo bajo control Lemacks, sí hacen algo que no me gusta se acabó el juego para ellos- le respondió Reynald con el mismo volumen de voz pero con un tono mucho más agresivo- Lo mismo va para ti, la única que considero bajo mi protección es Carena y me aseguraré de sacarla de aquí- le reveló antes de voltear y dirigir su mirada a la puerta.
Samuel asintió un poco golpeado por las palabras de su “compañero de supervivencia”, su relación seguía tensa como desde el comienzo sin embargo sabía que si ambos luchaban en el mismo lado podían superar este desafío.
Belmondo la abrió y como si fuera organizado previamente la imagen de Adbou, cargando a Jason, y Lisa llegaron al pórtico sorprendidos que les hubieran abierto la puerta sin la necesidad de golpear.
- ¿Qué le pasó?- preguntó Belmondo refiriéndose a Jason, al ver que respiraba y que no tenía manchas de sangre en su ropa se tranquilizó sabiendo que no se convertiría en uno de ellos.
- Está inconsciente pero se recuperará- le indicó Adbou- ella también está herida- dijo refiriéndose a Lisa.
- ¿Dónde está Carena?- preguntó Reynald impaciente al no ver a la joven, Lisa lo miró sorprendido, luego giró su cabeza en todas las direcciones esperando encontrar a Vanessa entre ellos.
- ¿No han vuelto aún?- preguntó Lisa preocupada- Ellas cayeron antes que nosotros y llamaron la atención de los muertos- explicó rápidamente- Pensé que escaparían por la escalera de emergencias.
La última frase fue clave para los cuatro que habían escuchado la extraña voz en el walkie-talkie, entendiendo que debían hacer.
- Belmondo nos vamos- le dijo Reynald, Miguel asintió sin dudar debían rescatar a ambas jóvenes, no podía perder a nadie más ese día, el asesinato de la chica por sus compañeros aún hacía carga en su conciencia y sabía que nunca se iría de allí completamente.
- Gene, ¿puedes?- preguntó sin preguntar, el pelirrojo asintió con su cabeza de mala gana, se quedaría en la puerta esperando que ellos aparecieran y nada más, no quería arriesgar su vida nuevamente después de lo del hércules. Samuel miró serio a Reynald y sin dudarlo le acercó su escopeta, este la aceptó con solemnidad.
- Los espero abajo- indicó.
- Voy con ustedes- agregó Adbou, Belmondo y Reynald se miraron al ver que ninguno de los dos tenía un problema con eso, más bien todo lo contrario aceptaron con gusto.
- Vamos- finalizó Miguel mientras abría nuevamente la puerta de la galería en dirección a la bajada de las escaleras de emergencia.
Día 4, 01:28
Frente a ellas se aparecía una imagen de lo más terrorífica, escrito con lo que parecía ser sangre las palabras “Muerte es vida” “Los impuros se levantarán de sus tumbas” o “Dios se encarga de los puristas” se repetían una y otra vez en las paredes de la habitación. A su vez sobre la cama reposaban decenas de partes de cuerpos cercenados, para finalmente haber tres cráneos (aún con vida) colgados con hilos desde el techo.
- ¿Qué mierda es esto?- preguntó Vanesa incrédula del espectáculo que allí había, Carena no pudo evitarlo y vomitó: un poco por el repelente olor que de allí emanaba y otro poco por la impresión provocada.
Los gruñidos de los cráneos hambrientos de carne humana empezaron a molestar a Vanessa hasta el punto de que querer dispararles para callarlos, sin embargo las balas que tenían eran escasas y ya había notado que cualquier sonido atraía más y más zombis.
Un ruido proveniente de la puerta de entrada hizo notar a ambas jóvenes que no pasaría demasiado tiempo antes de que esta cayera ante la presión de los muertos vivientes.
- Detrás de esa ventana está la salida de emergencias- le dijo Vanessa con la mayor empatía posible, le costaba tratar así a la chica sin embargo entendía que era el único modo de tratarla- ¿Crees que puedas entrar a la habitación?- le preguntó.
- Eso creo- murmuró mientras se limpiaba su boca con la manga de su campera- Si- afirmó luego, Vanessa asintió y quiso adelantarse sin embargo Carena la anticipó y con un gesto de su mano la detuvo- ¿Oíste eso? – preguntó.
De un momento a otro un hombre se abalanzó contra Vanessa desde el lado ciego de la habitación, intentando quitarle la pistola de su mano. Lo inesperado que había sido para las jóvenes el ataque fue tanto que este había logrado quitarle la pistola a Vanessa. Carena no supo cómo reaccionar ya que entre la pelea el extraño la había empujado tirándola al suelo.
- Maldita perra, me mordiste- la mano del hombre sangraba, entre los forcejeos por la pistola Vanessa había logrado herírsela, sin embargo la situación no era favorable para ella ya que ahora era ese hombre quien tenía el arma- ¡Vas a pagarme esto!- le amenazó.
- Quédate quieto por favor- la voz temblorosa de Carena sonó en la espalda del hombre que quedó tieso al sentir el frío del acero del rifle de Elton- Suelta el ar… suelta el arma y no te pasará nada- dijo con poco convencimiento, Vanessa seguía estática aún apuntada por la pistola del hombre.
El temor en la voz de la joven no era lo más amenazante del mundo e incluso para el hombre, que tenía el cañón del rifle pegado a su cuerpo, parecía ser una promesa sin fundamento.
- No me dispararás niña- le dijo con sorna, mientras aún apuntaba a Vanessa con su propia arma. Esta maldijo por dentro, ya había visto como le había afectado a la chica haber matado a un levantado y era imposible pensar que siquiera pudiera amenazar realmente al hombre.
- Si se mueve lo haré- dijo aún menos convencida que antes. Las lágrimas empezaron a inundar los ojos de la joven, además sus palabras salían en forma de tartamudeo- Sólo baje el arma y nos iremos de aquí, no queremos problemas- agregó.
- No vas a disparar- dijo en un tono más provocativo que hizo saltar a Carena del susto, los rechines de la puerta a punto de caer aumentaron la tensión de la habitación, pronto los muertos entrarían, tenían que salir de la habitación ya mismo.
- Si lo haré- repitió Carena cerrando sus ojos- ¡¡Baje el arma!!- le gritó.
Ignorando las amenazas el hombre puso su dedo en el gatillo y se preparó para disparar.
- ¡¡Vivir es pecado!!- gritó maniático.
El ruido del disparo fue silenciado por el abrir de la puerta, los zombis ingresaron a la habitación, sin embargo para los tres vivos eso no era importante.
Vanessa aún temblaba, asustada. A su lado la bala había impactado contra el suelo, sólo desviada gracias a que el extraño se había movido justo en el momento del disparo.
De los ojos de Carena ya no caían lágrimas, estos estaban exorbitados impactados por lo que había pasado allí. Su gesto estaba seco, como si no entendiera lo que allí había pasado.
El hombre miró a Vanessa por última vez antes de caer, víctima del disparo que Carena le había dado un segundo antes que este disparara, salvando de esa manera la vida de Vanessa.
Los muertos pasaron el sillón que había servido de traba, sirviendo como recordatorio para la chica que tenían que salir de allí. Obligando a su todavía aterrorizado cuerpo a moverse tomó a Carena y la empujó dentro de la habitación, para luego cerrar la puerta con ella dentro.
- ¡¡Reacciona Carena!!- le gritó con agresividad mientras la movía con ímpetu de un lado a otro. La joven alcanzó a ver a los ojos de Vanessa y pareció reaccionar un poco- No pienses en nada de lo que pasó, tenemos que salir de aquí- le ordenó- ¿Me entiendes?- con agresividad le sacó un asentimiento con su cabeza- Y gracias- le indicó antes de abrir la ventana que estaba al lado de la cama y que conducía a las escaleras de emergencia- ¡Nos vamos!- gritó antes de salir, acompañada por una ausente Carena.
Día 4, 01:36
- ¿Cuántos son?- preguntó Reynald, Belmondo levantó su cabeza del escondite y miró la multitud de zombis que allí había, por lo menos cien de ellos permanecían agrupados en la zona, justo debajo de la escalera de emergencia de donde Vanessa y Carena planeaba escapar.
- más de un centenar- le respondió Belmondo con seriedad- el enfrentamiento contra esa cosa los debe haber atraído- opinó mientras pensaba una estratagema de cómo liberar el lugar.
- ¿Cómo lo hacemos?- preguntó Reynald al ver que el joven tenía una idea, Abdou miraba a los dos soldados más atrasado, se había dado cuenta que entre ellos había una especie de conexión que podría dar sus frutos.
Miguel sacó su última granada, mostrándoselas a sus compañeros- Adbou, tú tiene que llevarla al lugar más alejado posible y hacerla detonar, el ruido llamará la atención de la mayoría sacándolos de aquí y liberando el camino- explicó.
- ¿Por qué tiene que hacerlo él?- preguntó Reynald curioso de que Adbou fuera el elegido de Belmondo para mover a los muertos.
- Porque no todos se irán y nosotros somos los que mejores disparamos- le explicó- Adbou puede lanzar la granda e irse a la galería, nosotros terminamos con lo que se quedaron, buscamos a las chicas y nos vamos antes de que el sonido de la granada atraiga a más- Reynald sonrió ante la idea del joven, mientras que Adbou como respuesta tomó la granada y luego de saludar con su cabeza se fue de allí.
- No es un hombre de muchas palabras eh- dijo Reynald a modo de broma, Belmondo asintió- Entonces, ¿qué te hizo convertirte en soldado?- preguntó con despreocupación, con la simple de intención de pasar el tiempo. A Miguel le pareció un poco rara la pregunta pero no se le había pasado por alto que Reynald tenía conocimientos militares, por ende tal vez sólo quería buscar un tema común entre ambos.
- Mi padre lo era- respondió Miguel automáticamente- bah eso creo, nunca lo conocí realmente, se fue a la guerra cuando mi madre quedó embarazada pero cuando la guerra terminó y él volvió ya no la quería y nos abandonó- le respondió un poco extrañado de haber revelado tanto- ¿Tú desde cuando no eres militar?- preguntó.
- Lo dejé hace diez años aproximadamente- respondió con sequedad- No era el soldadito más obediente del mundo y eso no está bien visto- Reynald jugaba a apuntar desde lejos con su fusil, como si no importara demasiado la charla, sin embargo volvió a preguntar- es raro que quieras hacer lo mismo que tu padre si este te abandonó- opinó.
- Quería buscarlo y preguntarle porque había hecho lo que hizo- le respondió- pero nunca pude, lo único que descubrí que tuvo otra familia pero que también se fue de allí, así que no quise conocerlos, no es bueno revivir esos traumas familiares- Reynald asintió con su cabeza- Jack, Jack Belmondo es su nombre- agregó al pasar- ¿Lo conoces?- preguntó.
- Para nada- respondió Reynald- pero parece un cretino- opinó, Miguel rió y asintió con su cabeza.
- Entonces Reynald, ¿cuál es tu nombre?- el retirado militar lo miró confuso- Vamos, no conozco a nadie que se llame así, es claro que es un nombre falso- reintentó.
- Nadie me ha llamado por mi nombre desde que dejé el ejército y planeo que siga así- le respondió con una sonrisa, la cual fue seguida por la explosión que Adbou debía hacer- Bingo- murmuró mientras veía como la maza de zombis se iba, quedando algo así como veinte de ellos, Miguel propuso esperar unos minutos para asegurarse que se hubieran alejado lo suficiente.
Cuando terminó la espera, ambos militares salieron de su escondite. La escopeta de Reynald se llevó a 8 muertos, uno su cuchillo. Belmondo sólo necesitó de su rifle para acabar con los restantes.
- ¿Subimos?- preguntó Miguel, Reynald negó con su cabeza con una sonrisa mientras señalaba a la escalera, de ella Vanessa y Carena bajaban con velocidad aún impresionadas por el reciente incidente.
- Bien hecho- se limitó a decir Vanessa ante la “limpieza” de la que se habían encargado, Miguel las miró a ambas asegurándose que estuvieran bien y aunque le sorprendió un poco el gesto de Carena al no conocerla lo tomó como algo normal, a diferencia de Reynald que supo que algo había pasado de inmediato.
- Será mejor que volvamos a la galería a reunirnos con los otros- opinó Belmondo a lo que todos coincidieron. Día 4, 02:06
Con disimulo Mark suspiró aliviado al ver entrar a Vanessa sana y salva, desde que se había enterado que ella y Carena seguían fuera había querido salir a buscarlas y sólo ante la gran insistencia de Lisa había cedido en dejar que Miguel y Reynald se encargaran del asunto, permaneciendo en la conexión de las galerías con las alcantarillas.
Allí ya todos los esperaban, inclusive Adbou, para planear el siguiente movimiento de ambos grupos.
- ¿Qué le pasa a la chica?- preguntó Gladis al ver el rostro pálido de Carena, Adbou no contestó sin embargo la culpa por haberlas abandonado tanto a ella como a Vanessa a su suerte aún le carcomía, más aún cuando se enteró que había sido la misma Carena la que había convencido a Reynald y Samuel de ir a rescatarlos.
- ¿Qué es lo que haremos ahora?- preguntó Abraham con temor a sus dos compañeros, habían sido rescatados por Reynald y cia sin embargo nunca habían pensado que pasaría luego de eso, más bien hasta que el mismo Reynald apareció frente al helicóptero nunca habían creído realmente que alguien respondería a su llamado.
- Ellos lo decidirán- contestó Gladis señalando a la pequeña cumbre que se estaba dando entre Samuel, Reynald, Belmondo y Mark.
- No nos iremos de aquí- dijo con seguridad Reynald, Samuel extrañamente aceptó la idea de su compañero- ya hemos visto que salir por las calles es muy peligroso y a pesar de que nos recargamos de municiones no creo que podamos llegar a las afueras- explicó- Y no sé si cuando lleguemos allí seremos bien recibidos…- agregó al pasar, Mark no dijo nada pero pensó en el ataque de los militares contra ellos y como Belmondo había prometido revelar todo lo que sabía apenas tuviera la ocasión.
- ¿Ustedes que harán?- preguntó Samuel, ya había empezado a confiar en los otros, como también había notado lo útiles que podían ser personas como Miguel, Mark o el mismo Gene.
Mark y Miguel se miraron, Jason seguía herido, Lisa y Vanessa no estaban en las mejores condiciones tampoco y además aún estaban los soldados cazando civiles por la ciudad, la situación para ellos no era nada favorable.
- Creo que nos abasteceremos un poco antes de intentar salir de esta ciudad- le respondió Miguel, Reynald asintió aunque esas personas le agradaban entre todos formaban un grupo demasiado grande como para pasar desapercibidos por la ciudad, y llamar la atención no era buena idea teniendo en cuenta los otros sobrevivientes y los muertos vivientes.
- Toma esto- le tendió Reynald uno de los walkie-talkie a Mark, este lo tomó agradecido- Dígannos si lograron salir de la ciudad- le pidió.
- Hecho-
Día 4, 03:11
El olor del alcantarillado inundó rápido sus sentidos, Adbou guiaba a ambos grupos por donde tenían que ir, al parecer él había trabajado mucho tiempo por allí lo que había logrado que tenga un gran conocimiento sobre el mundo subterráneo. Gracias a un mapa que Abraham había encontrado Miguel había podido indicarle a Adbou donde quería salir a la superficie.
- ¿El hospital?- preguntó Reynald ante el pedido de Belmondo.
- Vanessa terminó cortada mientras escapaba, no quiso hablar mucho del tema pero creo que necesitaremos antibióticos para curar la herida- le había explicado Miguel.
Mientras que el grupo liderado por Reynald y Samuel habían elegido el punto más cercano a la casa del militar, donde Selena aún los esperaba.
- No entiendo porque lo haces, pero si esa es tu decisión está bien- las palabras de Gladis llamaron la atención de Adbou al ver que con quien su compañera hablaba era Abraham.
- Quiero salir de aquí lo más pronto posible- respondió Abraham, este había decidido irse con el grupo de Miguel quien parecía más dispuesto que Reynald a abandonar la ciudad- Espero que nos volvamos a ver- agregó con sinceridad.
- A pesar de que eres un cobarde de primera tú fuiste quien hizo funcionar esa radio que terminó salvándonos la vida- le respondió Gladis con una ligera sonrisa- espero que podamos reencontrarnos fuera de esto- deseó también.
- Es aquí- dijo Adbou después de un rato de caminar, a su lado una escalera se elevaba en dirección a la superficie- Si suben por allí quedarán dentro del hospital- afirmó con seguridad.
- Entonces nos despedimos- murmuró Belmondo mientras le tendía la mano a Reynald, este la miró por unos segundos para luego tomarla con la suya- Suerte Reynald- le deseó.
- Suerte para ti también- respondió Reynald con serenidad- y un consejo, sí sales vivo de esto conoce a tu hermana, no puedes perderte eso sólo por un fantasma del pasado- Miguel lo miró con seguridad y asintió con su cabeza luego empezó a subir por la escalera. Cada uno de los integrantes de ambos grupos se saludaron con énfasis, no sabían cuando volverían a encontrar gente de ese tipo en la miseria que vivían.
Vanessa miró a Carena, esta seguía pálida y seca, negó con su cabeza no sólo le debía la vida a esa chica sino que además le debía la poca luz que le quedaba. Le sonrió sin embargo Carena no reaccionaba más que con monosílabos y fríos saludos.
Mark se encargó de saludar a todos, Gene ni se molestó. Jason con esfuerzo se aseguró de agradecerle nuevamente a Adbou por haberlo sacado a él y a Lisa de allí. Mientras que Abraham se despidió con tristeza de Gladis y Adbou.
Pronto quedaron solos los cinco. Sin palabra mediante siguieron su camino cada uno envuelto en sus propios pensamientos.
Día 4, 06:12
Ya empezaba a amanecer cuando el rezagado de Reynald miró el walkie-talkie por última vez mientras pensaba en Belmondo, una sonrisa cruzó su rostro mientras inevitablemente sacó una vieja foto de su billetera. En ella estaba la foto de una pequeña chica, de no más de cinco años de edad en un parque. Con tristeza dio vuelta la foto descubriendo el escrito a mano de una persona.
“Jack, esta es tu hija, tiene tu apellido: Carena Belmondo”
Su mirada volvió a la adolescente que caminaba sin vida unos metros adelante y pensó en todos los giros que el destino había dado en las últimas horas.
- ¡¡Mierda!!- el insulto de Samuel obligó a quitar su atención de la foto, guardándola inconscientemente. Su mirada quedó paralizada al ver como una camioneta había roto la cerca de su casa y como esta estaba infestaba de “levantados”- ¡¡Selena!!- gritó Samuel antes de lanzarse ante la casa, listo para actuar…
En fin, espero que lo hayan disfrutado aunque creo que el punto fuerte de este capítulo era la revelación final y como que ahora pierde un poco de fuerza jajaja. | |
| | | yuske Admin
Mensajes : 13 Fecha de inscripción : 06/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Sáb Jul 15, 2017 5:14 pm | |
| Vaya, que fuerte ha sido el cruce. recordaba mas o menos como iba y estaba seguro del "secreto" de carena y lo de reynald pero cielos, leerlo todo me hizo dudar de nuevo. fue un alivio para mi memoria que asi fuera, comenzaba a acusarla de inventar cosas. Y bueno, pues dejo aqui mi aporte. Notarán que no abarco todas las tramas que pienso abarcar, las iré dosificando y suministrando poco a poco. otra cosa, no estoy muy seguro pero quiza algunas de las cosas que vean aqui les haga considerar reescribir, o quizas no, podria ser un punto de inflexión. - La alternativa:
02:42 am – Cuartel militar a las afueras de St. Christine -La situación es peor de lo que imaginamos- Se escuchó a una voz comentar. El pasillo estaba vacío excepto por ellos dos, por lo que lo habló con confianza. – La represa sigue sin generar energía eléctrica. Tememos que los Black Wolf hayan perecido, la interferencia sigue y nos es imposible comunicarnos con ellos. -Envía a alguien más a terminar el trabajo. – Sentenció con firmeza su acompañante, un hombre de edad madura que rozaba los sesenta años de edad y cuya vestimenta le identificaba como una persona dentro de lo más alto de la jerarquía militar. -Desde luego comandante, pero sin los planos no podremos hacer nada y en su último reporte la unidad Black Wolf aseguraba tenerlos en su posesión. El resto del comandante se frunció irritado. Inconsciente, comenzó a pisar con más fuerza haciendo que el ruido de sus botas hiciera eco en el pasillo que recorría. – ¿Alguna otra mala noticia?- Inquirió sin voltear a ver a quien le acompañaba. -Lamentablemente han ocurrido deserciones. El capitán Charles ha reportado el abandono de un tal Belmondo, el capitán Ferdinan lo ha confirmado, mencionó haberle visto con un grupo de civiles ir por el alcantarillado. Similares a esto hemos recibido al menos otros cinco reportes, tres de los cuales ya han sido solucionados. -Bien, saben lo que tienen que hacer. -Hay algo más señor- Dijo el teniente con sombría seriedad- Nuestro especialista en campo ha encontrado evidencias que confirman nuestras sospechas. Registros duplicados, inventarios incongruentes, falta de reportes, procedimientos mal documentados y equipos eléctricos y de cómputo intervenidos. Se trata de un sabotaje. -¿Y el responsable? -Lamentablemente aún no ha sido identificado, pero sabemos que es un agente interno. -¿Qué hay de los doctores? -No hemos podido localizar a Kutner, Goodrich y Schauffman, sabemos que Curwen murió en la caída de uno de nuestros helicópteros. Logramos hacer contacto con Johan, el equipo de Ferdinan se dirige a su encuentro -Es imprescindible recupéralos con vida, su conocimiento del proyecto le ha costado millones a los contribuyentes y son necesarios para la culminación de la alternativa bala de plata. – Le recordó el comandante a quien le acompañaba. Ambos se detuvieron frente a una puerta, sin mucha dilatación el hombre de menor rango abrió la puerta a su superior y este entró por ella. El despacho que se encontraba tras la puerta era sencillo pero acogedor, varios mapas mundo colgaban en las paredes flanqueando a un pizarrón, unos cuantos archiveros se acomodaban en una esquina y una gran mesa se alzaba en el centro. Sobre esta un mapa de la ciudad se extendía. En él se marcaban los puntos acceso a la ciudad, los cuales ya estaban bajo control. Nada podía entrar por tierra o aire sin autorización, tampoco salir. Incluso aquellos que habían logrado escapar de la cuarentena no serían problema por mucho tiempo. Aquel pensamiento le recordó… -¿Qué hay de los medios?- preguntó pues el control sobre la divulgación era otro aspecto esencial. -Siguen manejando varias opciones, desde un accidente industrial hasta un ataque premeditado. Incluso manejan rumores de ataques caníbales y de muertos vivientes. Esto último se ha manejado como una confusión causada por el estado de pánico, se sostiene ante la prensa que esas declaraciones son falsas y lo que en verdad ocurrió es que el estado de pánico les hizo confundir las cosas. En cuanto a porque no se ha declarado que ha ocurrido argumentamos ante la prensa que las condiciones en la ciudad aun no permiten hacer las averiguaciones. -¿Y la limpieza? -Esa marcha bien, no habrá testigos de lo que realmente ocurrió. -Aun así nos falta lo más importante. Tenemos que acelerar las cosas, es imperativo recuperar las muestras y la alternativa bala de plata. Encuentra a los Black Wolf, encuentra esos planos y repara esa planta. También autorizo la movilización de más efectivos, establezcan un perímetro seguro dentro de la ciudad, aceleren la limpieza. -A la orden, comandante Lucchesi. Hora desconocida- algún lugar bajo St. Christine. Había corrido con suerte se decía. Johan nunca había sido muy fuerte ni muy resistente físicamente, pero sí muy inteligente. Desde que se integró a tal proyecto su temor a que algo como esto sucediera lo consideraba más que justificado, por mucho que sus compañeros le llamaran paranoico. Bien sabía que sus precauciones no estarían de más, por ello se había hecho con una radio comunicador y provisiones y los había escondido en una de las bodegas de materiales del túnel que conectaba los centros de investigación. Permaneció tres días encerrado, pero a salvo, incluso aun le quedaban algunas provisiones, pero era el aire el que le había comenzado a hacer falta. No había pensado que os ventiladores que llevaban el aire de la superficie hacia las instalaciones se detuvieran. Resignado tuvo que salir con lo poco que podía llevar con él. Afortunadamente todo a su alrededor parecía tranquilo por lo que sin complicaciones logró llegar hasta los túneles del metro subterráneo, donde al tratar de contactar una vez más por la radio, recibió la respuesta que tanto deseaba. Le buscaban y un equipo de extracción se dirigía hacia él. Sin embargo, estaba ansioso por lo que había acordado reducir distancia y caminar hacia la dirección de donde el equipo de extracción venia sin salir de los túneles del subterráneo. Aquello no le era difícil, antes de la catástrofe usaba a diario el servicio de transporte para trasladarse, sabía haca donde tenía que ir. No tardo mucho tiempo en llegar a la estación que habían acordado para el encuentro. Más se estremeció un poco al ver un tren detenido y maltrecho en la estación. Resuelto a esperar a que sus rescatadores llegaran busco esconderse cerca de la boca del túnel, más al acomodare sobre el andén una luz blanca le ilumino, en un principio pensó que se trataba de los militares, más al levantarse quedó anonadado. -Hola, doctor Johan- Dijo el recién llegado con una sonrisa escalofriante en los labios. Johan conocía a ese hombre, era uno de los asistentes principales del proyecto. Cid Pemiee era su nombre. -C-cid – Dijo con dificultad y cierto temor. -Necesito algunas respuestas doctor. Espero que me las dé. Tras escuchar esas palabras Johan contemplo el destello de una navaja en la mano del joven. Por su pómulo corría sangre. Había gritado, sabía que no debió haberlo hecho pero no pudo evitarlo. Aquel corte le tomó por sorpresa. Tirado en el suelo Johan temblaba de miedo ante la presencia de Cid Pemiee. Pero sabía que tenía que resistir, la ayuda se acercaba y cuando llegara pondría en su lugar a ese desgraciado. Solo tenía que ganar tiempo. -Te lo preguntaré de nuevo, Johan. La alternativa bala de plata. ¿Cómo accedo a ella? -Jamás podrás. Solo los científicos en jefe podemos tener acceso, y aun así solo se puede acceder cuando cada quien pase su llave. Aunque tengas la mía, no te servirá de nada sin las otras cinco. – Añadió eso último en tono burlón. No obstante Cid dibujo una media sonrisa y se llevó una mano a su bolsillo trasero sacando de ahí dos identificaciones. -Creo que la tuya me acercaría. Por un momento el rostro de Johan se volvió aún más pálido, y deseo más que nada estar a otro lado del mundo a salvo de todo eso. -¿Cómo? -Schauffman está muerta. Me ocupé de ella cuando el desastre ocurrió. Aunque te confieso que el plan casi se va al carajo cuando los militares subieron a Curwen a un helicóptero, menos mal tuve suerte y dentro también iba un infeliz infectado que atacara a los pilotos. Así solo tuve que llegar hasta el helicóptero y tomar el acceso de Curwen. Johan comenzó a temblar o al menos eso le pareció. El sentimiento de inseguridad que le embargaba era muy fuerte como lo eran el de decepción por aquel joven y la tristeza por sus compañero muertos. Pero no podía distraerse, sabía bien que era el siguiente aunque solo era cuestión de tiempo para que lleguen a su rescate, pero ¿Cuánto? ¿Sería capaz de entretenerlo por una hora, o dos? Con cuidado el científico se llevó la mano al bolsillo de su bata, y saco su identificación mostrándosela. Aunque cid no clavo su mirada en ella no pudo evitar verla por un segundo, pues se trataba de lo que buscaba. -La alternativa bala de plata aún no está terminada- Declaró Johan. – Y sin nadie de los desarrolladores no les será sencillo hacerlo. Ten en cuenta que ya no viven dos, los que quedamos somos mucho más valiosos. Cid le regaló una sonrisa socarrona - ¿Estas tratando de negociar conmigo? No te creas tan chulo. Yo también soy parte del equipo de desarrollo conozco todos los detalles y llevo conmigo la información entera del proyecto. -No eres un genetista con experiencia- Puntualizó Johan. -No, pero podemos conseguir expertos tan capaces como ustedes, incluso más. – Replicó Cid- No hay nada que negociar Johan. Lo que trataban de hacer a derivado en un crimen contra toda la humanidad, la alternativa bala de plata solo era un seguro por si los individuos se les iban de control, pero el verdadero objetivo de la investigación... –Hizo una pausa que dejo ver el desprecio que sentía por aquello que habían hecho- He visto sus resultados más avanzados, tanto en humanos como en animales, no son nada más que abominaciones. Y es por ello que todos ustedes son culpables y deben ser ejecutados. Las palabras hicieron eco a través del túnel para después dar paso a un instante de silencio. Sabiéndose solos en aquella estación habían comenzado a hablar en voz alta y eso ya había comenzado a traer sus consecuencias. Mas esas consecuencias aún se escuchaban lejos. Un escalofrío recorrió la espalda de Johan cuando escucho aquella multitud de quejidos venir desde el túnel. -Esto es lo que haremos Johan. Tú me darás esa tarjeta de acceso, y yo como muestra de misericordia te matare rápido y sin dolor. – Declaró Cid sacando una navaja a la vista. -Fracasarás. Las tarjetas por si solas no te servirán de nada. Yo no he dejado de notarlo, y seguramente tú ya lo sabes. No hay electricidad en la ciudad. - Y eso que, las instalaciones cuentan con su propia fuente de energía. -No el almacén de la alternativa. Ni el del suero. Hay secciones de las instalaciones cuya energía es suministrada por la planta hidroeléctrica. Esas puertas no se abrirán si la ciudad no tiene electricidad. Se tomó esa decisión para que en caso de contingencia fuera de las instalaciones se obligara a tomar todas las precaucione necesarias para su extracción. El rostro de cid se frunció, cabildada si le mentía o decía la verdad, más tenía la impresión de que era eso último. -¿ves? Sigues estando jodido.- Le dijo Johan- y aun si optas por forzar la puerta se activará un sistema de auto destrucción que incendiara el lugar. Pero eso ya lo sabes, por eso estas buscando los accesos. Luego de esas palabras otro silencio se alzó. Por unos instantes Johan sintió que tomaba el mando de la discusión, sabía que si lo mantenía podía generar el tiempo que fuera necesario. Así que continúo hablando. -Escúchame cid, estas perdido. La operación para recuperar la alternativa lleva días en marcha, pronto habrá más militares en la ciudad con el objetivo de recuperarla, incluso en este momento vienen un equipo de extracción por mí, justo a este lugar. Dame tú a mí esas tarjetas y les diré que cooperaste. Cid volvió a sonreír y separo sus labios pronunciando claramente una única palabra- Paso. Johan le miro desconcertado. Pronto entendió que Cid ya se había resuelto a que hacer desde hace tiempo. Inconsciente, trató de retroceder, mas tropezó con una mochila abandonada al hacerlo. El golpe que se dio en el piso fue estruendoso y de lo más doloroso, tanto que soltó su tarjeta de acceso, la cual resbaló por el piso. Cid se le acercó navaja en mano y un medio aplastante le llenó por completo. -Debiste haber aceptado mi oferta cuando tenías la oportunidad. Pero descuida, tu equipo de rescate va a encontrarte, solo que no como lo esperan.- Sentenció y dirigió el filo de su navaja contra el científico. 8:43 am. – Cuarto de detención.
La habitación en la que se hallaban era pequeña, no tenía muebles ni ventanas, solo un pequeño traga luz en el techo que permitía el paso de los rayos del amanecer. Una gruesa puerta de madera que se atrancaba desde la parte exterior de la habitación sitiaba la única entrada y salida del lugar. Dentro de las blancas paredes del cuarto, los militares guardaban silencio, parecían estar descansando, tomando un merecido respiro de lo que se había convertido en una agotadora misión. Más la realidad no estaba más alejada de ello. Sí, es cierto, ellos dormitaban recargando sus espaldas contra las paredes o recostados completamente sobre el frío suelo, pero no fue el anhelo de un receso lo que los ahorrillo a eso si no la pena. Pena por la pérdida de un compañero. Pese a que nadie mostraba señas de llanto, lagrimas invisibles y secas caían por sus mejillas. Eran soldados, sabían muy bien que el destino que sufrió Rubén podrían sufrirlo de igual manera cualquiera de ellos como a lo largo de la historia lo han sufrido muchos otros, así que no podían detenerse y llorar su pérdida en el frente. Pero ya no se encontraban en el frente, habían sido aprisionados por los civiles que mataron a su compañero. Por lo que por un instante se olvidaron de lo que eran, de la situación en la que se encontraban y hasta de las cosas que se hallaban haya afuera y lamentaron su pérdida. Les habían despojado de su equipo. Rifles y pistolas, cuchillos y navajas, los chalecos y mochilas e incluso los cascos y las botas. Todo se les fue arrebatado. Y por encima de todo se encontraban débiles y confundidos. Su líder Francesc estaba herido, con un golpe en la cabeza que afortunadamente termino por ser solo un descalabro y no una fractura de cráneo como se temía. Era él quien de entre todos se encontraba recostado sobre el suelo, con la cabeza apoyada lo más cómodamente posible en el regazo de Isis que hacia lo posible por velar el sueño de su capitán pese a lidiar con el suyo propio. La puerta se abrió de improvisto sobresaltando a todos, cuatro hombres, uno tras otro entraron con brusquedad a la habitación sometiendo de inmediato a Thiago y Osiris, golpeándolos contra la pared, derribándolos boca abajo e inmovilizándolos completamente, mientras que otros cuatro entraban en ella, yendo a por Isis y Francesc. La mujer trato de defenderse, pero poco pudo hacer para evitar que tanto a ella como a su capitán los sacaran a rastras del lugar. Los pasillos del edificio en el que se encontraban estaban oscuros, pero no tardaron en llegar a un corredor con una resplandeciente luz al final de este el cual los condujo al exterior. La luz del día les incomodó un poco los ojos, más no impidió que vieran donde se encontraban: Era una zona residencial, sin embargo, no lucia para nada golpeada por el caótico apocalipsis que se vivía en esos instantes en la ciudad. No tardó en preguntarse el porqué de ello a sí misma. Recorrió con su mirada el entorno, tanto como se lo permitían, casi no había coches en las calles, y los que había parecían disponer una barrera en algunas calles, notó que sobre los tejados de las casas más altas había puestos de vigilancia. Pero lo que más le era notorio no saltaba a la vista, si no al oído. Un silencio sepulcral reinaba en el ambiente, solo el sonido de sus pasos y los de los pasos de sus captores podían escucharse. Una engañosa y tensa paz reinaba… y eso no le gustaba para nada. Llegaron al final de la calle en la cual desembocó hasta una enorme plaza que la dejó impresionada, no por su gran extensión, ni por los verdes pastos ni los frondosos árboles que la adornaban, si no por en lo que la habían convertido. Aquello era como ver una sala de consejo, cerca del centro se alzaba una especie de kiosco en el que había un curioso asiento que parecía fungir como una especie de trono el cual ocupaba el mismo hombre que había asesinado a Rubén. Más no era lo único, una serie de bancas y asientos estaban dispuestos frente a él, los cuales eran ocupados por una gran cantidad de personas, ciento cincuenta, ciento ochenta, tal vez doscientas entre hombres, mujeres y algunos cuantos niños. Se trataba de los habitantes de aquella residencial sin duda alguna. Los hombres que les custodiaban atravesaron las hileras de asientos y dejaron caer de bruces a Cescs a los pies de aquel hombre, Isis trató de ir con él, más los hombres se lo impidieron y en cambio la llevaron hasta una especie de jaula que se hallaba bajo un enorme árbol en la cual la encerraron. La chica tomó la puerta de su nueva prisión y trató de forzarla, no obstante una pronta sacudida la estremeció haciéndola tambalear cayendo en cuenta así que la estaban elevando. Francesc se incorporó tanto como pudo, sin lograr despegar sus rodillas del suelo, escuchaba los gritos e insultos que Isis bramaba contra sus captores, aquello no hacía más que un intenso dolor de cabeza le poseyera por lo que trato de alzar una mano para llamar su atención y pedirle que se calle. No estuvo seguro si funcionó, pero de alguna forma los gritos de su subalterna cesaron. Vio un par de pies dirigirse hacia él, alzo la vista solo para encontrarse con la fría, dura y arrogante mirada de aquel gordo ser, quien camino a su alrededor examinándolo antes de hablar. -Mi nombre es Edson Stringbord. Capitán Francesc, se encuentra en el último hogar… será mejor que empiece a hablar. 08:50 – Cuarto de detención. -Es inútil- Dijo Osiris resignado- No podemos derribarla, no de esta manera. Luego de que aquellos hombres que irrumpieron en la habitación llevándose a Cescs y a Isis con ellos, ambos chicos se habían abalanzado con todo sus fuerzas sobre la puerta, tratando de derribarla a golpes y embestidas, no obstante esta no había cedido ni un solo milímetro. -Mierda- Bramó Thiago y pateo la puerta por última vez. -La puerta se abre hacia dentro, lo cual significa que el marco del umbral esta por fuera e impide el movimiento, más lo que usen para atrancarla… será imposible abrirla desde aquí. –Comentó Osiris. -Entonces si la jalamos hacia nosotros…- Dijo el de ojos azules y trato de asir la puerta con sus manos. -Es imposible, déjalo- Sugirió el moreno.- Nuestra única opción sería usar algo para hacer palanca, pero no hay nada en esta habitación que nos sirva para ello, y aun así aun tendríamos el problema de lo que usan para atrancarla, por las ranuras que vi cuando la abrieron usan una especie de barra, quizás de madera o de hierro. Thiago bufó impotente y en un gesto de desesperación se llevó las manos a la cabeza, pasando sus dedos entre sus negros cabellos antes de recargarse en la pared y dejarse caer de nalgas al suelo. Su preocupación era más que palpable, le costaba quedarse encerrado sin poder hacer nada, después de todo se trataba de Cescs e Isis Resopló una vez más y azotó sus manos en sus piernas, entonces su expresión cambio. Había sentido algo, algo que no le quitaron. -¿Qué ocurre?- Preguntó Osiris curioso al ver la expresión de su compañero y como este se ponía rápidamente en pie, desabrochándose los pantalones- ¡woh woh woh woh! Espera amigo ¿Qué estás haciendo? – Dijo francamente confundido. -A Cescs no le gusta que fume, por eso me guardo esto entre los calzones- Dijo sacando una cajita metálica de entre sus pantalones.-Fumaremos como empedernidos y arrogaremos el humo por la rendija de la puerta, les haremos creer que la estamos quemando. -No creo que con eso baste- Dijo Osiris con duda. -Por favor, funcionara confía en mi.- Hablo el ojiazul con seguridad y abrió la caja. -Me parece que no. – Señaló el mellizo al ver el contenido de esta. En su interior, había solo un cigarrillo junto con un delgado mechero. El rostro de Thiago se llenó de decepción, luego recordó que no había rellenado la caja por la prisa con la que salieron hacia St. Christine. -Mierda- Maldijo y se quedó mirando el mechero- No tenemos otra opción, en lugar de simular un incendio, habremos de provocarlo. - Añadió tomando el encendedor. -Es muy peligroso, podríamos morir sofocados- Apuntó Osiris- Además la puerta es antigua, pero no vieja. No arderá como tú crees. -Solo hay una forma de averiguarlo.- Habló Thiago mientras se acercaba a la puerta con el mechero encendido. 09: 50 am. Plaza común del último hogar.La inquisidora mirada de Edson se posaba fija en el rostro del capitán esperando su respuesta, más Francesc mantenía el silencio, comprendía el porqué de sus extremas acciones, no sabían que estaba sucediendo estaban confundidos y deseaban un poco de luz que les diera claridad. Pero él no podía responder a sus preguntas, no porque se negara a hacerlo, sino porque no tenía las respuestas. Sin embargo, podía discernir que dada las acciones tomadas por esta gente que negar cualquier cosa sería inútil y completamente en vano. -Responde de una buena vez- Bramó el hombre irritado. – Recuerda que si no lo haces tu amiga sufrirá una caída de 10 metros. Cescs volteo a su mirada a la jaula que colgaba en lo alto de un inmenso nogal, con Isis dentro. Sabía que se encontraba acorralado, no podría sacrificar a Isis ni a ningún otro por proteger un secreto que él no conocía. -Hace cuatro días- Habló por fin- Recibimos un reporte sobre disturbios en la ciudad de St. Christine, en él se decía que los disturbios habían sido comenzados por un extraña multitud de personas que se comportaban de manera errática. Según tengo entendido, los primeros de ellos aparecieron en el metro. Esa es toda la información oficial que tengo, no obstante he llegado a conjeturar que lo que sucede con esas personas puede ser causado por algún tipo de infección viral o parasitaria, quizás haya alguna toxina involucrada por su rápido crecimiento. Más un reporte oficial no tengo y sinceramente dudo que haya. Edson miro a Cescs poco convencido, se negaba a creer que él supiera tan poco, sin embargo, su razonamiento le decía que era imposible que él realmente supiera algo, pues seguramente quienes supieran lo que en verdad había desatado todo esto no se encontraban cerca. Más no podía mostrarse conforme, ni mucho menos, todas esas personas frente a él se encontraban asustadas y de una forma u otra le habían brindado su confianza para protegerlos, no podría defraudarlos. -No creo que mientas- Declaró en voz alta- Pero tampoco creo que hayas contado todo. – Hizo una señal y los hombres encargados de las jaulas liberaron un poco cable dejando bajar la jaula por casi dos metros antes de volver a subirla. El corazón le dio un vuelco a Cescs en cuanto vio como la jaula bajaba y súbitamente se detenía, pudo escuchar la voz de Isis gritando y maldiciendo a sus captores. Aquello le enfureció, pero aún se encontraba sin forma de oponerse. -Habla. -No tenemos la certeza de que fue lo que ocurrió, sin embargo un extraño evento del cual no se nos proporcionaron detalles, sobrecargo las bombas y los generadores de la planta hidroeléctrica. Dicha falla ocasionó la falta de energía eléctrica en toda la ciudad, efecto que ha contribuido a que el caos se esparciera. Mi misión y la de mi equipo consisten en llegar hasta dicha planta y reparar los aparatos dañados para restablecer la energía en la ciudad. No es mentira, entre las cosas que tomaron de nosotros podrán encontrar un estuche con los planos de la planta hidroeléctrica y de los generadores a reparar. -¿Con que objetivo?- Inquirió el hombre. -La presencia de la energía eléctrica traerá consigo de vuelta confianza y seguridad a los supervivientes de esta catástrofe. -¿Estás seguro? Yo no pienso que sea así- Dijo Edson, desde pequeño siempre había tenido una especie de instinto para esas cosas y en ese momento su instinto le decía que las palabras del militar no eran lo que parecían. – Un evento del cual no sabes nada ni tienes detalles que sobrecargo la hidroeléctrica y te envían a ti a repararla para que el pueblo llano vuelva a tener energía. A mí me parece muy sospechoso -Esa es la verdad. -Eso es lo que te dijeron. Mi instinto me dice que hay algo más detrás de eso. -Deliras, Devuélvenos nuestro equipo y déjanos ir a hacer nuestro trabajo. -Jamás. – Sentenció- Si el gobierno quiere restaurar esa planta eléctrica no será para algo bueno. Si puedo impedirlo lo haré. -Insensato. – Bramó Cescs y se puso de pie- ¿Crees realmente que se trata de una conspiración? Mira a tu alrededor, hay caos en esta ciudad, personas muertas que no se quedan como tal y supervivientes, como ustedes que luchan por mantenerse con vida y tendrán más posibilidades de sobrevivir si tienen electricidad. Quizás ustedes no lo vean – Alzó la voz para que hacerse oír por todos- Están seguros, detrás de los muros que separan sus casas del resto de los sectores de la ciudad, no han tenido que huir de sus hogares como si lo han hecho muchos otros. Pueden resistir ahora, pero en dos semanas se verán obligados a hacerlo, si me oyeron bien, dos semanas. –Hizo una pausa- Si aún pueden abrir el grifo de la cocina y encontrar agua es tan solo porque la reserva de energía que alimenta a las bombas de agua que abastecen a la ciudad aún están encendías, pero esta solo tendrán energía para un par de semanas y entonces tendrán que salir de la seguridad de estas paredes y enfrentarse al infierno. Pero eso se puede evitar, solo déjenos ir a reparar la planta. -Buen intento- Dijo Edson sonriente- Solo estas tratando de sembrar el miedo- Alzó la voz- Mira a los tejados capitán, veras que cada una de las casas de este residencial cuenta con su propia cisterna con capacidad de 7500 litros de agua, completamente llenas me parece que podremos aguantar con ellas, mas a parte si comenzamos a recolectar agua en otros contenedores resistiremos otro tiempo. -¿Qué me dices de los alimentos? -Dentro de poco comenzaremos a cultivar vegetales y algunas hortalizas en nuestros jardines. -No será suficiente. -Si lo será. -No hay forma de que funciones como la esperan, agua, comida… cosas tan esenciales para sobrevivir, quizás al principió todo vaya bien, pero no terminara así, terminaran matándose entre ustedes, se los aseguro. -Y que es lo que sugieres, ¿Que vayamos a morir en las calles? -Que nos dejen ir a hacer nuestro trabajo. -De ninguna manera, charlatán. Estoy completamente seguro de que en el momento en el que la energía se restauré algo terrible sucederá, algo que acabara con todos nosotros. -Nada malo ocurrirá. –Aseguró Cescs y un disparo se dejó escuchar.
Espero que haya sido de su agrado. y no se si lo notaron pero hice un giño a alguien de alzerath en la entrega xD Saludos. | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Dom Jul 16, 2017 9:18 am | |
| Ya sabía yo que Cid tenía escondía algo oscuro. Aunque debo decir que mi imagen mental de él era la de un hombre maduro, no un joven. Y durante el diálogo del comandante enseguida me vino a la mente el nombre de Lucchesi. Lo que sí me parece, es que ha habido algunos cambios entre los nombres de los científicos. Lo sé porque yo había tomado uno y aquí no se menciona su nombre Bueno, supongo que soy el siguiente, no sé si deba reescribir nada; de cualquier modo primero tendría que releer mi siguiente parte. | |
| | | Manto
Mensajes : 19 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Mar Jul 18, 2017 7:46 am | |
| Muy bien! Los muchachos dan el visto bueno, yo cuelgo parte! A pesar de lso cambios y nuevas revelaciones provistas por Yuske, esta entrega no se vio afectada en lo ás mínimo. Quizá las próximas y más allá donde no hay nada escrito y sólo son planes sea otra historia, pero por el momento, disfrutemos de un respiro con esta entrega calmada. - Inicia ronda 7!:
Día 4 – 4:22 a.m.
Abraham caminaba por un pasillo, se detuvo antes de dar la vuelta en la esquina y al hacerlo un contingente de caminantes brincó sobre él, devorándolo en el acto.
—Espabílate, muchacho —lo llamó Miguel, extrayéndolo de su sueño matutino. Debía dejar de hacer eso: jugar con su mente y perderse en ella cuando le habían dado la tarea de vigilar la entrada al lobby del hospital en el que se habían asentado.
Hacían algunos minutos desde que hubieron llegado en busca de provisiones y descanso, el día anterior había sido de lo más agotador y todos concordaron en que lo mejor sería aguardar en un lugar durante el próximo. Tenían heridos y no se hallaban en condiciones de continuar. La idea de reparar en un sitio no fue muy atractiva para el nuevo integrante del grupo que había deseado seguir con ellos para salir cuanto antes de la ciudad, como así tampoco había sido la primera opción de Javier de Escalada, pero ambos comprendían que era lo mejor.
Al entrar en el vestíbulo del hospital se encontraron con la grata sorpresa de la ausencia de cuerpos, tanto muertos como ambulantes. Ni siquiera el aroma en el ambiente comprendía aquellos hedores que tantas otras zonas de la ciudad despedían.
No obstante no podían bajar la guardia confiando en que todo estuviera bien, por lo que se habían dividido en dos grupos: uno esperaría en el lobby mientras el resto inspeccionaba las distintas secciones del hospital.
Jasón, Miguel y Lisa no se encontraban en la mejor de las condiciones, por lo que (incluso cuando el militar se negó) fueron dispuestos a descansar en la zona segura, mientras Javier y Abraham hacían la guardia. Este último había tenido un ligero impulso de acompañar al resto en su inspección (de cierta forma también quería contribuir) pero cada vez que imaginaba su situación investigando habitaciones y corredores, la escena terminaba con él siendo devorado por muertos vivientes. Prefería evitar esa posibilidad tanto como pudiera, aunque en el fondo había comenzado a admirar al más joven del grupo: ese muchacho castaño llamado Mark. A pesar de no ser el más duro o fuerte, demostraba un buen poder de decisión y en el poco tiempo que lo conocía, siempre había enseñado una tendencia a poner al grupo y a los demás por sobre sí mismo.
Y eso lo había visto claramente cuando hubieron llegado al hospital. En un principio la propuesta de Mark había sido que todos esperaran en un lugar mientras él se aseguraba de que el resto del establecimiento fuera seguro. Pero para su sorpresa Gene decidió acompañarlo, no parecía una persona que disfrutase de quedarse quieto, por lo que en cierto grado le pareció comprensible. No obstante no esperaba que la segunda muchacha del grupo quisiera sumarse al movimiento de inspección. Vanessa no dio lugar a réplicas cuando obstinadamente acompañó a los dos jóvenes que abandonaban el lobby, sin importarle los reproches de Miguel sobre sus cortes.
Día 4 – 4:36 a.m.
Avanzaban en silencio, con cautela y siempre expectantes a encontrar lo peor. No obstante el nuevo día los recibía con una extraña amabilidad que hubo estado ausente desde que todo se iniciara: sólo habían encontrado a algún que otro caminante deambulando por los pasillos, los cuales vieron su fin en forma de palos despedazando sus cabezas. Ninguno de los tres se había comunicado con los otros con más que gruñidos o monosílabos, y sin embargo habían adoptado una especie de táctica de exploración, donde siempre buscaban separados pero sin perderse de vista los unos a los otros y con rápidas respuestas al llamado de alguno.
La planta baja estaba limpia, se disponían a continuar con el piso superior cuando algo los detuvo: una escalera descendía a lo que parecía un sótano, pero su entrada se hallaba sellada por una férrea cortina de acero; y el mismo tipo de sellado separaba el segundo anexo del hospital, aquel al que no habían podido ingresar cuando llegaron (por lo que rodearon el edificio hasta el vestíbulo donde los otros cinco aguardaban).
Esa separación estableció un aire de incomodidad. Algo debía haber allí atrás: había sido una medida de protección tomada por algunos supervivientes, o un modo de sellar un peligro. Y por alguna razón la segunda idea se tornaba más plausible para los tres jóvenes.
Sin mucho más que poder hacer aparte de mirar esas láminas metálicas, continuaron su camino hacia las escaleras.
Vanessa, que caminaba en medio de la fila de tres, paró el paso —Gene, avísale al resto que la planta baja es segura. Llévalos a la cafetería que vimos antes y busquen provisiones —comunicó casi en una orden al pelirrojo que iba en la retaguardia, el cual primero miró con desgano, sin embargo, no sin sorprender un poco a los dos más jóvenes que él, accedió a hacerlo.
Gene se marchó de regreso. Era un sujeto extraño e impredecible: a veces se mostraba rebelde y conflictivo, mas no faltaban los momentos en los que cooperara sin mayores problemas.
Mark miró al hombre irse. Vanessa y él continuarían solos... la idea golpeó su cabeza como una maza de metal. Se giró rápido y casi tropieza al dar el primer paso; se sintió torpe y se le enrojecieron las orejas. ¿Por qué le pasaba eso? Estaba en una ciudad infestada por criaturas muertas que devoraban a los vivos, atrapado con un grupo de prácticamente completos extraños, intentando sobrevivir y enfrentando lo desconocido. ¿Por qué demonios esa muchacha aparecía en su cabeza una y otra vez? No era el momento para esas cosas, y se lo repetía continuamente. ¿Pero por qué había dicho a Gene que se marchara? ¿Acaso buscaba estar a solas con él?
—Vamos— lo apuró ella, cuando el castaño clavó sus pies al final de la escalera, y pasó a su lado para tomar la delantera e integrarse en un corredor que contaba con varias puertas a los lados: seguramente consultorios.
Vanessa había cambiado, o por lo menos esa impresión recibió Mark mientras observaba su espalda recorrer el pasillo de puerta en puerta. Después de lo que hubiera vivido al lado de aquella otra chica, Carena, parecía algo más dispuesta a abrirse al resto. Aunque todavía lo disimulaba con bastante vehemencia.
Gene llegó por el mismo corredor por el que los tres exploradores hubieron partido en un principio, comunicando las buenas noticias a los demás. Miguel se levantó del sillón de espera en el que se encontraba y pasó a explicar cómo proseguirían:
—Gene, llévate a Javier y al muchacho —hizo referencia a Abraham— y busquen provisiones en esa cafetería. Yo llevaré a Jasón y a Lisa cerca de la escalera. Si todo marcha bien, podremos pasar la mañana en la segunda planta hasta que decidamos qué hacer.
El grupo se mostró positivo y los seis se separaron acorde a las tareas dispuestas por el militar.
Día 4 – 4:52 a.m.
Gene guió a los dos hombres hasta la cafetería del hospital. Era un espacio bastante amplio, con mesas y sillas desparramadas de forma esporádica, contando historias de un apresurado y brusco movimiento en el lugar, aunque la falta de cuerpos sugería que los muertos vivientes no habían interpretado ningún papel en él.
Abraham abrió una alacena detrás de la cocina y de pronto se sintió bien consigo mismo, allí habían enlatados en abundancia, y era él quien los había encontrado. Quería ser útil e integrarse al grupo cuanto antes, y en ese momento lo estaba logrando. Se levantó y llamó a los otros dos hombres que acudieron a su grito.
—Perfecto —Javier esbozó una sonrisa y tomó una de las latas: guisantes.
—Necesitamos algo más grande —Gene señaló a las mochilas que traían— para llevarnos todo esto.
De pronto una sombra se dibujó tras las bajas persianas de las ventanas, enseñando un movimiento errático y lento que se recortaba de la tenue y pálida luz de la madrugada. Los tres hombres pararon los ojos en ella y finalmente Gene se acercó y corrió la persiana para observar.
—Un caminante... —el pelirrojo sonrió de medio lado— Tú —se dirigió a Abraham—, es todo tuyo —y le arrojó la pata de una mesa que se hallaba rota en el piso, la cual rebotó en las manos de su destinatario, cayendo al piso y retumbando con un eco agudo.
Día 4 – 4:49 a.m.
Avanzaba por delante, algo despreocupado pero manteniendo su condición de líder. Jasón iba detrás, llevando a Lisa de modo que no tuviera que hacer mucho esfuerzo al caminar, puesto que su tobillo empeoraba con el tiempo. Ninguno de los dos hacía esfuerzo alguno para hablar con el otro y el silencio comenzaba a incomodar a Miguel que siempre los había visto cuchicheando entre ellos y ya se había acostumbrado a sus susurros.
Llegaron hasta las escaleras y entraron en una habitación cercana donde se asentaron. Lisa chillaba cada vez que apoyaba el pie, el dolor iba en aumento y tanto Miguel como Jasón sabían que debían tratarla pronto, no podrían continuar con una persona herida de ese modo.
El militar tomó el intercomunicador que Reynald le hubo entregado a Mark y soltó un disimulado suspiro. Algo en su interior había cambiado. Tenía la fija idea de buscar más sobrevivientes y sacar a tantas personas como pudiera de la condenada ciudad, incluso si su vida dependiera de ello. Pero ahora la posibilidad de escapar tan rápido como pudieran comenzaba a pesar de igual manera. No ponía su vida por delante de la de nadie en el grupo, pero de cierto modo ya no le parecía tan prescindible; su vida le era tan importante como la de las personas a las que quería salvar y ello le carcomía en el interior. ¿Sería apto para guiar a todos ellos si no estaba dispuesto a dar la vida en algún momento? Creía que el sacrificio era una cualidad necesaria para liderar, y en ese sentido Mark probaba ser más apto que él mismo. Pero, ¿por qué de súbito su vida era tan importante? Las palabras de Reynald golpearon en su cabeza, retumbando como el disparo de un cañón: sí sales vivo de esto conoce a tu hermana, no puedes perderte eso sólo por un fantasma del pasado. Antes de que se diera cuenta había pasado a tener una verdadera razón para salir vivo de allí, un motivo por el que luchar para escapar de St. Christine. Ya no podía dejar su vida a un lado como lo hubiera hecho en un principio. Por mucho que quisiera, no confiaba en sí mismo como líder.
—¡Miguel! —Jasón lo sacó de sus cavilaciones —El walkie-talkie —señaló al objeto que emitía una peculiar estática que se apagó al cabo de unos segundos.
—¿Crees que alguien esté tratando de comunicarse? —Preguntó el morocho.
—No necesariamente con nosotros, pero sí. Y para haber sido captada por este pequeño —palmeó el aparatillo—, tiene que tratarse de una comunicación bastante especial... —hizo una pausa que Jasón no se atrevió a romper— una comunicación militar.
Día 4 – 5:01 a.m.
Mark se asomó en el último cuarto y comprobó que no hubiera nadie dentro. Y así fue. Salió de él confirmando que habían explorado todo cuanto había para investigar y el resultado había sido de lo más favorable: ya no había zombis en el hospital. O por lo menos no en la zona que les tocaba ocupar. Giró sobre sí mismo y miró con recelo la persiana metálica que dividía el pasillo del segundo piso, separando los anexos del hospital. No le gustaba para nada que eso fuera así, había albergado la esperanza de encontrar una forma de pasar al otro lado por el piso superior, y así descubrir que la barrera no era nada especial. Pero no lo había conseguido. Esa sombra amenazante seguía acompañándolos tras el muro de acero.
Vanessa dio media vuelta y se dispuso a regresar con el resto, una vez más dándole la espalda al castaño quien la observó en silencio. Era una chica extraña, debajo de la chaqueta llevaba varias magulladuras y algunos cortes, mas no se había quejado en ningún momento. La comparó con su hermana, sintiendo un amargo gusto al descubrir el mundo de diferencia entre las dos y descubriéndose a favor de la prácticamente desconocida. Así es, eran desconocidos: extraños que corrieron con una suerte similar y que por capricho del destino, si es que algo así existía, habían cruzado sus caminos; pero extraños al fin y al cabo.
No obstante, eso no tenía por qué ser así.
Mark apresuró el paso y caminó al lado de ella, moviendo la cabeza lo justo para observarla ocasionalmente de reojo. Ella iba en un silencio sepulcral.
—Vanessa... —la muchacha no se inmutó, continuó con su vista al frente —Entiendo lo que me dijiste la última vez, pero no creo que...
Ella se detuvo —Mark —lo llamó por su nombre, sorprendiéndolo un poco. Entonces posó su oscura mirada en los ojos del joven, una mirada fría y temeraria—... Maté a mi padre— reinó un silencio absoluto mientras ambos se mantenían con la mirada clavada en los ojos del otro—. No soy alguien que quieras tener cerca. Créeme —y continuó hacia las escaleras, por las que bajó sin mirar atrás.
Mark no consiguió moverse ni mucho menos responder. Sólo se limitó a verla alejarse. Sus oídos no daban crédito a las palabras que acababan de percibir. No era posible.
Día 4 – 5:03 a.m.
Gene supervisaba al muchacho que debía rematar a aquel zombi. Le había dicho que tenía que probar su valor, pero en su interior simplemente había encontrado algo con lo que divertirse, y no dejaría pasar la oportunidad.
Abraham utilizó una puerta del servicio para salir a los patios del hospital, y rodeaba, con un temor palpable, el establecimiento en busca del zombi que rondaba por los pastos. Clavaría la pata de la mesa en su cráneo y acabaría con él. Eso era todo, y tendría así la confianza del grupo, al menos eso era lo que creía.
Lo encontró con la cabeza contra la pared, el zombi volteó a verlo y luego de un gemido gutural arrancó contra él. Abraham apretó los dientes y le dio un palazo en medio de la cara con toda su fuerza. El caminante cayó y él sintió un gran alivio: lo había logrado. Miró a Gene y sonrió conforme, mas el gesto del pelirrojo le heló la sangre. Una mano lo tomó por el tobillo y tiró de él.
Gene rompió la ventana que los separaba, brincando por ella y masacrando a golpes al no muerto que buscaba darse un festín con el muchacho de cabello castaño oscuro.
Luego de pisotear la cabeza del caído, gritó: —¿¡Eres estúpido!?
Sin embargo antes de que el episodio pudiera avanzar otro paso, el motor de un vehículo recorriendo la calle los detuvo. Se asomaron entre los arbustos que delimitaban los bordes de los jardines y atisbaron un auto pasar en frente de ellos. Detrás: una horda de caminantes se alzaba para buscarlo.
Día 4 – 5:06 a.m.
Vanessa llegó a la habitación donde Miguel y la pareja aguardaban y les comunicó que el piso de arriba estaba limpio. Al cabo de un minuto apareció un silencioso Mark que se desplomó en un sillón y cerró sus ojos. Belmondo notó el gesto, pero prefirió dejarlo tranquilo, atribuyéndolo al cansancio.
Abraham y Gene aparecieron completamente exaltados por el marco de la puerta —¡Zombis! —Chilló uno —¡Era un auto! —Espetó el otro. Nadie comprendió demasiado bien lo que trataban de decir, por lo que aguardaron a que se calmaran y escucharon la historia atentamente una vez que pudieron contarla más clara.
—¿Más sobrevivientes?
Gene respondió a Jasón —Eso es lo de menos. ¡Tienen un auto! ¡Con él saldríamos de una vez por todas de este jodido lugar!
Miguel apagó sus ilusiones sin miramientos —Quienes fueran, ya estaban escapando, por lo que no creo que los vayas a encontrar siguiéndolos a pie como todos los caminantes que nos visitan ahora. Aseguraremos la entrada para que no ingresen y nos quedaremos aquí por el día. Desde ayer que nadie duerme y todos estamos más que agotados, emprender cualquier curso de acción antes de reponernos sería un suicidio. Además necesitamos tratar las heridas de Lisa y de Vanessa.
El hombre de cabellos de llama apretó los puños y la segunda de las jóvenes apartó la vista del grupo en general: no quería aceptar que estuviera lastimada, probablemente no le gustaba pensar en ello, viéndolo como un signo de debilidad.
—De acuerdo, yo lo haré —respondió Gene —. Antes de que todo se fuera a la mierda, era estudiante de medicina. Puedo encargarme de sus heridas.
Nadie pareció creerle en el instante en que soltó sus palabras, pero al verlo sacar de su mochila varios frascos y separarlos por categorías, no tuvieron más que hacer que aceptarlo.
Mark se incorporó y llamó a Abraham y a Javier —Vayamos a bloquear la entrada.
—Espera un momento— lo interrumpió Miguel, y pasó a dirigirse a Abraham —. La otra chica que iba con ustedes...
—¿Gladis?
—Sí, creo que ese era su nombre. Mencionó algo de que tú hackearas unas comunicaciones.
—Así es, no me gusta alardear pero soy bastante bueno con las máquinas —Decía que no le gustaba presumir, pero era su momento para brillar en el grupo. Gene, al otro lado de la habitación, chistó por lo bajo.
—¿Crees poder hacer algo con este wakie-talkie para que capte las transmisiones militares que se den el la zona?
Su interlocutor se mostró positivo, dejando a Miguel con el deber de comunicar a Mark que necesitaría de Abraham para otra tarea.
—Yo los acompañaré entonces —propuso Jasón. Estaba lastimado, pero no lo suficiente como para dejarlo incapacitado.
—De acuerdo, vamos.
Día 4 – 5:21 a.m.
—Quítate la ropa —ordenó Gene a Vanessa, recibiendo por respuesta una despiadada mirada por parte de la joven —No te hagas la complicada. Tengo que cuidar tus heridas y ver que todo esté bien, ¿cierto?
Miguel y Abraham miraron a los dos jóvenes y Gene los señaló extendiendo su palma —No voy a hacerte nada malo, estúpida.
Día 4 – 3:36 p.m.
La entrada al hospital había sido bloqueada con mesas, sillas y demás elementos cuidadosamente agrupados para formar un sólido muro que ningún zombi se molestó en cuestionar.
Lisa reposaba tranquila sobre una camilla, su tobillo desinflamado parecía respirar con un pulmón propio y libre de todo mal. Abraham continuaba su cruzada por modificar el intercomunicador y Miguel, con el torso vendado y tratado, montaba guardia desde el pasillo del frente y cuidaba el exterior.
Vanessa se había marchado a recorrer el edificio una vez más, sin siquiera haber dejado que tratasen sus heridas. Ella misma se ocuparía de todo lo que necesitara, o por lo menos así lo había dicho. Por su parte, los otros tres hombres descansaban en otra habitación desde que hubieran terminado de asegurar todas las entradas y Gene había dicho que buscaría más suministros.
El grupo reposaba, recuperaba sus fuerzas, y todo marchaba bien. Saldrían al día siguiente y escaparían de una vez por todas; así lo había dispuesto Miguel Belmondo en su mente. Pero algo no le gustaba. Más y más cuerpos ambulantes se agrupaban en las calles que rodeaban el hospital y, si seguía así, poco a poco su número se convertiría en el de un ejército.
—Márchense de una vez, malditos —espetó en voz baja, evitando compartir su preocupación y alterar al resto del grupo.
No hubo cambios, apenas unas líneas agregadas pero todo se mantiene como lo era originalmente. Espero lo hayan disfrutado! | |
| | | Izanagi
Mensajes : 11 Fecha de inscripción : 07/12/2016
| Tema: Re: Saint Crhistine:Zombi attack... El reinicio. Dom Jul 23, 2017 9:43 pm | |
| Lo leí hace una semana pero preferí dejar un poco de tiempo antes de responderlo así también dejaba mi parte. La entrega de Yuske me hypeó como loco, tremendo todas las nuevas revelaciones y el regreso a la trama de Cid... nunca confié en él. Veremos sí consigue el resto de las llaves. Me suena que se viene un lindo quilombo en el Último Hogar y lo espero con ansias. Del capítulo de Manto recordaba todo muy bien y creo que también recuerdo parte del que viene (sino me equivoco es el último que llegamos a leer no) así que esta vez no temí por la vida de Abraham jajaja. Me acuerdo que arrancaba algo muy bueno y espero que con todo lo que dejó Yuske nuevo haya relación. Ahora si, les dejo mi parte, la mayoría es lo que ya había estado en el foro anterior pero tiene dos fragmentos nuevos que siguen mostrandonos detalles de lo que se viene. - Spoiler:
Día 6, 12:28 - ¿Piensas que saldrás impune de esto?- preguntó Reynald de manera agresiva, nunca lo había visto tan desequilibrado como en ese momento, estaba furioso y no parecía atender a razones, en su mano derecha tenía una pistola y no parecía tener demasiados inconvenientes en utilizarla. - ¡¡No me importa tu puta opinión!! Mi esposa murió idiota y ni siquiera pude hacer nada para ayudarla- Samuel estaba atado de manos en un rincón de la habitación, la cual sólo habitaban ellos dos. Tras la puerta Gladis escuchaba atentamente sin saber si intervenir o no, Adbou se encargaba de verificar si su arreglo de la cerca soportaría la constante presión de los muertos a su alrededor. No conocía demasiado a Samuel como para sorprenderse o no de su accionar, como también si esto había sido un caso aislado por la depresión de haber perdido a su mujer, sin embargo lo que había hecho merecía un severo castigo y no dudaba que Reynald era el más indicado para decidirlo. - ¡¡¿¿Crees que se haya muerto tu esposa te da derecho a hacer lo que hiciste??!!- preguntó agresivo antes de darle una patada, luego se agachó y puso el caño del revolver en la papada de Samuel- ¿Qué mierda tenía que ver Carena con eso?- preguntó. Día 4, 06:15 Reynald tardó dos segundos más que Samuel en reaccionar, después de la agotadora noche que habían tenido se había permitido soñar con un regreso a casa tranquilo, sin embargo el encontrar la cerca de su hogar destruida y su casa infestada de zombis le había hecho entender que la tranquilidad había desaparecido de ese mundo. - ¿Qué es lo que pasa?- preguntó Gladis sin entender porque los dos hombres se habían largado a correr a un lugar claramente infestado de “levantados”, Adbou tampoco parecía entender el comportamiento de Samuel y Reynald sin embargo las palabras de Carena sirvieron como explicación para su accionar. - Es nuestra casa- murmuró reaccionando por algo por primera vez desde el disparo- ¡Selena está allí!- recordó agitada antes de seguir a los demás. Ya entendiendo el panorama Abdou y Gladis no dudaron en ir preparados para lo que parecía ser una misión de rescate muy poco preparada. Con extraña eficiencia Samuel mató a tres zombis antes de lograr llegar al parque, Reynald que lo seguía se cargó a dos más antes de matar al tercero que rodeaba la extraña camioneta con su cuchillo. Acurrucado en una parte del vehículo, asustado de la amenaza que suponían ser los zombis su alegría fue tal al verlo que lo rescataban que sin dudarlo sacó el seguro de la puerta. Su contento desapareció cuando vio como Reynald lo apuntaba con la pistola, a la orden de que bajara del auto. - ¿Quién eres tú y qué pasó aquí?- preguntó Reynald en un grito al mismo tiempo que el levemente herido conductor descendía del vehículo totalmente asustado. Carena miró al hombre, no podía tener muchos años más que ella, como mucho cumpliría 18, se lo veía tan inseguro como ella además claro de que estaba en una situación donde cinco desconocidos lo amenazaban a punta de pistola después de haber chocado y ser rodeado por zombis por dios sabe cuánto tiempo. Era bajo para su edad, su pelo color pelirrojo parecía ser la única característica física que resaltaba en ese chico, una persona a la que nadie vería más de una vez de no ser necesario. - ¡Choqué hace como una hora!, un auto se me apareció por el camino de la nada- se disculpó entre tartamudeos- Cre… creo que hay alguien dentro de allí apenas llegue escuché un grito- agregó, Samuel ya no estaba entre ellos quien no se había detenido mucho tiempo con la aparición del chico. Desde el interior del hogar se escucharon dos disparos, seguramente provenientes del arma de Samuel que estaba limpiando el lugar en busca de su esposa. Reynald maldijo por la situación que estaban viviendo, para luego volverse al chico. - ¿Me juras que no sabías que había gente aquí dentro antes de chocar?- preguntó poniéndole la pistola en la sien, el joven asintió con su cabeza ya incapaz de hablar mientras las lágrimas amenazaban con empezar a salir. - Reynald- la voz de Carena logró hacer suspirar al retirado militar y alejar su arma del chico, vio como eso lo tranquilizó aunque no impidió su llanto. - Sí quieres que viva sácalo ya de aquí- le indicó Reynald, Carena lo miró sin entender- Samuel lo matará, enciérralo en la central de comunicaciones y espérame allí- le explicó, Carena asintió con su rostro mientras sacaba su rifle y apuntaba al chico. - Camina rápido- le indicó, luego lo tomó del brazo y empezó a correr en dirección al viejo trabajo de Reynald donde sólo ella y él mismo habían estado. Aunque el chico seguía confundido aceptó la orden era mejor ir con la chica que quedarse con los otros locos. - Iré con Samuel antes que haga una tontería- Adbou y Gladis miraron con seriedad a Reynald intentando comprender un poco más el panorama- Es su esposa y posiblemente lo único que lo mantenía vivo en este loco mundo en el que estamos- explicó. - ¿Cómo estás tan seguro que está muerta?- preguntó Adbou, Reynald dirigió su vista hacia su hogar, se lo notaba triste no sólo por el destino de Selena sino también por lo que eso implicaría en Samuel. - Limpien a los restantes y usen esa camioneta como soporte para la cerca, tenemos que ordenar este desastre antes de que caiga la noche- les pidió para luego dirigirse hacia dentro de su casa. - Parece que nos hemos metido en un buen lio- opinó Gladis, le sorprendía la seguridad de Reynald para todo, sin necesidad de ver nada se había asegurado de salvar la vida de un desconocido de ser asesinada por un compañero suyo- ¿Crees que esa niña este bien?- le preguntó. - Puede cuidarse sola- afirmó seguro- Lo que me preocupa es cómo responderá este grupo a esta nueva crisis, ¿de qué lado estaremos?- preguntó - Confío en Reynald, no así en ese Samuel- le respondió Gladis- Si ya antes parecía un desquiciado no quiero imaginarme ahora que... tu sabes- Adbou asintió antes de poner en punto muerto la camioneta dispuesto a empujarla. - Si se- afirmó. Día 4, 06:21 Reynald subió a la habitación donde había escuchado ruidos apenas había ingresado a la casa, Samuel detenía al zombi de Selena con la punta de su escopeta, alejándola lo suficiente como para que no alcanzara la mordida a su cuerpo. Reynald no tuvo que ver el rostro de Samuel para saber que estaba destrozado completamente, si sentía algo de respeto en él era sobre su cuasi divina atención hacia su esposa como también su dependencia a ella. Había sentido envidia de ver como una persona podía necesitar tanto de otra, secretamente admiraba a Samuel por ese rasgo. Claro que eso implicaba que una vez Selena no estuviera su vida no tuviera sentido. - Lo siento- murmuró, los gruñidos del zombi de Selena empezaba a intensificarse, apenas se convertían los zombis no eran tan fuertes sin embargo con el paso del tiempo ya no podría detenerla más, tenía que liberarla. - No puedo creerlo- murmuró, Reynald no sabía si le hablaba a él o si hablaba para sí mismo- ¡¡NO PUEGO CREERLO!!- gritó enojado, el zombi de Selena aprovechó la oportunidad para separarse del arma y atacar a Samuel, pero con velocidad Reynald la anticipó empujándola al otro lado de la habitación. - Samuel hay que terminar esto- murmuró Reynald mientras veía como la señora Lemacks se volvía a levantar lista para un nuevo embate- No puedes dejarla en ese estado- le recordó- No lo merece-. - ¿Crees que no lo sé?- preguntó Samuel aún dolido- Pero aún es ella, no puedo matarla… no puedo hacerlo- agregó antes de ponerse a llorar, Reynald miró la escena con angustia esto había terminado con todo. La tristeza de Samuel pronto se convertiría en furia contra el chico que provocó el ingreso de los zombis, Carena querría defenderlo y se le enfrentaría, teniendo él que decidir de qué lado estar. Sabía que los dos reaccionarían de esa forma, esos cinco días junto a ellos en semejantes circunstancias habían sido suficientes para entenderlos a la perfección. ¿De qué lado estaría él?, a pesar de que entendería a Samuel y su deseo de venganza era obvio que tendría que apoyar a Carena, porque aunque fuera una cobarde sabía que nunca permitiría que mataran a alguien sólo por venganza. Mierda, incluso ya había decidido su lado al obligar a Carena a llevarse al chico a su trabajo. - ¿Crees que podrías?- su voz sonó débil y lastimosa, tan impropia de un gruñón como Samuel, Reynald le facilitó la petición y sacó su pistola. El hombre no pudo ver más y cerró sus ojos. Mmiró los ya inexpresivos ojos de Selena, se sorprendió a si mismo rezando por ella, antes de dispararle. El ruido del llanto de Samuel invadió la habitación, con solemnidad Reynald abandonó la sala. Todo se había terminado, pensó nuevamente.
Día 4, 13:16 La joven se movía con una asombrosa agilidad por sobre los edificios sin parar nunca su carrera. Tenía que moverse rápido, no podían encontrarla. Era una cacería, sí se detenía los que la perseguían la atraparían. Sí se detenía los que ella perseguía desaparecían. En realidad ya habían desaparecido. Desde que ese grupo de personas había entrado al subsuelo había perdido el rastro de ellos. Miró al walkie-talkie; su única conexión con ellos y se deprimió al ver que este no funcionaba. La joven Lark estaba desesperada, tenía que encontrarlos. Tenía que encontrar a Reynald, tenía que hacerlo antes que él los encontrara.
Día 4, 06:38 - Metete ahí- le indicó Carena, el chico la miró con desconfianza todavía sin saber porque debía obedecer a esa desconocida. El rifle apuntado por la inexpresiva cara de ella fue el mejor recordatorio y el impulso necesario para obligarlo a entrar. - ¿Dónde estamos?- preguntó confundido, Carena revisó el lugar y se alegró al darse cuenta que estaba tan inhabitado como antes, por un momento había temido que se hubiera infestado después de que un día antes ella misma había disparado allí dentro. - En el trabajo de Reynald- respondió por compromiso Carena mientras se sentaba en una de las sillas que rodeaban la mesa central, con un gesto de su cabeza invitó al chico a imitarla- Esperaremos aquí hasta que Reynald me diga que hacer- le indicó. - Déjame ir- le pidió el chico suplicante, Carena lo miró con sequedad, en otro momento no hubiera dudado ni un minuto en liberar al chico e intentar tranquilizarlo sin embargo su mente seguía estática desde el incidente de la noche anterior, bastante había actuado en pedirle a Reynald que no lo tratara mal además claro de llevarlo hasta allí. Al ver como estaba a punto de llorar un pequeño sentimiento de su yo normal empezó a aparecer y quiso tranquilizar al chico sin embargo al instante el ruido de su disparo, el que había hecho para matar a una persona, inundó su mente metiéndola aún más en la depresión. - Entra allí- dijo indicándole la sala donde estaba el radio. - ¿eh?- preguntó confundido sin embargo Carena ya había tomado su rifle y se había parado apuntándolo. - ¡Que entres ahí!- gritó, sin dudarlo el chico entro. Carena cerró con llave antes de tirar el rifle acostarse con la pared y ponerse a llorar desconsoladamente perseguida por los fantasmas de su asesinato. Día 4, 12:58 Los tres permanecían fuera de la casa, protegidos por la recién reparada cerca, tras ellas un par de zombis intentaban en vano superarla. Pocas palabras habían sonado desde que el disparo de Reynald había terminado con Selena, Gladis y Adbou habían preferido no meterse demasiado en el tema, por lo menos no hasta ver cómo reaccionaría Samuel. Los ruidos desde el interior de la casa anticiparon que después de seis horas de duelo, Samuel saldría de allí. Gladis estaba especialmente incómoda con la situación, tanto era así que en su mano derecha tenía la pistola en posición, no confiaba en ese tipo. Reynald dirigió su mirada al pórtico esperando que apareciera por allí, no tardó en hacerlo. Con una cara tremendamente pálida y demacrada Samuel clavó rápidamente su mirada en la camioneta que ahora servía de soporte para la valla. No le importaba su uso, sino más bien su origen. Reynald creía que los levantados podían entrar a la propiedad en ese momento y a Samuel no le hubiera importado en lo más mínimo. Después de sacar su mirada de la camioneta revisó a los allí presentes, no le pareció extraño para nada que allí no estuviera Carena, era la reacción que había esperado de la joven. Sin embargo no estaba para esas cosas. - ¿Dónde está?- preguntó, su voz sonó ronca posiblemente debido a las largas horas de maldecir y llorar, sumado claro al cansancio del trajín de la noche anterior. - ¿Carena?, fue a buscar al…- su mentira fue cortada por el gesto de Samuel apuntándole con su pistola- Samuel te entiendo, pero si vas contra ese chico tendrás que pasar por Carena y no creo que… - Déjame hablar con ella, incluso una persona como ella entenderá que ese chico tiene que pagar- le refutó aun sosteniendo la pistola, Reynald negó con su cabeza. - Baja el arma ya- Gladis también había reaccionado y con su pistola había apuntado a Samuel- Matar al chico no te devolverá a tu esposa, mucho menos enfrentar a la niña- agregó con enojo- Ponte los pantalones y deja de portarte como un bebé, ¿Quieres?. Las palabras detonaron a Samuel quien se lanzó contra Gladis, claro que antes de siquiera tocarla ya Adbou lo había interceptado y con gran habilidad dejado en el piso. Reynald alterado se levantó y se acercó a la acción temiendo alguna represalia por parte de Samuel, sin embargo él quedó en el piso mirando con odio a la mujer. - ¿Qué mierda sabes tú maldita puta?- preguntó desde el suelo- ¡Mierda ni siquiera sabía quiénes eran y salí a jugarme mi puto cuello por ustedes!- le acusó- Mi esposa murió también por su culpa- agregó mientras se levantaba y se acercaba a la puerta que separaba el hogar con la calle- Reynald- le llamó antes de salir, el militar lo miró con tristeza- disculpa que hayas tenido que lidiar con eso- le dijo con sinceridad, un golpe bajo incluso para alguien con la entereza como Reynald- Voy a buscar a ese chico y voy a matarlo, incluso si Carena se opone, no tiene que terminar así lo quiero a las cinco de la tarde en la plaza que está a 400 metros de aquí- agregó y salió dejando a un Reynald paralizado por sus palabras. - ¿Qué harás?- preguntó Adbou a Reynald, Gladis sólo insultó al hombre y entró a la casa. - Voy a hacer que Carena entregue al chico- respondió Reynald- Samuel es un buen hombre y… que mierda es lo más cercano que tengo a un amigo en este puto mundo- agregó. - ¿el chico merece morir?- preguntó Adbou, Reynald no notó ningún tono de prejuicio o algo similar, sino más bien como si realmente Adbou le estuviera preguntando su verdadera opinión. - Estamos todos muertos, sólo hay que ver cuánto tiempo más demora el juicio- le respondió antes de llevarse el comunicador a su boca- ¿Carena me recibes?- preguntó. Día 4, 13:23 Por fin el sueño le había vencido, después de casi dos horas de llantos Carena se había dormido descansando después de la agitada (tanto en lo físico como en lo emocional) noche que había tenido. Tanto era el sueño de la chica que ni siquiera escuchaba la voz de Reynald sonar por el comunicador. - ¡Carena!- gritó por quinta vez, ya preocupado, Reynald. Esta vez la voz del altavoz fue suficiente para levantar a la chica quien por unos segundos permaneció confundida al despertarse en ese lugar. El ruido de movimiento dentro la habitación contigua sirvió como aviso de que su prisionero seguía allí, se sentía un poco irresponsable por haberse dormido sin embargo el cansancio había sido más fuerte que ella. - Estoy- murmuró, su voz sonó extraña incluso para ella sin embargo no le dio realmente importancia debido a que claramente se podía sentir como la voz de Reynald sonaba entre enfadada y preocupada. - ¿Dónde estabas?, pensé que te había pasado algo… ¿está todo bien?- preguntó todo de un tirón dejando a la joven más confundida que antes. - Estoy bien, sólo estaba durmiendo un poco- admitió volviendo al tono de frialdad que había utilizado desde el incidente del día anterior, no era algo que hiciera apropósito, sino más bien era algo que había adoptado inconscientemente debido a que su mente permanecía perdida ya que cada vez que se centraba en algo, los recuerdos volvían. - ¿Con ese tipo a tu lado?- preguntó preocupado, conocía a la chica lo suficiente como para pensar que tal vez lo había dejado escapar, en una tonta idea de solucionar todos los problemas que su presencia acarreaba. - Lo encerré en la zona de los lockers- le respondió- No está dando problemas algunos, parece un buen chico- opinó. - Eso lo decidiré después, no confío demasiado en tu forma de juzgar a las personas- le refutó Reynald, Carena en otro momento le hubiera discutido sin embargo prefirió dejar pasar el tema- Samuel se tomó el tema bastante más calmado de lo que yo esperaba así que decidiremos entre todos como actuar con el chico, en dos horas estaré allí para ir a buscarlo y volver los tres- le mintió. - Puedo ir para all…- Carena quiso proponerse sin embargo Reynald la cortó. - Espérame allí- le impuso, con un tono que no admitía réplica, Carena aceptó- Bien entonces cortaré la comunicación- le dijo sin embargo esta vez fue la chica quien lo interrumpió. - Reynad espera- la voz de Carena sonó más a la habitual que a la que venía usando cosa que sorprendió un poco al hombre quien no había pasado por alto el repentino cambio de humor de la chica- Entonces Selena está… - Muerta- completó el retirado militar con pesar en su voz, desde que había descubierto su “proximidad” con Carena detestaba ser él el que le diera las malas noticias, sin embargo de parte de la joven sólo recibió un frio asentimiento cosa que le sorprendió un poco.
Día 3, 18:23 - No tienes como escapar, ríndete de una vez Lark- tenía razón, la joven estaba rodeada por cuatro de ellos, todos apuntándole y listos para disparar antes cualquier movimiento sospechoso que hiciera. Se había descuidado, interceptar la comunicación de Reynald la había entusiasmado tanto que olvidó tomar las precauciones necesarias al salir de su escondite. Necesitaba la ayuda de Reynald, nadie más se arriesgaría a ayudarla. Sin embargo el error le había costado caro y ahora estaba por ser capturada nuevamente y seguramente asesinada. Y no sólo ella moriría… - No sabes cuánto esperé este momento – murmuró uno con sorna, el joven moreno era uno de los cuatro que le apuntaban y el que parecía más empeñado y alegre por terminar el asunto. - ¿Si? Veo que tanto no debía ser, no tuviste los huevos para venir sólo – le contestó la chica mordazmente- No creo ni que tengas lo que hay que tener para disparar- desafió la chica, prefería morir antes de que la llevaran nuevamente allá. - Grave error- le respondió mientras apuntaba con más detalle justo en la cabeza, listo para disparar. - No – le amonestó, esta era la única mujer de los cuatro que apuntaba a Lark. Tenía el pelo ondulado y de color castaño, era muy alta, metro ochenta aproximadamente. Aparentaba tener unos 30 años como mucho y tenía un porte serio – Sabes las reglas, el único que puede matar a uno de nosotros es su compañero – le recordó con ímpetu. - Dejó de ser uno de nosotros cuando nos traicionó – apeló el joven, los otros dos integrantes del grupo no decían ni una palabra, mientras Lark pensaba una y otra vez una manera de escapar de esa situación imposible. - Ya que están hablando de mi muerte me gus…- las palabras de la joven se vieron interrumpidas cuando el estallido de un edificio lindante tomó el protagonismo de la escena. Los ladrillos volaron en todas direcciones impulsando a los presentes al piso a intentarse cubrirse, el polvo cubrió la vista de todos por unos segundos. - ¿Qué carajo pasó?- preguntó uno de los captores que había permanecido callado hasta el momento, quiso agregar algo más sin embargo desde la dirección de la explosión provino una espina gigante que se le incrustó en el pecho matándolo al instante. - ¡DEMONIO!- gritó la mujer de grupo de manera de advertencia, mientras otra espina volaba y mataba al cuarto integrante del cuarteto- ¡Retirada! ¡Fuego a discreción pero no lo maten! – ordenó mientras disparaba su automática sobre la polvareda donde venían los ataques. El joven moreno inició la retirada no sin antes mirar a donde se suponía que debía estar Lark. Había escapado nuevamente. - La suerte no dura para siempre – pensó mientras escapaba.
Día 4, 15:42 - Debe haberse empezado a acostumbrar a este mundo- pensó al darle nuevamente vueltas al asunto de la respuesta de Carena sobre la muerte de Selena. No sabía que pensar sobre que Carena empezara a tomar a la muerte como a algo natural. Como sobreviviente pensaba que era algo positivo, necesitaba que todos pudieran superar rápido una baja o seguramente les traería problemas, como cuando Elton había muerto. Sin embargo como… no sabía bien que palabra utilizar, no podía considerarse el padre de la chica, por dios hacía cinco días que la había conocido, sin embargo tampoco podía desligarse del tema, al fin y al cabo era su hija. Como el “tutor” de la chica no le parecía algo demasiado agradable que se acostumbrara a la frialdad que ese mundo prometía, en los pocos momentos de tranquilidad había encontrado en Carena una chica encantadora que vivía preocupada en ayudar a los demás. Una inocente. Para alguien que había experimentado en la guerra como Reynald, que había visto cosas que nunca se borrarían de su mente, la personalidad de Carena terminaba siendo un poco purificadora. Algo necesario para subsistir con cordura a la mierda que dios les estaba tirando encima. Mientras golpeaba la puerta de su viejo trabajo se sintió aún peor que antes, pensando en que él contribuiría a matar esa personalidad mintiéndole a la chica. - ¿Reynald?- preguntó Carena desde dentro, al responder la joven abrió rápidamente permitiéndole el ingreso al retirado militar. - ¿Está ahí dentro?- preguntó señalando con su cabeza la antigua sala de lockers, Carena asintió con su rostro llamando la atención del hombre. Por primera vez desde que los incidentes de la noche anterior Reynald prestó realmente atención en la joven y lo que vio no le gustó. Su semblante entre triste y serio demarcaba el cansancio de la joven, las ojeras de su rostro no ayudaban, su pelo estaba seco e incluso tenía rastros de sangre en él, al igual que en su ropa. - ¿podrías sentarte un segundo?- le pidió Reynald, Carena se extrañó un poco ante el pedido sin embargo no dudó en cumplirlo. Este la imitó poniendo del otro lado de la mesa, frente a ella. Pasaron unos segundos en silencio, Reynald tamborileaba sus dedos mostrando su incomodidad ante la situación, Carena en cambio estaba como en piloto automático, la curiosidad del porque Reynald quería hablarle había durado poco y ahora solo quería terminar con lo que fuera que allí pasara, volver a la casa y dormir unas cuantas horas. - He notado que no estás como siempre- le habló Reynald intentando iniciar la conversación, las palabras parecían surtir efecto en llamar la atención de la joven aunque por el gesto que había puesto pudo saber que era más por incomodidad que por real interés- Quería saber si esto es por el muerto que tuviste que rematar para salvarme allí- Carena recordó el incidente y hasta se tentó a reírse mentalmente, no podía creer que había llorado por matar a un “levantando”, sí en ese momento hubiera sabido que una hora más tarde le quitaría la vida a un ser humano podría haber matado a un batallón entero. - No tienes que preocuparte Reynald, al principio me había afectado pero luego me di cuenta que eso es una pequeñez en comparación con…- se detuvo un segundo, por un momento dudó si decirle o no sobre el incidente que había tenido con el fanático y Vanessa, sin embargo sin saber realmente porque prefirió guardárselo- en comparación con lo que estamos viviendo- se corrigió antes de volver a mentir- Sólo estoy cansada. - Ya veo, no lo tomes a mal es bueno que sí tienes que hacerlo puedas matar a algunos de ellos sin embargo sí te molesta sólo dímelo- le dijo intentando ser lo más sentimental que podía. Ya satisfecho de haber cerrado el tema se paró con la clara intención de ir a buscar al chico sin embargo para Carena la charla no había terminado. - Reynald, tú estuviste en la guerra, ¿verdad?- preguntó Carena, Reynald no entendía muy bien a que venía con eso sin embargo asintió- Cuando mataste a una persona… ¿cómo logras olvidarlo?- preguntó más seria que de costumbre, Reynald suspiró mientras mentalmente repasaba su respuesta. - Nunca me olvidaré de ninguna de las caras de las personas que maté- le contestó con el mismo tono que ella había utilizado- tienes que aprender a seguir adelante con las cargas que la vida te dé o sino una vez que hayas matado habrá dos victimas, el asesinado y tú misma- sin esperar respuesta por parte de la chica se levantó y abrió la puerta. En una esquina con miedo y cansancio se encontraba el joven que había capturado, "otra cara que recordar" pensó al verlo ya que aunque él no disparara también lo estaría matando. Reynald vio como levantó la cabeza y su gesto pasó a ser el de curiosidad, Carena le había dicho que esa persona decidiría que hacer con él, Reynald estaba al mando y se encargaría de asegurarle que no era ninguna amenaza para nadie. Se aseguraría de mostrarle que no quería problemas con ellos, ni siquiera protección sólo quería que lo dejaran en libertad. - Por culpa de tu choque una persona de nuestro grupo se convirtió- la curiosidad del chico desapareció para permitirle el paso nuevamente al miedo, no tenía planeado que algo así ocurriera, esperar poder negociar con ellos sin embargo una vida caía bajo sus culpas. - ¡¿co... cómo fue?!- atinó a preguntar entre tartamudeos, Renald sintió pena por el chico y por el cruel destino que tendría sin embargo recordó nuevamente que eso era lo necesario para mantener lo que quedaba del grupo. El grupo era la única oportunidad para sobrevivir... el grupo era lo único que podría proteger a Carena. - Entraron a la casa porque tu derribaste las vallas con tu camioneta, Selena no podía defenderse sola pero sí se mantenía dentro de la casa hubiera sobrevivido... ¿entiendes lo que hiciste?- pregunto Reynald. Carena salió de su estado de melancolía por un segundo debido a las palabras de Reynald y por el visible destino que parecía tener esa conversación, algo muy diferente a lo que habían hablado por comunicador. - Selena era la esposa de Samuel uno de nuestro grupo...- agregó Reynald- Yo tuve que matarla, me caía bien pero tenía que hacerlo- explicó sin saber bien a quien- No pedimos tu vida chico, Samuel sólo quiere hablar contigo- el joven se sorprendió bastante de las "condiciones" que habían impuesto para solucionar el problema- ¿cumplirás su deseo?- preguntó. - Si... si claro- asintió mientras se incorporaba, Carena miró extrañada a Reynald sin embargo no dijo nada- Siento todo lo que ocurrió- agregó mientras se acercaba, sin dudarlo el hombre levantó su pistola y le apuntó. - Hasta que no te lo diga no puedes caminar sólo, luego de eso te dejaré libre y harás lo que quieras, pero hasta entonces yo te vigilo- le aclaró, el chico asintió despacio no quería arruinar las cosas así que no pensaba quejarse- Ahora empieza a caminar delante mío y no intentes nada estúpido. Día 4, 16:33 - Yo conocía a Louis, mi hermano practicaba con él, vino alguna vez a mi casa- le comentó Carena un poco más animada pero obviamente entre susurros para no llamar la atención de los "levantados". Desde el incidente del día anterior prácticamente habían visto muertos vivientes, Reynald sospechaba que el ruido que había provocado su enfrentamiento contra el Hércules había llamado la atención de la mayoría limpiando un poco esa zona de la ciudad. Carena y el joven, quien se había presentado como Eric, caminaban unos pasos adelante del militar que miraba con reprobación como estos hablaban como si fueran amigos desde siempre. - Bueno pues iba a mí mismo curso- le aclaró, el chico estaba mucho más tranquilo que antes además disfrutaba bastante de la compañía de Carena quien había dejado de gritarle y amenazarlo con el rifle- Aunque no puedo decir que éramos demasiado amigos- le aclaró, Carena miró al chico y entendió a lo que se refería. - Siento haberte amenazado hace un rato- se disculpó- no es mi mejor día, venimos de tener una noche bast...- el ruido de pasos alertó a la chica quien sin dudarlo tomó a Eric y lo obligó a moverse hasta el callejón que estaba a su lado, Reynald había hecho lo mismo sólo que él ya tenía en su mano su pistola y en la otra el cuchillo. - Niña, cubreme- le indicó a Carena, esta asintió mientras sacaba el rifle y se ponía en la pared de enfrente lista para disparar, Reynald con velocidad se acercó a la esquina para poder espiar. Tardó sólo un segundo en poner su rostro en la calle nuevamente para volver a traerlo al callejón nuevamente. - Mierda- murmuró incrédulo- ¡¡escondanse ya!!- les dijo en un susurro señalando el gran cesto de basura que allí había, sin dudarlo Eric lo abrió sacó dos bolsas de cosiderable tamaño y le indicó a Carena que entrara. La chica volvió a ver a Reynald y no dudó que el peligro era real, nunca lo había visto tan agitado. El militar obligó a ambos jóvenes a entrar antes hacerlo él y cerrar el cesto. Con un gesto, Reynald les indicó que hicieran silencio. Tanto Carena como Eric se preguntaba que pasaba allí. El sonido de miles y miles de pasos fue la respuesta que querian, pero la que no necesitaba. A pocos metros de ellos cientos de zombis desfilaban. - Creo que la iglesia está desocupada- murmuró Reynald mientras rezaba que salieran vivos de esa situación. Día 36, 05:13 Como había esperado, ella se encontraba allí sentada frente a Jesucristo rezando como cada vez que uno de su grupo moría. - ¿Estás bien?- preguntó el joven, era más protocolar que otra cosa; uno de los vestigios de cuando la vida era vida. Sabía qué hacía un poco más de un mes que ella no estaba bien. - Sigo viva Elton- respondió Carena mientras se levantaba- pensé que eso sería estar bien pero creo que ya ni eso tiene sentido, ¿por qué mierda seguimos viviendo así?- el chico sonrió al escuchar decir "mierda" a la chica, cuando la había conocido era una persona totalmente diferente. Aunque todos lo eran. - ¿Acaso quieres rendirte?- le preguntó Elton sin tomársela en serio. - Hoy tocamos fondo, ¿a cuántos perdimos ya?: Selena, Samuel, Eric, Louis, ya perdí la cuenta de cuantos amigos perdí, sin embargo lo de hoy fue tocar el fondo completamente- le recordó- Hoy dejamos de ser humanos. - Estás exagerando- le retrucó el chico empezando a preocuparse de veras por la chica. - ¿Exagerando?- preguntó Carena con una sonrisa irónica- Hoy maté a mi padre Elton, ¿qué tiene eso de exagerado? - Tuviste que hacerlo, Reynald prácticamente te obligó- le refutó Elton- ¡por dios Carena casi nos mata a todos enfrentándonos con ese grupo! - Tuve que haber dejado que Reynald matara a Erick- murmuró- Eso hubiera cambiado todo.
Nuevamente creo que el final pierde peso al saber la "revelación" pero bueno, no puedo solucionar eso sin una Tardis así que nada. Salute! | |
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